EN MEDIO
DE LA CRISIS
Muchas personas siguen sufriendo de muchas maneras crisis económica. No nos hemos de engañar. No podemos mirar a otro lado. En nuestro entorno más o menos cercano nos iremos encontrando con familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas de desahucio, vecinos golpeados por el paro, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación.
Nadie sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. En algunas familias podrá ir creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización. Es previsible que aumenten los conflictos. Es fácil que crezca en algunos el egoísmo y la obsesión por la propia seguridad.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y no necesitamos. Se pueden estrechar los lazos y la mutua ayuda dentro de las familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más olvidados.
También nuestras comunidades cristianas pueden crecer en amor fraterno. Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso de solidaridad práctica.
Hemos de sacudir nuestra rutina y mediocridad. No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quienes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos. Nos ha de despertar de la «ilusión de inocencia» que nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros intereses. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir con lucidez cristiana, sin perder la dignidad ni la esperanza.
José Antonio Pagola
Fe de erratas:
en el sexto párrafo, donde dice:
«y una base de experiencia aprovechar los dones de la Sabiduría…»
debe decir (colocar la preposición ‘para’):
«y una base de experiencia para aprovechar los dones de la Sabiduría…»
PD: Disculpen que no revisé bien el comentario.
Gustavo «Panter» González
Parroquia «Nuestra Señora Reina del Mundo»
Caracas – Venezuela
Queridxs hermanxs:
Comulgo con la reflexión del padre Pagola, porque anuncia y denuncia -cual profeta- la realidad de un mundo en crisis. Una frase de Marx que ha sido constantemente utilizada me viene a la mente con esta reflexión, pero que tradicional y «folclóricamente» la citan de forma incompleta y descontextualizada. Lo que Marx escribió fue lo siguiente:
«La religión es el espíritu de un mundo sin espíritu, el quejido de las criaturas oprimidas. Es el opio del pueblo».
¡El quejido de las criaturas oprimidas! Si, ciertamente la(s) religión(es) actúa(n) como una droga, una medicamentación para calmar el dolor, para aliviar el sufrimiento en «este valle de lágrimas» -el mundo en crisis-.
La denuncia del padre Pagola nos advierte de la ‘miseria religiosa’, en que caemos muchas personas. Dejamos de ser cristianos por hacernos religiosos. Denuncia que también hace el monseñor Juan Manuel Fuentes González, párroco de nuestra comunidad (parroquia Nuestra Señora Reina del Mundo, en Caracas-Venezuela). Una religiosidad fatua, expresión de la miseria espiritual en que se halla la humanidad, la crisis no es económica sino de valores, y de valores espirituales.
La religión -a igual que el opio- es el bálsamo para la criatura oprimida, «el sentimiento de un mundo sin espíritu», así como el espíritu de una situación «frívola y consumista» cada vez nos aleja del «proyecto humanizador» que la Iglesia toda, universal, diríamos macro-ecuménica, la GRAN IGLESIA CATÓLICA -en mayúsculas- deje de ser medicamento -el opio del pueblo- para convertirse en «Alimento», «PAN DE VIDA» para todos los pueblos del mundo.
Se necesita por tanto, antes que «la abolición de la religión» que nosotros organizados como ‘Grupos de Jesús’ debemos actuar como «organizaciones inteligentes» conformando verdaderos equipos de trabajo evangelizador, con «fuerza humanizadora» percibiendo las nuevas realidades -el cambio de época-, generando nuevo conocimiento y una base de experiencia aprovechar los dones de la Sabiduría y el Entendimiento que nos brinda el Espíritu de Dios.
La actual «ilusión de inocencia» como felicidad ilusoria del pueblo ha servido para mantenernos en una «rutina y mediocridad» que aprovecha ‘la super-estructura’ del sistema capitalista, neo-liberal, excluyente y depredador.
La exigencia de renunciar a la rutina y el ritualismo de la religiosidad, que deviene en peligroso fanatismo apagando la «lucidez cristiana», caemos muchas personas en la tentación del confort que brinda la ilusión de que el Reino de Dios y su justicia vendrá sólo, como el maná caído del cielo en tiempos de Moisés. Pero, Dios no actúa solo, sino a través de nosotros, somos sus «instrumentos».
Pero tales instrumentos deben actuar de forma organizada, como una ‘organización inteligente’ y que mejor fórmula que ‘la familia’, actuando como pequeña «Iglesia Doméstica», aquí tenemos la solución más versátil y simple (en cuanto al número de miembros: papá-mamá-hijos) pero complicada (en cuanto al sin fin de co-implicaciones que existen en su funcionamiento) que tiene la humanidad para salir de la crisis.
Cada familia cristiana, como Iglesia doméstica, debe ser el nuevo marco para que actúe como «organización inteligente», en la que el entendimiento y la sabiduría -como dones de Dios-, la creación del conocimiento y la experiencia -como dones de la persona humana-, y el discernimiento y la toma de decisiones estén encaminadas aquí y ahora hacia la construcción de una NUEVA SOCIEDAD: el Reino de Dios en la tierra.
Saludos y bendiciones,
Gustavo «Panter» González