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6 Tiempo ordinario – B (Marcos 1,40-45)

Evangelio del 11 / Feb / 2024
Publicado el 05/ Feb/ 2024
por Coordinador - Mario González Jurado
evangelio, Pagola

CONTRA LA EXCLUSIÓN

En la sociedad judía, el leproso no era solo un enfermo. Era, antes que nada, un impuro. Un ser estigmatizado, sin sitio en la sociedad, sin acogida en ninguna parte, excluido de la vida. El viejo libro del Levítico lo decía en términos claros: «El leproso llevará las vestiduras rasgadas y la cabeza desgreñada… Irá avisando a gritos: Impuro, impuro. Mientras le dura la lepra será impuro. Vivirá aislado y habitará fuera del poblado» (13,45-46).

La actitud correcta, sancionada por las Escrituras, es clara: la sociedad ha de excluir a los leprosos de la convivencia. Es lo mejor para todos. Una postura firme de exclusión y rechazo. Siempre habrá en la sociedad personas que sobran.

Jesús se rebela ante esta situación. En cierta ocasión se le acerca un leproso avisando seguramente a todos de su impureza. Jesús está solo. Tal vez los discípulos han huido horrorizados. El leproso no pide «ser curado», sino «quedar limpio». Lo que busca es verse liberado de la impureza y del rechazo social. Jesús queda conmovido, extiende su mano, «toca» al leproso y le dice: «Quiero. Queda limpio».

Jesús no acepta una sociedad que excluye a leprosos e impuros. No admite el rechazo social hacia los indeseables. Jesús toca al leproso para liberarlo de miedos, prejuicios y tabúes. Lo limpia para decir a todos que Dios no excluye ni castiga a nadie con la marginación. Es la sociedad la que, pensando solo en su seguridad, levanta barreras y excluye de su seno a los indignos.

Hace unos años pudimos escuchar todos la promesa que el responsable máximo del Estado hacía a los ciudadanos: «Barreremos la calle de pequeños delincuentes». Al parecer, en el interior de una sociedad limpia, compuesta por gentes de bien, hay una «basura» que es necesario retirar para que no nos contamine. Una basura, por cierto, no reciclable, pues la cárcel actual no está pensada para rehabilitar a nadie, sino para castigar a los «malos» y defender a los «buenos».

Qué fácil es pensar en la «seguridad ciudadana» y olvidarnos del sufrimiento de pequeños delincuentes, drogadictos, prostitutas, vagabundos y desarraigados. Muchos de ellos no han conocido el calor de un hogar ni la seguridad de un trabajo. Atrapados para siempre, ni saben ni pueden salir de su triste destino. Y a nosotros, ciudadanos ejemplares, solo se nos ocurre barrerlos de nuestras calles. Al parecer, todo muy correcto y muy «cristiano». Y también muy contrario a Dios.

José Antonio Pagola

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One Comment
  1. mercedes castellano fernandez 07/02/2024 at 16:36 Responder

    No podemos olvidar a los excluidos…
    ni dejar de reconocer nuestra «lepra».
    Pedir perdón,
    y ponernos en marcha para ayudar
    a los que la sociedad excluye.

    Señor, si quieres…
    ¡Puedes limpiarme!
    De mis miserias, de mi rencor,
    de perseguir la ruta más fácil,
    de no luchar para ser mejor.
    De las pasiones de toda carne,
    del aferrarme a lo material.
    De que no llegue casi a importarme
    cualquier problema de los demás.
    De ser yo mismo mi propia meta,
    de mi egoísmo y mi vanidad.
    De tanto y tanto como padezco:
    ¡Ten compasión de mi enfermedad!

    Toca mi lepra, ven a curarme
    dame tu mano y ven a ayudarme.
    ¡Y mi ser enfermo podrá sanar!

    Gracias, José Antonio, una vez más por tu reflexión. Dios te bendiga y un abrazo.

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