¿QUÉ PODEMOS HACER?
La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.
No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida que haga lo mismo». Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?
Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.
No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de «empobrecernos» poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.
Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…
Para muchos son tiempos difíciles. A todos se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestación de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.
José Antonio Pagola
¿Qué podemos hacer?
¿Cómo podemos ser más creíbles?
¿Cómo podemos ser luz de Jesús?
¿Cómo podemos vivir desde el corazón?
Juan desnuda nuestros disfraces de generosidad y nos lleva allí donde el desamor ha destruido todo atisbo de esperanza. Cuándo somos conscientes de nuestras incoherencias, cuándo el sinsentido ha anidado en nuestras entrañas, en un pequeño establo un recién nacido lo cambia todo.
No lo visitan los maestros de la ley. No lo visitan ni poderosos ni sacerdotes, pero él lo va a cambiar todo. Deambulamos en nuestros desiertos, y cuando abrimos el corazón la sonrisa del recién nacido nos salva y nos urge a derribar las murallas de nuestros miedos, y nos lanza a la vida a amar, a escuchar, a acoger, a tender la mano, a ser el reflejo del niño Jesús que con una sonrisa lo iluminó todo.
REZUMANDO ALEGRÍA Y ESPERANZA.
3° de Adviento. Ciclo – C
Así son las lecturas de hoy, todas ellas impregnadas de la alegría y Esperanza que produce, la cercanía de Jesús, saliendo al encuentro del hombre y la mujer. Es el regalo del Amor, cuyos efectos generan plena confianza y aliento de vida, el júbilo ante el perdón y la Misericordia. Es el momento de la contemplación de nuestra interioridad, para preparar nuestro corazón, todo nuestro SER, a la acción provechosa y fecunda.
¿Qué debemos hacer nosotros-as, los hombres y mujeres del Siglo XXI?
Bien sabemos, que los tiempos con sus realidades, nunca han sido los mismos ni vividos de igual manera. La Humanidad ha conocido días de gloria y esplendor, también de desolación y ruina. La mujer y el hombre, han aprendido con esfuerzo y voluntad, a abrirse camino superando los obstáculos y no pocas adversidades.
La concepción hedonista del gozo y el placer, nos ha traído la falsa utopía de creer, que todo es «miel sobre hojuelas» el Paraíso soñado. Otros, llevados de un realismo frustrante y desalentador, han precipitado su vida, en el abismo del sin sentido y el vacío existencial.
Los cristianos-as no tenemos otra meta, horizonte y proyecto, que el buen Camino señalado por Jesús: vivir por y para el AMOR. Es la opción libre, la que debe dar sentido a nuestra manera de obrar y el testimonio de nuestra vida.
La alegría y Esperanza que todo ser humano está llamado a compartir, no es fruto de la euforia efímera del momento, el ‘subidón», que dicen quienes se pasan de la embriaguez del alcohol y placeres. No así, ha de ser nuestra actitud y obrar cristiano, sino tomar plena conciencia del sentido de la propia vida, la realidad profunda e íntima, arraigada en el corazón, llamada a transformar cuanto nos hace daño y ofende a Dios.
Así, aprenderemos a ser más íntegros y honestos, creíbles ante los demás. Es tiempo de Esperanza y Alegría, también de Conversión. Poner el yo egocéntrico «patas arriba» y dejar que el aliento del Espíritu, penetre con fuerza en nuestro corazón, dejando en él, un espacio diáfano y transparente, donde los otros encuentren cobijo y la ternura del Amor.
La Alegría de la espera confiada, ha de estar impregnada de Amor. Acojamos el anuncio de Juan, las exigencias del compromiso, tenía y sigue teniendo, la implicación de una respuesta, la que nos abre al Amor, prepara y allana el camino a Jesús que viene. Desde la humilde Conversión del corazón, decimos:
¿Qué tenemos que hacer? Juan pone luz a las expectativas de esa Humanidad cansada, escéptica y sin fe, la que busca sin encontrar, llama sin obtener, pide el gesto humano del AMOR.
Juan insiste una y otra vez, sobre la idea del reparto justo y digno, la equidad en el obrar, el reconocer al otro, no como a un rival a abatir, sino como hermano al que debo AMAR. Allanar el Camino a Jesús, es dejar que su Espíritu halle acogida, en la intimidad de nuestro corazón; será la actitud buena de saber escuchar su Palabra y darle el ¡SI! confiado.
Miren Josune.