Libertad para liberar la vida
Jesús es libre, pero no para vivir cultivando obsesivamente su propia autonomía. Es libre, pero no para reclamar y ejercitar egoístamente sus propios derechos. Es libre, pero no para realizarse a sí mismo, al margen de los que sufren. La libertad de Jesús es una libertad para hacer el bien y construir un mundo más humano. Una libertad que nace de su experiencia de un Dios liberador y se orienta siempre a liberar la vida de todo lo que puede deshumanizarla y destruirla. La libertad de Jesús es una Buena Noticia para todos.
Jesús es libre para denunciar el pecado y para sentarse a comer amistosamente con los pecadores. Libre para bendecir y para maldecir, para defender a los oprimidos y para hospedarse en casa del poderoso Zaqueo. Libre para acudir en sábado a la sinagoga y para violar allí mismo la ley del descanso para curar a un enfermo. La libertad de Jesús es una libertad sumamente libre, que solo se deja guiar por el proyecto liberador del Padre, y es capaz de entregar su vida por hacerlo realidad para todos. «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente» (Juan 10,18).
Impulsor de un proceso de liberación individual y social
Cuando Jesús se acerca a los enfermos, no busca solo resolver un problema físico, sino liberar su vida sanándola desde sus raíces. Al contacto con Jesús, el enfermo recupera la confianza en el Dios, amigo de la vida; se libera de la culpa y del miedo; se reafirma en su dignidad; se siente reconciliado con la vida; liberado de la exclusión y de la mendicidad; devuelto de nuevo a la convivencia con sus seres queridos.
Al mismo tiempo, Jesús pone en marcha un proceso de curación social para caminar hacia una convivencia más sana y liberada. Pensemos en sus esfuerzos por crear unas relaciones más humanas entre personas que se respeten más, se comprendan mejor y se perdonen sin condiciones (Mateo 5,21-26; 7,15; 18,21-22). Sus llamadas a una vida liberada de la esclavitud del dinero y la obsesión por las cosas (Mateo 6,21; 6,24). Su empeño en liberar a todos del miedo para vivir desde la confianza absoluta en el Padre (Mateo 10,30-31; 6,25-34). Su ofrecimiento del perdón a personas hundidas en el fracaso moral y la ruptura interior (Marcos 2,1-12; Lucas 7,36-50; Juan 8,1-11).
Hemos de destacar el esfuerzo de Jesús por curar la religión liberándola de tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo, culto vacío de justicia y de amor). Jesús fue un gran curador de la religión: libera de miedos religiosos, no los introduce; hace crecer la libertad, no las servidumbres; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta la compasión, no el resentimiento.
JESÚS, LIBRE PARA AMAR
Sin AMOR no hay LIBERTAD posible.
Es más, yo creo que cada gesto de amor, me libera del yo egocéntrico y me abre el camino hacia la verdadera libertad, la que me lleva a aceptar la voluntad de Dios.
Creo que la verdadera libertad se fundamenta en la misericordia y el amor. Cuando un ser humano ama de verdad, su corazón se vuelve libre, no está supeditado a nada ni a nadie, se complace en hacer el bien, por pura misericordia, es algo que le brota de dentro, de lo más profundo de su ser.
Sorprende comprobar la defensa vehemente que hacen algunos de la libertad, como si en ello les fuera la vida. Lo mío se convierte cada vez más en obsesión, un individualísmo a ultranza, que aparta, rechaza y deja fuera al otro.
Sin embargo, «las jaulas de oro» que muchos se construyen, les convierten en esclavos de sus propias miserias, ajenos al compromiso responsable, la lealtad de la palabra dada, el ejemplo del testimonio creíble.
Sin amor ni misericordia, la tan manida libertad, se convierte en libre albedrío. Es una libertad que nunca da respuestas, nunca «se moja». ¿De qué sirve la libertad del indiferente, de ese hombre y mujer «fidedignos» que «pasan de largo», dejando atrás en el camino, malherido, a un ser humano?
La libertad que se ejerce desde el dominio y sumisión, no podemos considerarla sino como la actitud del que basa su autoridad, no desde el servicio generoso y altruista, sino desde la imposición, bajo amenaza de castigo y exclusión. Y esto se cumple, cuando en lugar de servir al bien de las personas, se «sirve» de ellas para el propio provecho.
Si fuéramos honestos, Jesús sería una verdad viva y sentida entre nosotros. Una verdad de misericordia y amor, realizada a través de gestos y obras, como fue toda su vida.
Una verdad que nos hiciera libres para pensar y sentir sin temores ni amenazas, libertad que nos pusiera «alas», para acudir sin recelos donde el sufrimiento, el abandono y soledad, reclamaran nuestra presencia.
Libres para defender la causa de los «sin voz», los que no cuentan, por que no son objeto de lucro e interés.
LIBRES para dar la cara por la dignidad y los derechos negados a tantos inocentes. Tener decisión y valor para hablar alto y claro, usar la autoridad y el poder para poner a cada cual en su lugar.
Si fuéramos LIBRES sellaríamos nuestros oídos al «qué dirán» de los prejuicios y apariencias, las críticas y murmuraciones, abriríamos nuestro corazón a la Verdad, lo auténtico y creíble.
Jesús Resucitado, me invita a ser libre, a ser testigo de su amor. Yo sé que esta libertad, este señorío del Espíritu, requiere una actitud sincera de superación, que nos permita hacer la voluntad de Dios
-No quiero vuestro silencio vacío e indiferente, silencio que humilla, hace daño e ignora.
-No quiero vuestros sermones y prédicas que suenan a teoría, a libros empolvados y viejos.
-No quiero palabras y promesas incumplidas, engaño, doblez, mentira, oscuras intenciones.
-No quiero que me honréis con vuestros labios y luego denigréis
la dignidad del otro.
-No quiero triunfos comprados con la tristeza y lágrimas del otro, aquél que roba la alegría y esperanza.
-No quiero, no, ignorar al que habéis echado fuera, porque un espacio se le negó, la puerta de vuestro corazón no se abrió.
-Yo, Jesús, te diré en esta Noche de tu presencia Viva y Resucitada, lo que amo y quiero.
-Quiero encuentro y acogida fraterna, palabras de aliento, que despierten la fe y esperanza.
-Quiero ver cumplidos vuestros deseos de reconciliación y paz, sin resentimientos ni venganzas, sin fardos pesados ni penitencias sin fin.
-Quiero la verdad que no se esconde, la honesta actitud de un obrar justo y bueno, libre de apariencias.
-Quiero amor para todos, del que no se compra en farmacias, ni se vende a buen precio, si tiene que pagarlo el débil con su sufrimiento.
-Quiero compartir servicios y tareas, fatigas y descansos, tiempo y afán,
hacer espacio en nuestro corazón, sin cercenar ni vetar la entrada a nadie.
-Quiero misericordia y ternura, contemplar rostros alegres, manos unidas, las heridas sanadas.
-Quiero una Pascua llena de Luz, que devuelva la fe y esperanza de una realidad más humana.
Y Jesús sigue diciendo: Quiero que os améis,»COMO YO OS HE AMADO» y que mi VERDAD os haga LIBRES.
Gracias a José Antonio Pagola, los Grupos de Jesús, van perfilando su camino, nos aporta criterios serios sobre Jesús y su Evangelio, nos trae el aire de una brisa suave, anuncio del nuevo soplo del Espíritu, sin olvidar mantener «las brasas encendidas» de nuestro corazón.
Miren Josune