CURAR LA SORDERA
La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.
También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.
Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: Effetá, es decir, «Ábrete». Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo, sino a su corazón.
Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce bien lo fácil que es vivir sordos a la Palabra de Dios. También hoy hay cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos de hoy es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.
A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar su Buena Noticia, va haciendo su propio camino, olvidada con frecuencia de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.
Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando «doctrina religiosa» de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio de Jesús, cuando es pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, y que sabe salir instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.
José Antonio Pagola
¡Cuánta sordera hay en nosotros! Creemos ser cristianos y lo que hacemos son simples ejercicios de religiosidad. Cumpliendo con rituales y celebraciones. Debemos bien, ser proactivos en anunciar la Palabra y denunciar las injusticias, y ello implica tmbien no quedarnos mudos. Enmudecemos porque sentimos miedo, un miedo humano comprensible pero que no debería paralizarnos, antes bien debería inspirarnos en el trabajo pastoral de llevar el Evangelio, la «Buena y Nueva Noticia» de Jesús, maestro y Señor nuestro.
Sabemos que no es fácil la tarea, porque requerimos que el Señor nos aparte del mundano «ruido de la gente» de nuestra «zona de confort» tal cual como lo hizo con el sordo-mudo y, «a solas, con Él que nos meta sus dedos en nuestros oídos y nos impregne con su saliva nuestra lengua. Y poder sentir de cerca cómo suspira como gesto de gran paciencia, ya que Él no se molesta por nuestra falta de fe, de compromiso y responsabilidad.
¡QUÉ BIEN LO HA HECHO TODO!
Domingo XXIII del T.O. Ciclo – B
¿Es un halago, un elogio entusiasta? Es la convicción de una experiencia vivida y compartida, llena de profunda y creíble certeza.
Sin duda, el hombre y mujer necesitan en su vida, hallar referentes válidos, valores y virtudes que afiancen su obrar y actitudes, de manera honesta y veraz. De niños, han podido ser los padres y maestros, quienes nos han transmitido la Sabiduría, el ejemplo y buen hacer, reflejo de su digno obrar. De esta manera, se han ido forjando las ideas, los pensamientos, hemos adquirido criterio, afianzando las propias convicciones, el conocimiento y sabiduría. Bien conocemos del ser humano, que es innato buscador de la belleza y armonía, la paz, todo cuanto le hace sentirse bien consigo mismo y con los demás. Más, ese camino de búsqueda y hallazgo, no siempre va a dar respuesta a nuestras expectativas; es posible que aparezca la decepción, incluso la frustración y desesperanza.
¡Qué bien lo ha hecho todo! Es la honesta y espontánea exclamación de las gentes sencillas, alabando el obrar y actitudes de Jesús, el coherente testimonio de su vida. Apostar por hacer el bien, hacer justicia a quienes han sido heridos sin culpa alguna, no es tarea ardua como pudieran pensar algunos-as. Nos basta permanecer en el Amor de Jesús, y habitados por la fuerza de su Espíritu, proyectar su Luz, allí donde la fragilidad humana, ha ido dejando tras de sí, heridos y olvidados a tantos inocentes.
Hoy queremos decirle a Jesús: Amigo de los hombres y mujeres, pasaste la vida haciendo el bien, sanando las heridas de la limitación, del pecado y el error, poniendo en pie la dignidad, acogiendo y consolando a los desdichados, llevando sobre tus hombros, las ovejas que encontraste abandonadas y perdidas, retornándolas a donde nunca debieron quedarse fuera, a la intemperie.
Ayúdanos a no romper tu amistad, la que con tanto Amor nos ofreces cada día. Haz que tu Amor nos habite, cambie nuestras actitudes y transforme nuestro obrar. Que puedan reconocer los otros-as, somos en verdad tus amigos-as; como tú queremos hacer el bien de manera honesta, sin caer en protagonismos ni autocomplacencias, que únicamente buscan el aplauso y halago, los fines interesados.
Hacer el bien a los demás, no consiste en experimentar un mayor afecto sensible hacia los otros, ni es un sentimiento de empatía. Es ponerse junto al otro, tratando de hallar alivio y remedio que sane sus heridas.
¡Todo lo ha hecho bien! Sin duda, la vida y el camino de Jesús, estuvieron llenos de gestos y obras de AMOR compasivo, de justa equidad y perdón.
La perfección del corazón y su Sabiduría, se muestran a través de gestos humanos y sencillos, sin otra pretensión que hacer creíble a los demás, ese «rostro» cercano y bueno, lleno del Amor de Dios. Este ha de ser, el I+D de los cristianos del Siglo XXI. Es preciso pues, avivar «las brasas encendidas del corazón», salir de tanta rigidez, tantos pretextos y prejuicios, esas expectativas interesadas que impiden HACER EL BIEN.
Miren Josunne