¿AGNÓSTICOS?
Pocos nos han ayudado tanto como Christian Chabanis a conocer la actitud del hombre contemporáneo ante Dios. Sus famosas entrevistas son un documento imprescindible para saber qué piensan hoy los científicos y pensadores más reconocidos acerca de Dios.
Chabanis confiesa que, cuando inició sus entrevistas a los ateos más prestigiosos de nuestros días, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundamentado. En realidad se encontró con que, detrás de graves profesiones de lucidez y honestidad intelectual, se escondía con frecuencia una «una absoluta ausencia de búsqueda de verdad».
No sorprende la constatación del escritor francés, pues algo semejante sucede entre nosotros. Gran parte de los que renuncian a creer en Dios lo hacen sin haber iniciado ningún esfuerzo para buscarlo. Pienso sobre todo en tantos que se confiesan agnósticos, a veces de manera ostentosa, cuando en realidad están muy lejos de una verdadera postura agnóstica.
El agnóstico es una persona que se plantea el problema de Dios y, al no encontrar razones para creer en él, suspende el juicio. El agnosticismo es una búsqueda que termina en frustración. Solo después de haber buscado adopta el agnóstico su postura: «No sé si existe Dios. Yo no encuentro razones ni para creer en él ni para no creer».
La postura más extendida hoy consiste sencillamente en desentenderse de la cuestión de Dios. Muchos de los que se llaman agnósticos son, en realidad, personas que no buscan. Xavier Zubiri diría que son vidas «sin voluntad de verdad real». Les resulta indiferente que Dios exista o no exista. Les da igual que la vida termine aquí o no. A ellos les basta con «dejarse vivir», abandonarse «a lo que fuere», sin ahondar en el misterio del mundo y de la vida.
Pero ¿es esa la postura más humana ante la realidad? ¿Se puede presentar como progresista una vida en la que está ausente la voluntad de buscar la verdad última de nuestra vida? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de todo? ¿Se puede afirmar que es esa la única actitud legítima de honestidad intelectual? ¿Cómo puede uno saber que no es posible creer si nunca ha buscado a Dios?
Querer mantenerse en esa «postura neutral» sin decidirse a favor o en contra de la fe es ya tomar una decisión. La peor de todas, pues equivale a renunciar a buscar una aproximación al misterio último de la realidad.
La postura de Tomás no es la de un agnóstico indiferente, sino la de quien busca reafirmar su fe en la propia experiencia. Por eso, cuando se encuentra con Cristo, se abre confiadamente a él: «Señor mío y Dios mío». ¡Cuánta verdad encierran las palabras de Karl Rahner!: «Es más fácil dejarse hundir en el propio vacío que en el abismo del misterio santo de Dios, pero no supone más coraje ni tampoco más verdad. En todo caso, esta verdad resplandece si se la ama, se la acepta y se la vive como verdad que libera».
José Antonio Pagola
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Marina Ibarlucea
Como siempre. Convincente Pagola. Es una gran ayuda en mi vida espiritual. Sus libros y artículos son imprescindibles.
DICHOSOS LOS QUE SIN VER CREEN.
Domingo 2° de Paskoa – Ciclo B
Jesús nos descubre el «velo» que nos oculta el Misterio de Dios, el Amor que alienta y hace revivir la Vida, sumida en la sombría postración de la muerte, señalando así la realidad de un antes y un después, distinto y verdadero.
Con la certeza creíble de haber visto, escuchado y tocado a Jesús, después de su Nueva presencia, aparece el discípulo Tomás, que nos provoca un cierto desconcierto y estupor ante su aparente «agnosticismo».
Tomás es humano, ha sufrido la pérdida del AMIGO y Maestro, le ha visto morir de manera cruenta, todas sus esperanzas y profundos anhelos se han visto derrumbados, dejándole en la más absoluta orfandad, soledad y abandono, tan sufriente y real, que le cuesta creer en los «cantos de sirena», el relato que le narran sus amigos y amigas, con profunda y real emoción: -Hemos visto y escuchado al SEÑOR Resucitado, eran Verdad sus palabras, es Él.
El ser humano, sumido en el dolor y sufrimiento, pierde con facilidad la confianza y Esperanza; es muy posible se haya dado a sí mismo, su propia respuesta: Si no VEO con mis ojos y no TOCO con mis manos, no CREO. Sin embargo, creer es mucho más que percibir, sentir el lenguaje del AMOR y la VIDA que aletea dentro de nosotros.
La fe siempre será, estar dispuestos a ir más allá de las limitadas certezas de la razón y escuchar la Sabiduría del corazón; ella correrá la «losa» que oculta nuestras sombrías oscuridades e incertidumbre, el miedo y las dudas que cierran el PASO hacia la LUZ y nos vuelven impenetrables a la Verdad de la Fe que conduce a la VIDA.
-¡SEÑOR mío y DIOS mío!
Jesús responde a nuestras «certezas».
-¿Porque me has visto has creido?
¡Dichosos quienes crean sin haber visto!
Vivimos en medio de un mundo que ha ido perdiendo la capacidad de asombro, mirar la vida con los ojos de un niño maravillado, lleno de inocente credulidad.
Hoy se levantan falsas voces de aquí y allá, pretendiendo hacerse acreedoras de la única VERDAD, desfigurando y denostando el Evangelio del Amor y la VIDA, cambiando el contenido y la forma, con el único fin de desvirtuar la VERDAD de Jesús, DIOS y HOMBRE:
Si Jesús es hombre, definitivamente ha de estar muerto, y si además es DIOS, el soberbio «saber y ciencia», se encargará de ignorar su AMOR, único CAMINO que conduce al hombre y la mujer a la RESURRECCIÓN.
El Papa Francisco, nos llama a todos y todas los cristianos, a proclamar la fe en Jesús Resucitado, con valentía, sin importar que nos tilden de «ingénuos»: ¡JESÚS ESTÁ VIVO, HA RESUCITADO! CREEMOS EN SU AMOR Y LA VIDA EN ÉL ¡ALELUYA!
Miren Josune