ALEGRÍA Y PAZ
No les resultaba fácil a los discípulos expresar lo que estaban viviendo. Se les ve acudir a toda clase de recursos narrativos. El núcleo, sin embargo, siempre es el mismo: Jesús vive y está de nuevo con ellos. Esto es lo decisivo. Recuperan a Jesús lleno de vida.
Los discípulos se encuentran con el que los ha llamado y al que han abandonado. Las mujeres abrazan al que ha defendido su dignidad y las ha acogido como amigas. Pedro llora al verlo: ya no sabe si lo quiere más que los demás, solo sabe que lo ama. María de Magdala abre su corazón a quien la ha seducido para siempre. Los pobres, las prostitutas y los indeseables lo sienten de nuevo cerca, como en aquellas inolvidables comidas junto a él.
Ya no será como en Galilea. Tendrán que aprender a vivir de la fe. Deberán llenarse de su Espíritu. Tendrán que recordar sus palabras y actualizar sus gestos. Pero Jesús, el Señor, está con ellos, lleno de vida para siempre.
Todos experimentan lo mismo: una paz honda y una alegría incontenible. Las fuentes evangélicas, tan sobrias siempre para hablar de sentimientos, lo subrayan una y otra vez: el Resucitado despierta en ellos alegría y paz. Es tan central esta experiencia que se puede decir, sin exagerar, que de esta paz y esta alegría nació la fuerza evangelizadora de los seguidores de Jesús.
¿Dónde está hoy esa alegría en una Iglesia a veces tan cansada, tan seria, tan poco dada a la sonrisa, con tan poco humor y humildad para reconocer sin problemas sus errores y limitaciones? ¿Dónde está esa paz en una Iglesia tan llena de miedos, tan obsesionada por sus propios problemas, buscando tantas veces su propia defensa antes que la felicidad de la gente?
¿Hasta cuándo podremos seguir defendiendo nuestras doctrinas de manera tan monótona y aburrida, si, al mismo tiempo, no experimentamos la alegría de «vivir en Cristo»? ¿A quién atraerá nuestra fe si a veces no podemos ya ni aparentar que vivimos de ella?
Y, si no vivimos del Resucitado, ¿quién va a llenar nuestro corazón?, ¿dónde se va a alimentar nuestra alegría? Y, si falta la alegría que brota de él, ¿quién va a comunicar algo «nuevo y bueno» a quienes dudan?, ¿quién va a enseñar a creer de manera más viva?, ¿quién va a contagiar esperanza a los que sufren?
José Antonio Pagola
¿Dónde está la alegría?
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Es difícil hallarla en la calle, en la cotidianidad, basta ver los rostros de la gente en el Metro, en los lugares públicos, etc., son pocos los rostros que se perciben alegres -aunque en lo interno, es posible que tengan algo de paz y alegría interior-.
Son pocas las familias que rezan unidas, que asisten a misa unidas, que realizan tareas pastorales unidas. Resulta ser la excepción y no la norma, percatarnos que acudimos a misa y asumimos tareas pastorales de manera individual y particular, no vamos con verdadera alegría en compañía de todo nuestro núcleo familiar.
Ello significa que tampoco podemos percibir la alegría y la paz en nuestros propios hogares, nuestras ‘Iglesias domésticas’.
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¿Dónde está esa paz?
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Pareciera que la divisa es «la Iglesia soy yo», una Iglesia egoísta, no solo llena de miedos y sino priorizando problemas banales de orden material, obviando los verdaderos problemas de índole espiritual, desatendiendo a la gente necesitada, ‘los pequeños’, está bien hacer ‘ollas solidarias’ para los que necesitan pan, pero «no solo de pan vive el hombre».
Como catequista, veo con gran preocupación la fuerte deserción de niños y jóvenes en nuestra Parroquia. Cabe la pregunta, ¿qué hemos hecho para renovar las estrategias de aprendizaje-enseñanza, tomando partido de las extraordinarias y maravillosas experiencias de las escuelas FE Y ALEGRÍA?
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«¡Perdona a tu pueblo, Señor! ¡Perdónalo Señor!»
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Cómo convencer a alguien si no damos el ejemplo. ¿Cómo podemos salir a apagar el incendio en la casa del vecino si tengo la mía en llamas?
¿A quién podré atraer, en especial a niños y jóvenes, si no damos testimonio propio de verdadera fe? Mucha religiosidad, sí, pero poca espiritualidad de comunión, ESPIRITUALIDAD LIBERADORA.
Muchas veces me he hecho esa misma pregunta que el p. Pagola hace en su reflexión: ¿Quién llena mi corazón y alimenta mi alegría?
Por mucho que insisto en querer comunicar algo «nuevo y bueno», renovando mis votos como catequista, asistiendo a los respectivos cursos que nos brinda nuestro Secretariado Catequístico Arquidiocesano, coordinado por mi amigo y hermano en Cristo, el p. Carlos Márquez (en Caracas-Venezuela). Pero ocurre, que solo soy yo el que muestra interés y preocupación por asistir a los enriquecedores y excelentes talleres que se dictan allí, no hay interés en el resto de «catequistas».
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¡Vamos con alegría pues! «los que caminan por la vida, Señor, buscando tu Paz y Amor».
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Muy a pesar de toda esta «pandemia espiritual» que ha contagiado a toda nuestra Iglesia comunidad e Iglesia doméstica, y a pesar de las muchas veces que me asaltan las dudas. En mi caso, íntimo y «egoísta», singular pero especial, es JESÚS, MI HERMANO, MI MAESTRO Y MI SEÑOR, EL RESUCITADO, por siempre -todo en mayúsculas-, si en MAYÚSCULAS, es quien me ha enseñado, no solo a creer de manera más viva, sino también a no desfallecer en la construcción de lo «nuevo y bueno» que es el REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA, aquí en la Tierra como es en el Cielo.
Con direccionalidad y orientación cristiana,
les saluda y les bendice,
Gustavo «Panter» González
ORAR EN TIEMPOS DE CORNAVIRUS CON EL EVANGELIO 2º DE PASCUA
MIRANDO AL EVANGELIO:
-los discípulos están con las puertas cerradas con miedo: lo de Jesús y su Evangelio ha terminado en la cruz. Ahora tienen miedo de haber sido amigos de Jesús y se confinan, encerrados en una casa,
-Jesús aparece en medio de ellos: les da la paz, el Espíritu y les envía para ser instrumentos de fraternidad y de reconciliación
-Tomás, uno de los discípulos que no estuvo cuando vino Jesús, no cree el testimonio de los discípulos: «hemos vista al Señor»; necesita ver y tocar para creer
-«Señor mío y Dios mío» es la confesión de fe de Tomás
MIRANDO A LA VIDA
-ante la situación de fragilidad e impotencia, de duda, miedo y temor por la pandemia del virus, confinados en nuestras casas, también nos sentimos abandonados y con miedo
-también en esta situación percibimos muchos signo de esperanza, de alegría y de solidaridad de personas que desde diversos campos de la sociedad y de la iglesia luchan contra la enfermedad y la muerte que afecta de manera más agresiva a los más vulnerables y descartados
LLAMADAS A LA CONVERSIÓN
-descubrir la presencia de Jesús crucificado/resucitado que en medio de esta situación y nuestras vidas se hace presente y nos presenta sus manos y pies con sus llagas: nos da su paz y su alegría; nos da su Espíritu nos envía a ser testigos de su amor ante las heridas nuestras (sociedad, familia, iglesia…) y las de nuestros hermanos.
– «Porque me has visto crees»?. «Dichosos los que sin ver creen»: llamada a descubrirte en los rostros de nuestros hermanos crucificados, metiendo mis dedos y mano, y poder confesar como Tomás en medio de la comunidad: «Señor mío y Dios mío»
ORAR Y CELEBRAR NUESTRA FE
-Una oración para resucitar de A. P. (ver página web de los grupos de Jesús)
-Padrenuestro de A.P. en tiempos del coronavirus (ver también en la pagina web)
-(Unirnos en familia, solos o con otros en alguna de las celebraciones de la eucaristía que desde diversos modos de los medios de comunicación social, -radio, televisión en internet- se nos ofrecen: desde el Vaticano, diócesis o parroquias)
-La confesión del credo y la comunión espiritual a vivirlos como dos momentos significativos para agradecer el don de la fe, pedir la fuerza del Espíritu y ser testigos de la paz y de la alegría del Crucificado/Resucitado.
Si recordamos las Bienaventuranzas (Bienaventurado=Feliz), nos hablan de la capacidad de ser feliz aún en medio de las desgracia.
No con una alegría bullanguera, fácil y pasajera, sino con la Alegría profunda de nuestra fe en Jesús Resucitado («Vuestra tristeza se convertirá en gozo», nos dijo el Señor).
Vivir con la Confianza en que El es nuestro «invisible y seguro Compañero «en todos los momentos de nuestra aventura humana.
Es verdad que en nuestras celebraciones necesitamos más alegría, de la buena, por encima de a veces tanta obsesión por el rito, la norma y el cumplimiento exacto dela liturgia…