LA FE GRANDE
DE UNA MUJER
La escena es sorprendente. El evangelista Marcos presenta a una mujer desconocida como modelo de fe para las comunidades cristianas. De ella podrán aprender cómo buscar a Jesús con fe, cómo llegar a un contacto sanador con él y cómo encontrar en él la fuerza para iniciar una vida nueva, llena de paz y salud.
A diferencia de Jairo, identificado como «jefe de la sinagoga» y hombre importante en Cafarnaún, esta mujer no es nadie. Solo sabemos que padece una enfermedad secreta, típicamente femenina, que le impide vivir de manera sana su vida de mujer, esposa y madre.
Sufre mucho física y moralmente. Se ha arruinado buscando ayuda en los médicos, pero nadie la ha podido curar. Sin embargo, se resiste a vivir para siempre como una mujer enferma. Está sola. Nadie la ayuda a acercarse a Jesús, pero ella sabrá encontrarse con él.
No espera pasivamente a que Jesús se le acerque y le imponga sus manos. Ella misma lo buscará. Irá superando todos los obstáculos. Hará todo lo que pueda y sepa. Jesús comprenderá su deseo de una vida más sana. Confía plenamente en su fuerza sanadora.
La mujer no se contenta solo con ver a Jesús de lejos. Busca un contacto más directo y personal. Actúa con determinación, pero no de manera alocada. No quiere molestar a nadie. Se acerca por detrás, entre la gente, y le toca el manto. En ese gesto delicado se concreta y expresa su confianza total en Jesús.
Todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos conozcan la fe grande de esta mujer. Cuando ella, asustada y temblorosa, confiesa lo que ha hecho, Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud». Esta mujer, con su capacidad para buscar y acoger la salvación que se nos ofrece en Jesús, es un modelo de fe para todos nosotros.
¿Quién ayuda a las mujeres de nuestros días a encontrarse con Jesús? ¿Quién se esfuerza por comprender los obstáculos que encuentran en algunos sectores de la Iglesia actual para vivir su fe en Cristo «en paz y con salud»? ¿Quién valora la fe y los esfuerzos de las teólogas que, sin apenas apoyo y venciendo toda clase de resistencias y rechazos, trabajan sin descanso por abrir caminos que permitan a la mujer vivir con más dignidad en la Iglesia de Jesús?
Las mujeres no encuentran entre nosotros la acogida, la valoración y la comprensión que encontraban en Jesús. No sabemos mirarlas como las miraba él. Sin embargo, con frecuencia, ellas son también hoy las que con su fe en Jesús y su aliento evangélico sostienen la vida de no pocas comunidades cristianas.
José Antonio Pagola
Audición del comentario
Marina Ibarlucea
Me llama mucho la atención el queJesús «apretujado»·entre tanta gente , sabe que alguien le ha tocado de manera «Diferente»….
La mujer enferma le toca con respeto, con fe, con esperanza , casi con temor….con delicadeza….
Trasladar esta forma de «Tocar», cuando le expreso mis necesidades a El y también cuando soy yo la que me acerco al hermano que me necesita
DESPERTAD A LA VIDA, ES EL SUEÑO DEL AMOR.
Domingo XIII del T.O. Ciclo – B
Talitha qumi, que significa: “Contigo hablo niña, levántate”.
Jesús ama el esplendor de la Vida y también conoce, la fragilidad que nos vuelve vulnerables. Sin embargo, esta realidad, no nos aparta del anhelo y la verdad esencial: todo hombre y mujer tienen un encuentro definitivo con la Vida, «aliento del Espíritu» alentando el Ser, más allá de la caducidad física que es la muerte. Caminemos con Jesús, a través del relato que nos presenta el Evangelio.
Plañideras metiendo ruido con su lamento y estrepitosa algarabía, «bailando al ritmo de la muerte», ahuyentando la realidad: «la niña no está muerta sino dormida». Jesús, acalla las voces que rompen el silencio de la Verdad y Esperanza: nadie debe poner límites a la VIDA, la que sólo Dios alienta.
Es Jesús, hablando una vez más de VIDA, de poner en pie la dignidad, levantar todo cuanto tiene postrado y anonadado a un ser humano. Es la compasión del silencio activo, donde sobran las palabras, logra que seamos contemplativos en acción. Hoy Jesús, sigue diciendo: ¡Talitha qumi, toma mi mano!: yo tengo la fuerza de la sanación que nace del Amor. No te rindas a los “diagnósticos” del mal, de quienes la vida del otr@, nada importa, está sujeta al conveniente. ¡Talitha qumi, adelante!
No acaba el relato, una mujer enferma, la «hemorroísa», sale al encuentro de Jesús; el pudor la impide acercarse, tiene miedo de no ser comprendida en su fragilidad, piensa en su corazón de mujer: con sólo rozar el borde de su túnica, me alcanzará la sanación. Jesús, siente dentro de sí, la fuerza del Espíritu que sale de él: ¿quién me ha tocado?. La mujer, fija su mirada en Jesús, mientras mantiene su mano posada en la orla de su manto y el corazón desborda de profundo Amor y Gratitud.
La ciencia, no puede sanar las carencias más hondas, restablecer la dignidad y el reconocimiento, a los cuales, tiene pleno derecho todo ser humano; no es capaz de paliar enfermedades que surgen cada día a causa del abandono, la soledad, rechazo y exclusión. Existe el «cuidado paliativo» de eficacia probada, pues hace «milagros» en el hombre y mujer, sanando los males que le afligen y causan sufrimiento. Es, sin duda, grandes dosis de Amor.
Frente a los escépticos y agnósticos, de la verdadera y transcendente Vida, instalados «al abrigo» de la ambigua indiferencia, es URGENTE recuperar el valor compasivo del AMOR SANADOR; hacerlo sin necesidad de «plañideras» ni el RUIDO que sólo busca el INRI del otr@. No seamos «aguafiestas» de la Misericordia, en aras de la utilidad y conveniencia, negando la realidad, poniendo en «ciernes» la dignidad y la vida.
Miremos en derredor quien puede estar necesitad@, de la mano tendida que sane y transforme su realidad. Jesús nos llama a alegrarnos, a festejar «el aliento de vida» que brota de su Espíritu.
¡Contigo hablo, mujer, levántate!
Miren Josune.