DETENERNOS
Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. No es fácil liberarnos del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.
Ni siquiera en el propio hogar, invadido por la televisión y escenario de múltiples tensiones, es fácil encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para encontrarnos con nosotros mismos o para descansar gozosamente ante Dios.
Pues bien, precisamente, en estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de silencio, recogimiento y oración, los creyentes mantenemos con frecuencia cerrados nuestros templos e iglesias durante buena parte del día.
Se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.
Cuánto necesitamos los hombres y mujeres de hoy encontrar ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior.
Acostumbrados al ruido y a la agitación, no sospechamos el bienestar del silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado que solo nos alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar en lo más hondo de nuestro ser.
Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde dentro como seres humanos y como creyentes. Según Jesús, la persona «saca el bien de la bondad que atesora en su corazón». El bien no brota de nosotros espontáneamente. Lo hemos de cultivar y hacer crecer en el fondo del corazón. Muchas personas comenzarían a transformar su vida si acertaran a detenerse para escuchar todo lo bueno que Dios suscita en el silencio de su corazón.
José Antonio Pagola
Esta reflexión me recuerda también una pregunta que nos hicieron en una catequesis: ¿quienes cenan en sus hogares? Muchos creímos responder con certeza de que cenábamos en nuestro hogares, pero en realidad no ocurre esto.
La mayoría de los “hogares” -si los hay-, no se percibe tal escenario de remembranza de aquel encuentro, me refiero a la última cena donde estuvo el Señor con sus discípulos.
En realidad, tal momento no solo debe recordarse sino vivirse cada noche, en cada hogar cristiano al terminar la faena del día. Reunidos en familia, en cenáculo, podemos aprovechar ese momento de recogimiento para comunicar, para decir o contar como nos fue durante el día.
Escucharnos todos -como pequeña Iglesia doméstica-, todos en postura de orante, reconociendo y agradeciendo lo bueno y lo malo que nos sucedió durante ese día de faena, empezando por la escucha del más pequeño miembro de la casa y terminando con mamá y papá.
El cenáculo de cada día, debe ser también un momento estelar de encuentro a solas con Dios, nuestra pequeña Iglesia doméstica en plena intimidad col Él. En la misma fórmula en que celebramos la eucaristía diaria, con lectura de la Palabra -lectio divina-, debe ser una experiencia de testimonio cristiano para toda familia cristiana, en definitiva una acción de gracias, que haga «detenernos» en ese ´ultimo instante del día pero en la «pequeña comuna» que es nuestro hogar.
Saludos y bendiciones.
Tiene muchísima razón la reflexión. Solemos andar tan ajetreados que nos falta tiempo para lo esencial.
Casualmente ayer oí una canción: «Dios a la una», en la que Dios dice a una persona «¡hace tiempo que no estamos juntos!» y la persona responde:»…estoy tan ocupado últimamente… pero si te arrimas esta noche a casa, así charlamos y cenamos juntos… Dios… esta noche cenaremos juntos…».
Se me ha quedado grabado, porque es un momento tan propicio, al acabar el día, un rato de silencio, de oración…: «Señor, esta noche cenaremos juntos»… Cada noche reservar, como lo más importante del día, esa Cita.
Lo comparto por si a alguien más ayuda esta canción.