¿NO NECESITAMOS A DIOS
ENTRE NOSOTROS?
Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?
No soy el único. A muchas personas las oigo hablar de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.
Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano?
¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»?
Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre. No parecen necesitar ya de Dios.
Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre?
Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo que realmente queremos?
¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?
Para encontrarnos con ese Dios no hay que ir muy lejos. Basta acercarnos silenciosamente a nosotros mismos. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.
Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal de que te abras a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios.
José Antonio Pagola
Con la pregunta: ¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?
Entendiendo la necesidad de «que Dios nazca de nuevo entre nosotros», pero en mi opinión mejor re-formulemos la pregunta:
¿Si en realidad soy yo el que debe renacer, para Dios? Es decir, experimentar una resurrección, aquí y ahora, en este estado de vida para que nuevamente «brote con luz nuestras conciencias» ¡pero, cuidado! no cualquier conciencia.
En realidad, en este estado de vida materialista, consumista, excluyente y neoliberal abundan las ‘falsas conciencias’, como lo afirmaba Marx al descubrir la relación que existía entre las formas sociales de vida (conciencia de clase) y sus formas mentales y culturales -la «autoconciencia», capacidad que nos permite pensar sobre el propio pensamiento para darnos cuenta de que estamos pensando-.
Son pocas las personas que acuden a nuestros templos para participar en las misas de Adviento y Navidad, con una verdadera intención de fe. Lamentablemente prevalece una ‘falsa conciencia’ en nuestra feligresía cuando adoptamos el catolicismo con una actitud folclórica, superficial, sin compromiso, enviciada con la ‘cultura burguesa’ que ha contagiado inclusive hasta nuestros hermanos y hermanas más necesitados, induciendo en ellos conductas inverosímiles y contradictorias donde se agotan en tareas y actividades que realizan con desespero vendiendo utensilios de utilidad práctica para sí y para sus hogares, y todo para adquirir bienes materiales fútiles como un teléfono inteligente de último modelo.
Pidamos al Señor que en estas fechas esa ‘Nueva Luz’ que vamos a recibir, ilumine cual ‘Estrella de Belén’ la diminuta semilla de fe para que brote sus primeras raíces que nos ayudaran a ¡salvaguardar y fortalecer nuestra pobreza de espíritu!
«Pobreza» que nos permita mantenernos siempre humildes, desarrollando una conciencia limpia ante Dios. Una conciencia que exalte nuestros valores espirituales y mitigue todos los vicios hasta nuestra próxima y definitiva pascua de resurrección con el Señor.
Amén.
Saludos cordiales y muchas bendiciones,
Gustavo «Panter» González
Caracas – Venezuela
Es cierto que nuestro profundo anhelo de Trascendencia está siempre ahí… aunque parezca a veces «enterrado», ignorado…
De sobra constatamos que esta vorágine de la sociedad de consumo no nos da la felicidad. Y aun así, año tras año repetimos las mismas actitudes.
Es hora de despertar.
La Navidad es la llamada, una vez más, de ese Niño que viene para darlo todo y recordarnos que el punto de encuentro con Dios siempre es el hermano.
Dios nos sale al encuentro en Jesús. Y todo lo que le hagamos al hermano, a El mismo se lo hacemos (Mt 25).
Recuerdo esa bonita canción:
«Cuando el pobre nada tiene y aún reparte,
cuando un hombre pasa sed y agua nos da,
cuando el débil a su hermano fortalece:
Va Dios mismo en nuestro mismo caminar».
Que hagamos todo lo posible para recuperar el verdadero sentido de estas Fiestas de Navidad.