TIEMPOS DE CRISIS
En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.
Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis «tendréis ocasión de dar testimonio». Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Llevamos ya mucho tiempo sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?
Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir «recortes» en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos…). ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana…? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.
José Antonio Pagola
«En tiempos de crisis, tendréis ocasión de dar testimonio»
No nos faltan ocasiones en este mundo nuestro de hoy .
Comparto con vosotros una experiencia de hace unos días. Hace frío y en una esquina de la calle, un mendigo acurrucado tiene ante sí un letrero (normalmente te suelen decir: «tengo hijos que alimentar», o «no tengo donde dormir», o «estoy en paro»…). Pero el letrero que vi esta vez me impresionó, decía: «SOLO ME QUEDA LA ESPERANZA». Se actúa a veces para «tranquilizar la conciencia» y le di una moneda. La persona que paseaba conmigo, tras unos pasos, me dijo: «hay que volver», y volvió, entregándole un buen donativo.
La cara del mendigo era de sorpresa, incredulidad, asombro y tenía mucho de la mirada de un niño… Se me quedó grabada…
Como los que nada tienen, te obsequian con esa forma de mirar, a nada que haces por ellos, y… cómo caes en la cuenta de tu egoísmo, y de tanto como hay donde acudir. La realidad de nuestras comodidades y de lo mucho que nos queda por entregar a los otros… de nuestro tiempo, nuestros bienes, nuestra persona.
¡Señor, que no pasemos de largo!
Ciertamente, el p. Pagola termina su reflexión advirtiéndonos que las crisis crean «empobrecimiento material, además de inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso.» Pero, ante eso también toda crisis, por muy amenazante que pueda ser, es una oportunidad como lo afirmó una vez Albert Einstein:
“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos… Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Esa «crisis amenazadora» que «rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza» es la que hay que evitar. El amor de Dios, como virtud primordial, valor de valores. No sólo permite recuperar la importancia sino también ayuda a percibir la urgencia; dos dimensiones necesarias para saber priorizar cómo debemos salir adelante de las crisis.
En definitiva, es tener una ‘apercepción global’ -conciencia de sí y del mundo entero-; somos ciudadanos del mundo. Es pensar y actuar con una ‘inteligencia colectiva’, digamos mejor es disponer toda «la sabiduría» y «la ciencia», como dones del Espíritu de Dios, a trabajar por la justicia y la paz, por una economía de progreso, en especial, en aquellas regiones más necesitadas. Por tanto, es importante y urgente, es decir, es crítica la necesidad de priorizar nuestra peregrinación por este mundo, con un movimiento sanador y esperanzador, de «espiritualidad liberadora» la cual debe, en primer lugar, iniciarse en el propio seno de las familias, como constructoras de la NUEVA SOCIEDAD.
Gustavo Panter – Caracas, Venezuela