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5 Cuaresma – A (Juan 11,1-45)

Evangelio del 29 / Mar / 2020
Publicado el 23/ Mar/ 2020
por Coordinador - Mario González Jurado
espiritualidad, evangelio, renovación

UNA PUERTA ABIERTA

Estamos demasiado atrapados por el «más acá» para preocuparnos del «más allá». Sometidos a un ritmo de vida que nos aturde y esclaviza, abrumados por una información asfixiante de noticias y acontecimientos diarios, fascinados por mil atractivos que el desarrollo técnico pone en nuestras manos, no parece que necesitemos un horizonte más amplio que «esta vida» en la que nos movemos.

¿Para qué pensar en «otra vida»? ¿No es mejor gastar todas nuestras fuerzas en organizar lo mejor posible nuestra existencia en este mundo? ¿No deberíamos esforzarnos al máximo en vivir esta vida de ahora y callarnos respecto a todo lo demás? ¿No es mejor aceptar la vida con su oscuridad y sus enigmas, y dejar «el más allá» como un misterio del que nada sabemos?

Sin embargo, el hombre contemporáneo, como el de todas las épocas, sabe que en el fondo de su ser está latente siempre la pregunta más seria y difícil de responder: ¿qué va a ser de todos y cada uno de nosotros? Cualquiera que sea nuestra ideología o nuestra fe, el verdadero problema al que estamos enfrentados todos es nuestro futuro. ¿Qué final nos espera?

Peter Berger nos ha recordado con profundo realismo que «toda sociedad humana es, en última instancia, una congregación de hombres frente a la muerte». Por ello, es ante la muerte precisamente donde aparece con más claridad «la verdad» de la civilización contemporánea, que, curiosamente, no sabe qué hacer con ella si no es ocultarla y eludir al máximo su trágico desafío.

Más honrada parece la postura de personas como Eduardo Chillida, que en alguna ocasión se expresó en estos términos: «De la muerte, la razón me dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es limitada».

Es aquí donde hemos de situar la postura del creyente, que sabe enfrentarse con realismo y modestia al hecho ineludible de la muerte, pero que lo hace desde una confianza radical en Cristo resucitado. Una confianza que difícilmente puede ser entendida «desde fuera» y que solo puede ser vivida por quien ha escuchado, alguna vez, en el fondo de su ser, las palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». ¿Crees esto?

José Antonio Pagola

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3 Comments
  1. angel 02/04/2020 at 13:51 Responder

    ORAR CON EL EVANGELIO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

    A) MIRANDO AL EVANGELIO.
    En el pasaje evangélico de la resurrección de Lázaro se presenta a Jesús de dos formas reveladoramente contrapuestas:
    – Por una parte está el Jesús que, ante la noticia de la enfermedad de su amigo Lázaro, permanece aparentemente insensible -hasta el punto de dilatar su visita un par de días.
    – El otro Jesús, por contrapartida, se echa a llorar hasta el sollozo cuando es informado de su enfermedad. Conmueve este Jesús que se deshace en lágrimas y sorprende, por el contrario, ese otro Jesús (naturalmente el mismo) que se mantiene entero ante una noticia tan grave.

    *¿Qué significa esto?

    1º Por un lado, Jesús sabe que el mal no tiene verdadero poder sobre este mundo, sabe que su dominio es sólo relativo y temporal. De ahí que se mantenga tan sereno y ecuánime ante la desgracia de su buen amigo Lázaro. Sabe que, pase lo que pase, no será fatal.

    2º Ahora bien, ante el desgarro de Marta y María -sus amigas, deshechas por la pérdida de su hermano-, y ante la generalizada desolación que reina en Betania, su lugar de descanso, Jesús responde con el llanto, abrumado por la terrible y sucia marea del mal, que termina por emponzoñarlo todo.

    Ese mal ha sido ya vencido por Dios, pero sus secuelas siguen devastando al hombre. Jesús, el Cristo, sabe mantenerse en calma, cual maestro, cuando el mal llama a su puerta; pero también sabe responder con un corazón apasionado cuando asiste al estrago de sus obras.

    B) MIRANDO A NUESTRA VIDA DESDE LA SITUACIÓN DEL CORONAVIRUS.
    Ante la crisis mundial suscitada por la pandemia del coronavirus, a los cristianos -y a los buscadores espirituales en general- se nos pide, en primera instancia, esta doble actitud. Primero llorar, luego mantener la calma. No sólo mantener la calma, también es necesario llorar.

    1ª Primera actitud: llorar.- Llorar porque hemos metido el pie en la trampa y porque ahora sufrimos por los dolores del cepo. Llorar porque decimos que la vida es una trampa, convencidos de que hay que acostumbrarse a tener el pie en el cepo. Llorar, sin embargo, no es tan sencillo. Uno llora al principio. Luego se acostumbra y se cansa y, simplemente, deja de llorar. No hay que llorar tanto, nos decimos entonces. Esto no lleva a ninguna parte. Y nos sonamos los mocos y nos llenamos de ruido para olvidarnos de las lágrimas que siguen corriendo durante largo tiempo por dentro.

    Llorar es lo más urgente y primordial, eso no conviene olvidarlo. Llorar es purificar. Hay que pasar por la purificación antes de llegar a la iluminación.

    -Debemos llorar por quienes ya han muerto por este virus, por la muerte que quiere apoderarse de nosotros.
    -Llorar por los que están infectados y por los que se infectarán.
    -Por el egoísmo de quienes sólo piensan en salvarse ellos mismos y por la emoción que despierta ver a quienes aman a los demás.

    2ª Segunda actitud: la calma. ¿Cómo se hace para mantener la calma? Hay un secreto: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios (Jn. 11, 4), dice Jesús cuando es informado de la enfermedad de su amigo. Eso es fe: saber que todo lo que sucede y como sucede es para Su gloria.

    Esta es la confianza que se nos pide en esta situación: creer que todo cuanto sucede -bueno, malo o neutro- es en último término para bien. Ver lo que acontece no como una amenaza, sino como una ocasión para fortalecer el carácter y la relación con los otros y con Dios.

    C) LLAMADAS A LA CONVERSIÓN
    -NO a una piedad obsoleta e infantil.- Esa confianza básica no se improvisa, se entrena con silencio y oración. Hoy -huelga decirlo- la fe está muy denostada. Se confunde con ingenuidad infantil o con una piedad obsoleta y sentimental.
    -SI al coraje de creer.- Casi nadie comprende ya el coraje de creer, el temple que implica confiar. Pocos entienden que la esperanza sea una virtud, la equivocan con un simple talante optimista o con una mera actitud positiva. Una virtud, sin embargo, es siempre fruto de un cultivo o de un entrenamiento. Esto implica una escucha, un descubrimiento, una disciplina, una perseverancia… De ahi que el Evangelio, Jesucristo, es y sea siempre una oferta de Buena Noticia de Salud para todos: «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre, ¿crees esto?»

    +Lázaro es el amigo muerto que hay en nosotros, deberíamos saberlo. Deberíamos saber que los infectados somos nosotros. Sólo cuando descubrimos que este mal lo padecemos todos (y esa es la experiencia de la comunión, que sólo da el espíritu), sólo entonces drena el corazón. Ese corazón humano, tan ensuciado por años de errores, va purificándose en la medida en que sabemos que las heridas del mundo son las nuestras.

    +Esta pandemia nos da la oportunidad de dar un paso de gigantes en nuestra condición humana. En este tiempo de encerramiento domiciliario, decretado por las autoridades, se nos brinda la ocasión -siempre buscada, pocas veces encontrada- de sanar de raíz el corazón: de vaciarlo de estupidez, de vanidad, de ruido…, de sanarlo con meditación y buenas acciones.

    +De darnos cuenta lentamente, como siempre va el Espíritu, de que esta vida es temporal y de que somos peregrinos. Quizá lo habíamos olvidado, quizá preferíamos no pensarlo. Presos por la agitación de estos primeros días, descolocados por la magnitud de la noticia, incrédulos, escépticos, preocupados, miedosos…, ahora ha llegado el momento de mirarnos por dentro para que todo vaya colocándose en su sitio.

    D) COMPROMISOS:
    1º Primero, pues, has de separarte de los demás (quedarte en casa, como se te ha ordenado);
    2º luego de ti mismo (ponerle a Él en el centro, desatender los infinitos reclamos del ego, lleno siempre de miedo y preocupación);
    3º finalmente se te regala un corazón puro, en cuyo centro -¡oh sorpresa!- te encuentras con los demás y contigo mismo: mirar dónde, con quiénes y en qué, cómo y a quienes cuidar sin dejar de cuidarte, aun a riesgo de tu propia vida, al modo de Jesús, como el grano de trigo que para que dé fruto es necesario que caiga en tierra y muera; NADIE TIENE AMOR MÁS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS.

    E) ORAR Y CELEBRAR (ver y elegir las innumerables ofertas de espacios de ejercicios físicos, música, lecturas, poesía, oraciones, reflexiones y celebraciones, que se nos hace desde los medios de comunicación)
    – Terminar siempre con el PADRENUESTRO (ver versión de A. Pagola, que podrás encontrar en esta página, y que podrás enriquecer sus peticiones con y entre silencios)

    Paz y bien

  2. Javier 28/03/2020 at 21:24 Responder

    Cuando piensas en la muerte y en lo que hay después, habitualmente te inquietas, te puede la duda, te domina el miedo o la desesperanza. A mí me pasaba esto hasta que leí con detenimiento y con reflexión la Pasión de Jesús. Siempre me habían explicado la Pasión como algo muy doloroso, insufrible, tremendo pero visto desde el punto de vista del sufrimiento físico de Jesús. Como digo, tras leer la Pasión detenidamente descubrí, en Jesús, un dolor añadido al físico del que aprendí mucho. Supongo que fue algo parecido a un «silencio de Dios Padre». Joven, con todo una misión por delante, una tarea inmensa que completar y de repente todo se trunca. Se queda en una soledad tremenda, angustiado, desconcertado, sin amigos y con su Padre en silencio. Cómo reacciona Jesús ante esta situación personal tremenda y muy humana ¿?. De un modo coherente con su vida. Le dice a su Padre que se haga su voluntad, aunque no la entienda, y no la suya y en el último momento de su vida le habla al Padre y le pregunta porqué le ha abandonado. Sigue creyendo en su Padre. No lo entiende pero confía en Él. Y Dios Padre, le contesta Resucitándolo. Si Jesús, en su faceta más humana, confió en Dios Padre, yo debo aprender a hacer lo mismo. En ello estoy.

  3. mercedes castellano fdez 23/03/2020 at 16:54 Responder

    La gran pregunta a la que nos enfrentamos antes o después . ……
    La Esperanza nos la da Jesús de Nazaret con su Mensaje, su Vida, Muerte y Resurrección .
    Pero eso no nos aminora la preocupación que en nosotros suscita.
    Pienso que más que la misma muerte nos preocupa «el prólogo » de la misma. Enfermedad . , ansiedad dolor, soledad . …etc
    Y sobre todo nos sobrecoge la sola idea de perder a los seres queridos .
    Se me quedó grabado un comentario de D.Miguel de Unamuno , que ante ese «sentimiento trágico de la vida «…él no es que quisiera morir ni mucho menos….pero comentaba que no le importaría haberse muerto ya. …..
    ………..
    El miedo , está ahí Y además es humano y normal que así sea
    Creo que lo que toca es vivir cada día la Presencia que nos habita , en la seguridad de que aún en medio de nuestras oscuridades , siempre va a estar ahí como fundamento de nuestra propia existencia , garantia del sentido de nuestra vida y de que la muerte no tiene la última palabra

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