LA LUZ DE LAS BUENAS OBRAS
Los seres humanos tendemos a aparecer ante los demás como más inteligentes, más buenos, más nobles de lo que realmente somos. Nos pasamos la vida tratando de aparentar ante los demás y ante nosotros mismos una perfección que no poseemos.
Los psicólogos dicen que esta tendencia se debe, sobre todo, al deseo de afirmarnos ante nosotros mismos y ante los otros, para defendernos así de su posible superioridad.
Nos falta la verdad de «las buenas obras», y llenamos nuestra vida de palabrería y de toda clase de disquisiciones. No somos capaces de dar al hijo un ejemplo de vida digna, y nos pasamos los días exigiéndole lo que nosotros no vivimos.
No somos coherentes con nuestra fe cristiana, y tratamos de justificarnos criticando a quienes han abandonado la práctica religiosa. No somos testigos del evangelio, y nos dedicamos a predicarlo a otros.
Tal vez hayamos de comenzar por reconocer pacientemente nuestras incoherencias, para presentar a los demás solo la verdad de nuestra vida. Si tenemos el coraje de aceptar nuestra mediocridad, nos abriremos más fácilmente a la acción de ese Dios que puede transformar todavía nuestra vida.
Jesús habla del peligro de que «la sal se vuelva sosa». San Juan de la Cruz lo dice de otra manera: «Dios os libre que se comience a envanecer la sal, que, aunque más parezca que hace algo por fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios».
Para ser «sal de la tierra», lo importante no es el activismo, la agitación, el protagonismo superficial, sino «las buenas obras» que nacen del amor y de la acción del Espíritu en nosotros.
Con qué atención deberíamos escuchar hoy en la Iglesia estas palabras del mismo Juan de la Cruz: «Adviertan, pues, aquí los que son muy activos y piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios… si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración».
De lo contrario, según el místico doctor, «todo es martillear y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño». En medio de tanta actividad y agitación, ¿dónde están nuestras «buenas obras»? Jesús decía a sus discípulos: «Alumbre vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria al Padre».
José Antonio Pagola
Después de leer todo el comentario he recordado el Cap XIX de la Gaudium et Spes , que siempre se me quedó muy grabado :»…..una de las causas del ateísmo y de la incredulidad moderna, proviene de la inadecuada proposición de verdades de fe .Hay formas de vivir y proponer el Cristianismo, que ocultan más bien que revelan el auténtico Rostro de Dios.»
(sigue estando actual )
Es verdad que la crisis religiosa que padecemos , es innegable y que tendrá múltiples factores ; pero no basta con «echar balones fuera » contra los que han huido
Dando por sentado que se ha actuado con buena voluntad, , no es menos cierto que se han cometido errores .
Bueno es que los reconozcamos para empezar a enmendarlo en lo posible
Quizás se puso más énfasis en el cumplimiento exacto de las normas, del rito, de la ley,,,como expresión de la voluntad divina.
Para Jesús, el Amor de Dios y la conciencia de su designio, es lo que hace la norma
Como dijo el Papa nada más llegar :»Es urgente volver a Jesús «,
Hacerlo de verdad y trabajar por el Reino , sin juzgar, dando la mano, con paciencia, con sinceridad con esperanza ….con Amor