CURADOR
Según Marcos, la primera actuación pública de Jesús fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en la sinagoga de Cafarnaún. Es una escena sobrecogedora, narrada para que, desde el comienzo, los lectores descubran la fuerza curadora y liberadora de Jesús.
Es sábado y el pueblo se encuentra reunido en la sinagoga para escuchar el comentario de la Ley explicado por los escribas. Por primera vez Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios precisamente en el lugar donde se enseñan oficialmente al pueblo las tradiciones religiosas de Israel.
La gente queda sorprendida al escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora han estado escuchando noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es diferente. No repite lo que ha oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con libertad y sin miedos un Dios bueno.
De pronto, un hombre se pone a gritar: «¿Has venido a destruirnos?». Al escuchar el mensaje de Jesús se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se le derrumba. Se nos dice que está poseído por un «espíritu inmundo», hostil a Dios. ¿Qué fuerzas extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué experiencias dañinas y perversas le bloquean el camino hacia el Dios bueno que anuncia Jesús?
Jesús no se acobarda. Ve al pobre hombre oprimido por el mal y grita: «¡Cállate y sal de este hombre!». Ordena que se callen esas voces malignas que no le dejan encontrarse con Dios ni consigo mismo. Que recupere el silencio que sana lo más profundo del ser humano.
El narrador describe la curación de manera dramática. En un último esfuerzo por destruirlo, el espíritu «lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él». Jesús ha logrado liberar al hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a las tinieblas y al miedo a Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de Jesús.
No pocas personas viven en su interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin verdad. Lo sienten no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús siempre empieza a curarnos liberándonos de un Dios opresor.
Sus palabras despiertan la confianza y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor de Dios, no hacia el sometimiento ciego a la Ley. Su presencia hace crecer la libertad, no las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura porque nos enseña a vivir solo de la bondad, el perdón y el amor, que no excluye a nadie. Sana porque nos libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la egolatría.
José Antonio Pagola
Audición del comentario
Marina Ibarlucea
Pienso que no se puede vivir mucho tiempo con imágenes falsas de Dios en nuestro interior; y pueden pasar dos cosas:
1) Que se acaben rechazando porque nada te aportan ni ayudan en tu crecimiento personal… sino más bien te estorban y abandonas… Y ahí queda todo, tristemente.
2) Que tu inconformismo con esas imágenes falsas te lance a la búsqueda del Dios vivo y verdadero y emprendes afortunadamente ese camino.
Cuando encuentras gente como Jesús , que es capaz de proclamar la Buena Noticia, algo se despierta en nosotros… algo resuena en nuestro interior que te dice: «SÍ….por aquí «. Y la consecuencia es siempre la liberación de un dios opresor que da paso al Amigo y Compañero que libera y compromete a un tiempo en el desarrollo y vivencia del amor auténtico.
LA SANACIÓN NACE DEL AMOR
Domingo 4° del T.O. Ciclo B
Mi mirada interior contempla a Jesús, sanando la atormentada mente de un hombre enfermo, poseído de un espíritu maligno, el cual, no le deja vivir tranquilo; se siente amenazado, esclavo de sus miedos y fantasmas, tanto, que no percibe en el compasivo gesto de Jesús, posarse sobre su vida el «bálsamo» del AMOR.
No toda enfermedad tiene curación a través de tratamientos y métodos terapeúticos. La ciencia no ha logrado descubrir dónde radican los males del espíritu, que son la causa de tantos sufrimientos. Es evidente que el mal y sus consecuencias existe, trastoca las actitudes y obrar, genera heridas y es causa de daño propio y ajeno.
Jesús, cuya Sabiduría conocía dónde radicaba el poder sanador del Amor, no tuvo jamás otro deseo más íntimo y profundo, que liberar al hombre y la mujer de la lacra del pecado y sus consecuencias. Expulsar al maligno del corazón humano, no es tarea fácil, ni antes ni ahora; vivimos tiempos de verdadera exaltación del mal, donde no se respeta ni la Creación ni en ella al ser humano. Es preciso preservar por encima de todo la dignidad, «alzar la voz» frente a actitudes y normas que hacen caer sobre la vida del otro, el estigma y oprobio. Condenamos al supuesto pecador, mientras se hace verdadera «apología del pecado». ¿No es la conducta permisiva y tolerante con el mal, el virus que invade nuestra sociedad?
Sin duda, hemos tenido alguna vez, la experiencia sanadora del AMOR Y MISERICORDIA, el sumo bien que nos ha hecho sentirnos comprendidos y amados, tener la certeza del perdón y consuelo, capaz de sanar las heridas, así como recobrar la plena salud de nuestro espíritu, llenándonos de paz y alegría gozosa.
Es posible vencer el mal, lograrlo se consigue con AMOR. Alguien dijo: «la locura con palo se cura». Quien sigue a Jesús, no usa «los palos», tampoco actitudes de clara soberbia y dominio, «ordeno y mando», sino que AMA sin tregua ni descanso.
¿La autoridad de Jesús? Radica en la Verdad de la Sabiduría de su AMOR, la que el Padre le hizo portador, a través de su inefable Misericordia: «Como el Padre me ha amado, así os amo yo». Quien ama así, respeta la dignidad del ser humano, transforma su vida, sana su fragilidad. Lleva en sí, la autoridad del fiel y verdadero seguidor de Jesús, quien permanece y está habitado por su Amor. Salvemos con Misericordia, la dignidad del ser humano, no exaltar el «morbo» hacia su pecado, creernos inmunes del mal ajeno.
Miren Josune