ANUNCIAR A DIOS DESDE UN HORIZONTE NUEVO
Confianza absoluta en la acción salvadora de Dios
El Espíritu de Cristo resucitado está vivo y operante en todo ser humano. Dios está actuando también ahora en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Dios sigue atrayendo y conduciendo a sus hijos hacia la salvación.
Esto significa plantear en nuestras comunidades preguntas decisivas: ¿qué llamadas nos está haciendo Dios a los cristianos de hoy para transformar nuestra manera tradicional de pensar, decir, celebrar y vivir la fe, de manera que propiciemos y facilitemos la acción de Dios en la cultura moderna?
Nuevo comienzo de la fe
Estamos asistiendo al final de un cierto mundo cultural, pero no es el fin del mundo, sino el comienzo de una nueva cultura. Lo mismo podemos decir de la fe. Estamos asistiendo al final de un cierto cristianismo, pero no es el final del cristianismo, sino el nacimiento de una manera nueva de asumir y de vivir la fe en Jesucristo.
Acoger el Evangelio es «ir hacia adelante», aprender a creer desde la sensibilidad, la inteligencia y la libertad de esta nueva cultura; hacer que el Evangelio pueda engendrar una fe nueva al contacto con las preguntas, miedos, aspiraciones, sufrimientos y gozos de nuestros tiempos.
Acoger el Evangelio antes que anunciarlo
Antes de organizar una buena estrategia evangelizadora hemos de preguntarnos si nuestra manera de mirar al mundo, nuestra actitud ante la sociedad, la comunicación que mantenemos con las personas alejadas, la acogida que ofrecemos a los que sufren… son las de Jesús.
Por eso precisamente es necesario promover en nuestras comunidades «espacios de conversión»: necesitamos escuchar con más fidelidad el Evangelio para nacer a una fe nueva.
Caminar con los hombres y mujeres de hoy hacia el reino de Dios
La Iglesia no puede vivir aislada del mundo moderno para centrarse en sí misma, en su futuro, su crisis, su seguridad, sus derechos, sus privilegios… para, desde ahí, hablar a la sociedad viendo en ella solo un peligro o un adversario. Hemos de aprender a vivir en medio de este mundo moderno. Aprender a «vivir en minoría», no de manera dominante y prepotente, sino en actitud de servicio al mundo; aprender a ser el pequeño grupo de seguidores de Jesús, no la poderosa institución que han conocido los tiempos de cristiandad.
No hemos de pensar que nosotros estamos viviendo ya el proyecto del reino de Dios tal como lo quería Jesús, y que lo único que ahora hemos de hacer es que otros se integren en la Iglesia. Nuestra verdadera tarea es colaborar para que el reinado de Dios sea acogido y crezca dentro y fuera de la Iglesia.
Desde una Iglesia signo de salvación para todos
En una sociedad plural donde se difunden y entrecruzan toda clase de mensajes, las gentes no tienen otra oportunidad mejor para conocer el Evangelio que encontrarse con verdaderos creyentes. No conocerán a Jesucristo en los documentos redactados por el magisterio ni en las doctrinas expuestas por los teólogos. La autenticidad de la fe es reconocible en los creyentes que la viven.
Nada hay más importante hoy en la Iglesia que promover procesos de conversión de los que vayan emergiendo testigos de Jesús, que saben vivir estos tiempos desde el Espíritu de Jesús, desde su proyecto y sus actitudes. Estos testigos de Jesús no buscan ser originales ni llamar la atención. No tratan de impactar a nadie. Sencillamente viven su fe en Jesucristo de manera convencida y auténtica.
La Iglesia no debería ser percibida ya por nadie como una institución que impone la fe desde su autoridad sagrada e indiscutible, sino como un espacio fraterno de diálogo y libertad donde se busca y se invita a vivir la vida siguiendo el camino de Jesús.
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA
2. Anunciar a Dios como buena noticia, capítulo 3