TOMAR EN SERIO
A JESÚS
El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: «¿Quién decís que soy yo?». En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: «Tú eres el Mesías». Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios, y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
Pero Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús «empezó a enseñarles» que debía sufrir mucho. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco.
Desde el principio les habla «con toda claridad». No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento los acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios. Al final será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Solo al resucitar se verá que Dios está con él.
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para «increparlo». Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer ver a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartarlo de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos y «reprende» literalmente a Pedro con estas palabras: «Ponte detrás de mí, Satanás»: vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. «Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No han de olvidarlas jamás. «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga».
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.
José Antonio Pagola
«Tienen que saber que el sufrimiento los acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios». No se nos oculta que no es fácil seguir a Jesús , DE VERDAD
No basta un seguimiento engañoso y tranquilizador …apoyado en cumplimiento de normas .
Seguir a Jesús es fiarse de El totalmente y comprometerse en la aventura de trabajar por el reino , yendo de su Mano, conscientes de que no es tarea fácil , pero con la certeza de que merece la pena.
Es lo único que puede dar sentido a nuestras vidas .
Y conscientes también de nuestras fragilidad , sin que esto nos arredre, porque El ya nos conce y cuenta con ello.
Aprovecho para agradecer desde aquí a tantos auténticos seguidores de Jesus , ( muchos están en nuestra mente ) que han padecido o padecen incomprensión , persecución más o menos solapada ..Y que siguen valientes en la brecha , dándonos ejemplo .
Dios los bendiga
CON JESÚS, LAS «CUENTAS» CLARAS. Domngo XXIV del T.O. Ciclo – B
La vida de Jesús, Profeta en el tiempo que le tocó vivir, estuvo siempre condicionada por el proyecto de Dios Padre: instaurar el Reino del Amor, que trajera la Salvación a todos los hombres y mujeres de la tierra.
Jesús quiere identificarse a sus amigos y seguidores de una manera singular y, sin duda, determinante, pues tendrá que decir palabras y anunciar acontecimientos que posiblemente no querrán escuchar. Surge luego la pregunta: ¿Quién es Jesús? ¿Qué sentido tiene para mí, el testimonio de su Amor? La pregunta va directa a nuestro yo más íntimo, donde la Verdad nos desnuda de apariencia. Si, nosotros, alardeando de estar en posesión de riquezas y bienes, de tener títulos académicos y ejercer cargos públicos, de dirigir importantes empresas y negocios, tener la influencia, el poder de tantos medios al alcance.. ¡Vaya por Dios! Es para sentirse «desarmado» ante Jesús.
La noticia corría por las ciudades y aldeas de Galilea, extendiéndose más allá de las periferias colindantes, hacia los territorios y lugares por donde Jesús se adentraba, llevando un mensaje de Vida y Verdad, de Amor y libertad. Gentes de toda condición y procedencia, buscando respuestas para su vida: ¿Qué podía decir y ofrecer Jesús a todos ellos, colmando sus expectativas y anhelos más profundos?.
Hombres y mujeres golpeados por la vida: la enfermedad, las múltiples carencias, su propia fragilidad y pecados, buscando sin desmayo alivio. Encontrarse con el poder sanador de Jesús, era para las multitudes dolientes, motivo que hacia albergar en su corazón, la presencia cercana del Mesías anunciado, sentir, por fin, su esperanza y anhelos colmados, la liberación de todos sus males.
El Maestro y Amigo, sigue interpelando la conciencia, y hoy como siempre nos llama a responder: ¿Quién soy yo para tí? Luego vendrá poner, «los puntos sobre las ies», de la Verdad transparente, la cruda realidad de tantos sufrimientos, las obras y actitudes que harán creíble la fe. Sin apariencias ni engaños, sin reclamos, conveniencias pactadas. Las Palabras de Jesús son firmes y rotundas, no hay alternativa a su Amor, sino seguirle con todas las consecuencias: «quien opte por venirse conmigo, vivir el testimonio de mi vida, que cargue y asuma la Cruz».
Contemplamos en este relato, la actitud de Pedro, sin duda, tantas veces parecida a la nuestra, disuadiendo a Jesús de sus planteamientos y proyecto, si han de venir acompañados de sufrimiento: ¡amigo, eso no puede pasarte a tí, no es digno y justo que suceda! Pedro admira y ama a Jesús, ha estado incondicional a su lado, dejando familia, trabajo y bienes. Ahora, le cuesta asumir el reto de Jesús, la Cruz.
La «indignación» de Jesús, nos interpela a dar una respuesta, «caiga quien caiga». No es tiempo de aceptar miedos, recelos, huídas y traiciones, la mera conveniencia. Conocemos el sufrimiento propio y ajeno, el esfuerzo y trabajo que supone erradicar el mal y sanar las heridas. Asumir la Cruz, no es resignación pasiva y alienante, la actitud conformista, silencio cobarde; ha de ser, Camino de Salvación donde todos-as estamos convocados, somos llamados a sanar las heridas y ayudar a vivir, ser «cirineos» del AMOR.
No queremos escuchar a Jesús indignado por nuestras pretensiones y exigencias: ¡apártate de mí, tú piensas como los hombres! En efecto, amar hasta dar la vida, entregar lo más bueno de cuanto nos habita, nunca ha sido «camino de rosas», sino entrega y confianza total, Amando a «corazón abierto», sin cálculo ni medida. De ahí que, lo primero y siempre que hemos de decir: ¡Estoy contigo Jesús!, en las buenas y las malas, sin otra mira que hacer el bien a tu lado, la voluntad de tu Amor.
Miren Josune.