EL LEPROSO
Piel lacerada, llagas profundas,
Carne que sufre, daño y dolor.
Es el leproso y su podredumbre,
A la vista infunden
asco y temor.
Porque te ha visto,
a ti se acerca,
ya que confía en tu corazón.
“Señor, si quieres, puedes limpiarme”,
y, a su contacto, tu pobre carne
ha recobrado fuerza y frescor.
Como el leproso, a ti me acerco,
mira mi “lepra”, ¡ten compasión!
Señor, si quieres, puedes limpiarme:
de mis miserias, de mi rencor,
de perseguir la ruta más fácil
y no luchar para ser mejor.
De las pasiones de toda carne,
del aferrarme a lo material,
de que no llegue casi a importarme
ningún problema de los demás.
De ser yo mismo, mi propia meta,
de mi egoísmo y mi vanidad,
de tanto y tanto como padezco,
¡Ten compasión de mi enfermedad!
Mercedes, GVJ Galilea