REORIENTAR
NUESTRA VIDA
No siempre es fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la vida. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz de dar color nuevo a su vivir diario.
Lo podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con el secreto de la vida: nos estamos equivocando en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.
A veces, la crisis adquiere un tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de otros tiempos, pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña: nos hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero es no ceder a la tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo muy saludable: nuestro deseo de vivir algo más positivo y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.
¿Por qué no nos detenemos a oír esa llamada urgente de Jesús a despertar? ¿No necesitamos escuchar sus palabras?: «Estad en vela», «daos cuenta del momento que vivís», «es hora de despertar». Todos hemos de preguntarnos qué es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar y a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.
Las palabras de Jesús están dirigidas a todos y a cada uno: «Vigilad». Hemos de reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que nos sentimos «despiertos» desde lo más hondo de nuestro ser.
José Antonio Pagola
«Es hora de despertar».
Esta frase, me trae a la mente una película de ciencia ficción: The Matrix, que se ha vuelto para algunas personas un culto con argumentos cuasi-religiosos. Como siempre, el p. Pagola nos formula interesantes interrogantes que cuestionan nuestra vida de cristianos, en especial la vida católica.
En respuesta a las preguntas, me atrevo a opinar, o mejor decir, a hacer una auto-critica. A pesar de haber mucha gente bautizada en nuestra Iglesia católica, son pocas las personas que asumen éste y los demás sacramentos con la responsabilidad, la intimidad y la sensibilidad debida, y que el Señor con su «mirada de cariño» nos exhorta a asumirlos con fervor santo.
No obstante, muchos asumimos con pesadumbre ese seguimiento –hecho sacramento–, ese camino de discipulado –hecho evangelio-. Sin apreciar de veraz, el cariño que nos brinda el Señor, ese Amor manifiesto de Él hacia nosotros, que alimenta esa intimidad; tampoco asumimos el compromiso de desprendimiento; porque se antepone ante nosotros ese ámbito materialista que nos abruma y cautiva.
Deberíamos entonces, asumir con un amor responsable, primero con nuestro Padre Celestial, quien se ha manifestado en la persona de Jesús y en cada uno de los más pequeños y débiles hermanos(as), nuestro prójimo. De segundo, erradiquemos esas maneras «folclóricas» en que recibimos los sacramentos, y emprendamos pues prestar más atención a nuestra condición de ‘ser católico’, es decir, de ‘ser auténticos’.
Ese cambio no es difícil, si tenemos la convicción de fe. Nos encontramos arrojados a la existencia, sin tener idea de qué es exactamente lo que queremos ser. Muchas personas desconocen su propósito de vida; se refugian en soluciones preparadas por otras.
Disculpen, esto que voy a decir, ya que es se trata de una percepción personal: -La humanidad está siendo sometida a un proceso de ‘alienación global’, manejada por «potestades que no son de carne ni de sangre». Por tanto, tenemos que construirnos desde dentro, desde nuestro ser interior colocando a Cristo como centro, núcleo básico y fundamental para re-vestirnos de su Gracia, que nos viene dada en el Espíritu.
De esta manera, estaremos «armados» con la vestidura del cristiano, preparados para enfrentar cualquier batalla de modas, costumbres y falacias, que desvían nuestra atención abandonando nuestro andar camino al Reino.
Éste modo de vivir irresponsable, de llevarme por lo que dicen, por las modas, o las ‘costumbres’ no nos permite asimilar la muerte como tránsito a la Vida Eterna; ello más bien, acrecienta nuestra ansiedad para percibirla como final absoluto. Este modo de vida es una existencia además de fatua e inauténtica es estresante porque apaga toda esperanza.
En resumen, y para concluir, vale mencionar el aforismo que tiene el canal EWTN: «¡Vivamos la verdad, vivamos católicos!» al cual le agregaría: ¡Ser católico es ser auténtico!
Saludos y muchas bendiciones,
Gustavo «Panter» González