LIBERAR
LA FUERZA
DEL EVANGELIO
Este relato de la «transfiguración de Jesús» fue desde el comienzo muy popular entre sus seguidores. No es un episodio más. La escena, recreada con diversos recursos de carácter simbólico, es grandiosa. Los evangelistas presentan a Jesús con el rostro resplandeciente mientras conversa con Moisés y Elías.
Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña quedan sobrecogidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que estaban asustados.
La escena culmina de forma extraña: «Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz: Este es mi Hijo amado; escuchadlo». El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores. La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Este mensaje de Jesús encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma casual o distraída.
Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. Su mensaje se pierde entre otras prácticas, costumbres y doctrinas. Es difícil captar su importancia decisiva. La fuerza liberadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu.
Sin embargo, también hoy lo único decisivo que puede ofrecer la Iglesia a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús y su proyecto humanizador del reino de Dios. No podemos seguir reteniendo la fuerza humanizadora de su Palabra.
Hemos de hacer que corra limpia, viva y abundante por nuestras comunidades. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.
Hemos de aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos evangélicos. Ponernos en contacto directo e inmediato con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí empezará la renovación que necesita hoy la Iglesia.
Cuando la institución eclesiástica va perdiendo el poder de atracción que ha tenido durante siglos, hemos de descubrir la atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y vida. Dentro de pocos años nos daremos cuenta de que todo nos está empujando a poner con más fidelidad su Buena Noticia en el centro del cristianismo.
José Antonio Pagola
Audición del comentario
Marina Ibarlucea
TRANSFIGURADOS POR EL AMOR.
Domingo 2° Cuaresma. Ciclo – B
Esta escena, la Transfiguración, la narran los cuatro evangelistas. Camino de Jerusalén, algunos de sus discípulos se niegan a seguir a Jesús, saben que le persiguen a muerte. La escena tiene a la vez, un dramático y profundo sentido. Es preciso serenar, el impetuoso mar de sentimientos, que tiene el corazón de sus discípulos lleno de incertidumbre, de expectante perspectiva. Se preguntan: ¿Qué final nos aguarda, compartiendo la vida, el mensaje de este hombre?
Jesús, decide subir al monte con tres de sus discípulos, los más cercanos: Pedro, Santiago, Juan; quiere que sus amigos compartan, en el silencio de la Naturaleza, un encuentro de oración singular, mostrándoles el Amo, cómo es la Gloria del Padre. Se produce un insólito hecho, que deja sobrecogidos, llenos de sorprendente admiración a sus discípulos.
Jesús «transfigurado», la Luz radiante que emana de su rostro, su túnica de un blanco resplandeciente, ¿qué está pasando? Pedro se llena de sentido entusiasmo, deslumbrado al ver a Jesús, exclama: ¡Señor, qué bien se está aquí!, hagamos tres tiendas y quedémonos contigo. ¿Qué han visto en Jesús?. Él nos revela la presencia de su Luz, su Nueva Humanidad en la Gloria del Padre. ¡Señor, qué alegría de estar aquí! Dentro de su corazón, en medio del gozoso encuentro, oyen al Espíritu del Amor que les dice: «este es mi Hijo, el Amado, escuchadle».
Estos discípulos se negaban a seguir a Jesús hacia Jerusalén, sentían que su muerte, acabaría arruinando todos sus deseos y esperanzas. Jesús, les acompaña a hacer frente a las duras realidades de la vida: “Bajemos del monte – les dice-, y vayamos hasta Jerusalén”. Les ha pedido, no decir a nadie lo que han visto y vivido. Siguen a Jesús y hacen suyo su camino.
Seguir a Jesús, no consiste en dejarnos «deslumbrar» la mirada, por efímeros triunfos, en busca de logros vacíos de testimonio. «Transfigurarse» es disponer el corazón, dejarnos habitar por el Amor y Luz de Jesús, escuchar la «voz» de su Espíritu.
Jesús, íntimamente Amado, mientras dura por siempre el «resplandor» de su Gloria, en la presencia amorosa del Padre. Jesús, asumiendo su generosa entrega por Amor, será hasta la Cruz.
¿Aprendo a «bajar» de mis «cumbres» y aceptar la vida con Esperanza?. Su Amor y Luz me acompaña y habitan.
Miren Josune.