ESTANCADOS
El papa Francisco está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia… pueden impedir de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación La alegría del Evangelio llega a decir que, si quedamos paralizados por el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en «espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia».
Sus palabras hacen pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿Nos estamos movilizando para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas o seguimos instalados en ese «estancamiento infecundo» del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II fue impulsar el paso desde la «misa», entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, a la «eucaristía» vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Jesucristo resucitado.
Sin duda, a lo largo de estos años hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas celebradas en latín en las que el sacerdote «decía» la misa y el pueblo cristiano venía a «oír» la misa o a «asistir» a la celebración. Pero, ¿no estamos celebrando la eucaristía de manera rutinaria y aburrida?
Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical, porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe débil y vacilante.
Sin duda, todos, presbíteros y laicos, nos hemos de preguntar qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el Concilio, «centro y cumbre de toda la vida cristiana». ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con más fuerza?
El problema es grave. ¿Hemos de seguir «estancados» en un modo de celebración eucarística tan poco atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe?
José Antonio Pagola
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Marina Ibarlucea
Gracias José Antonio Pagola, por seguir alentando a salir de tantas inercias y resistencias como nos paralizan.
Se me ocurre que los Grupos de Jesús presenciales, se reunieran en sus respectivas Parroquias o en otro lugar, para celebrar la Eucaristía y, a su vez, anunciad y llamad por teléfono a personas que quieran participar de la fiesta y el ágape fraterno.
Al principio, sería una vez al mes, independientemente de la Misa y encuentro dominical, para así no interferir en los actos propios de la vida parroquial.
Estos encuentros, crearían lazos de amistad y cercanía, sin duda, aumentaría el número de Grupos de Jesús, dentro de parroquias y comunidades.
La Web Grupos de Jesús y otras web parroquiales podían hacerse portadoras de la iniciativa donde se ponga en marcha, pues todo es empezar.
Otra sugerencia podría darse en la Universidad, pedir permiso, por ejemplo, a Capellanía, para poder ocupar uno de tantos espacios como existen, y preparar todo de manera sencilla, en torno a una mesa con su mantel, unas flores, velas, música y cantos, celebrar la Eucaristía, previo anuncio de los Grupos de Jesús.
Me consta que sacerdotes recién ordenados, se prestarían muy gozosos, a celebrar y presenciar estos encuentros Eucarísticos de los Grupos de Jesús.
Los mayores están cansados, les pesa la vida, en cambio, son los jóvenes quienes están deseando de hacer fecundo su ministerio.
Que el Corpus Christi, nos llene de Amor para compartir, desde el compromiso y la coherencia de nuestra vida.
¿Estancados? Nada de eso, a moverse, y el Cuerpo de Cristo que somos todos-as, se llenará de su Amor y la Sangre será un manantial de Agua Viva.
Miren Josune
Totalmente de acuerdo con el comenterio de Pagola
La Misa debe ser un lugar de festejo , donde haya mayor comunicación , recordando el amor y el servicio que Jesús nos pidió en su última cena
Cristo vive y nos acompañará hasta el fin del mundo
Si pudiéramos comunicar esto sería un punto de atracción
Graciela Bielli