La pandemia nos ha mostrado una realidad: para el Coronavirus no existen fronteras, ni diferencias de raza o ideologías. Nos ha puesto delante lo conectados que estamos entre todos y también con nuestro planeta, nuestra Casa común.
Y todos hemos tenido que ir reaccionando ante el reto que se nos ha presentado. La vida es un aprendizaje continuo y esto una oportunidad más.
Caminamos en medio del problema con nuestras capacidades en marcha, nuestras esperanzas y también nuestro dolor y nuestros miedos.
Hemos visto también numerosos ejemplos de entrega y solidaridad admirables.
Nos toca no perder la ocasión de asimilar y aprender, lo que se nos ha evidenciado con todo ello.
Nos dice el Génesis, refiriéndose a la Creación: “Dios terminó en el séptimo día la obra que había hecho, y en ese día descansó de toda su obra” (Gn 2,2). Ya, a partir de entonces, Dios deja la tarea al hombre.
La Creación no ha terminado, está en marcha. Es Dios mismo dándo-SE… continúa su tarea en nosotros por nosotros y con nosotros.
No es cuestión de andar pidiendo a Dios que nos saque las castañas del fuego y enderece nuestras equivocaciones. La aventura y la responsabilidad es nuestra.
Nos toca cuidar y respetar nuestro planeta, no avasallar al hermano, promover sistemas que faciliten un mundo cada vez más humano.
Todo ello, eso sí, con la seguridad de que no hacemos solos el camino. “Nada” nos puede apartar del Amor del Padre (Rom 8,37) porque Él camina junto a nosotros y no hay separación posible.
Traigo aquí, al respecto, un párrafo muy acertado de Unamuno:
“Solo perdido en Ti
es como me encuentro.
No me poseo sino aquí, en tu Abismo,
que envolviéndome todo, eres mi Centro,
pues eres Tú más yo, que soy yo mismo”.
No dejemos car en saco roto todo lo que de aprendizaje positivo nos está aportando esta experiencia que ahora nos ha tocado vivir. Tenemos aún mucho camino por recorrer y “nuestra aventura merece la pena”.
Mercedes Castellano
GVJ Galilea