LA PAZ DE DIOS
De pocas palabras se ha abusado tanto como de la palabra «paz». Todos hablamos de «paz», pero el significado de este término ha ido cambiando profundamente alejándose cada vez más de su sentido bíblico. Su uso interesado ha hecho de la paz un término ambiguo y problemático. Hoy, por lo general, los mensajes de paz resultan bastante sospechosos y no logran mucha credibilidad.
Cuando en las primeras comunidades cristianas se habla de paz, no piensan en primer término en una vida más tranquila y menos problemática, que discurra con cierto orden por caminos de un mayor progreso y bienestar. Antes que esto y en el origen de toda paz individual o social está la convicción de que todos somos aceptados por Dios a pesar de nuestros errores y contradicciones, todos podemos vivir reconciliados y en amistad con él. Esto es lo primero y decisivo: «Estamos en paz con Dios» (Romanos 5,1).
Esta paz no es solo ausencia de conflictos, sino vida más plena que nace de la confianza total en Dios y afecta al centro mismo de la persona. Esta paz no depende solo de circunstancias externas. Es una paz que brota en el corazón, va conquistando gradualmente a toda persona y desde ella se extiende a los demás.
Esa paz es regalo de Dios, pero es también fruto de un trabajo no pequeño que puede prolongarse durante toda una vida. Acoger la paz de Dios, guardarla fielmente en el corazón, mantenerla en medio de los conflictos y contagiarla a los demás exige el esfuerzo apasionante pero no fácil de unificar y enraizar la vida en Dios.
Esta paz no es una compensación psicológica ante la falta de paz en la sociedad; no es una evasión pragmática que aleja de los problemas y conflictos; no se trata de un refugio cómodo para personas desengañadas o escépticas ante una paz social casi «imposible». Si es verdadera paz de Dios se convierte en el mejor estímulo para vivir trabajando por una convivencia pacífica hecha entre todos y para el bien de todos.
Jesús pide a sus discípulos que, al anunciar el reino de Dios, su primer mensaje sea para ofrecer paz a todos: «Decid primero: paz a esta casa». Si la paz es acogida, se irá extendiendo por las aldeas de Galilea. De lo contrario, «volverá» de nuevo a ellos, pero nunca ha de quedar destruida en su corazón, pues la paz es un regalo de Dios.
José Antonio Pagola
Recuerdo que me comentaba un buen amigo que tuvo que pasar circunstancias muy difíciles, que se sentía como en alta mar , en medio de una tormenta con enorme oleaje, pero que en ese» mar» suyo , «su profundidad » estaba en calma….tranquila .
Pienso que es la Paz del que esá seguro del Amor incondicional de Dios en toda circunstancia
Y como comenta J.A.Pagola , no cabe duda de que es un regalo del Padre, pero que hay que saber acoger, agradecer y cuidar , arroparla en el corazón , mantenerla y contagiarla a los demás.
Es tarea de toda la vida .
No son tiempos fáciles, vivimos juntos, trabajamos juntos, nos divertimos juntos pero cada vez son mayores y más altas las barreras que nos separan.
La paz tan ansiada por muchos, sólo es posible para el que la labra, decía una canción.. La paz os doy, no os la doy como os la da el mundo, nos decía Jesús. Esa es la paz que nos hace salir de nuestra tierra, que nos hace romper nuestras murallas para sencillamente amar. Amar como Jesús nos amó, labrando caminos de esperanza para construir un mundo más humano, más justo, más solidario.
Dicen que lo contrario de la paz es la violencia, tal vez sea así, pero hay algo peor y es la indiferencia y la desesperanza. Jesús nos da la paz, pero no nos deja en paz…porque tiene un futuro de paz para nosotros donde el León duerma con el ternero y el lobo con las ovejas, y la serpiente juegue con los niños…