APRENDER A ADORAR
A DIOS
Hoy se habla mucho de crisis de fe, pero apenas se dice algo sobre la crisis del sentimiento religioso. Y, sin embargo, como apunta algún teólogo, el drama del hombre contemporáneo no es, tal vez, su incapacidad para creer, sino su dificultad para sentir a Dios como Dios. Incluso los mismos que se dicen creyentes parecen estar perdiendo capacidad para vivir ciertas actitudes religiosas ante Dios.
Un ejemplo claro es la dificultad para adorarlo. En tiempos no muy lejanos parecía fácil sentir reverencia y adoración ante la inmensidad y el misterio insondable de Dios. Es más difícil hoy adorar a quien hemos reducido a un ser extraño, incómodo y superfluo.
Para adorar a Dios es necesario sentirnos criaturas, infinitamente pequeñas ante él, pero infinitamente amadas por él; admirar su grandeza insondable y gustar su presencia cercana y amorosa que envuelve todo nuestro ser. La adoración es admiración. Es amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante él, admirando su misterio desde nuestra pequeñez.
Nuestra dificultad para adorar proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras, sin detenerse nunca ante lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.
Por otra parte, para adorar a Dios es necesario detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la vida amorosamente hasta el fondo comenzará a vislumbrar las huellas de Dios antes de lo que sospecha.
Solo Dios es adorable. Ni las cosas más valiosas ni las personas más amadas son dignas de ser adoradas como él. Por eso solo quien es libre interiormente puede adorar a Dios de verdad.
Esta adoración a Dios no aleja del compromiso. Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye al ser humano, que es su «imagen sagrada». Quien adora al Creador respeta y defiende su creación. Están íntimamente unidas adoración y solidaridad, adoración y ecología. Se entienden las palabras del gran científico y místico Teilhard de Chardin: «Cuanto más hombre se haga el hombre, más experimentará la necesidad de adorar».
El relato de los magos nos ofrece un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el fondo, captar signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a ese Dios encarnado en nuestra existencia.
José Antonio Pagola
Ante todo, quiero expresar mi salutación y felicitación a todas las personas que conforman Grupos de Jesús en el mundo, en este 2020 -con la Esperanza de que podamos hacer de este, al menos en aspiración seglar, sacar la doble ‘calificación escolar’ que simbólicamente representa-.
Aprovechando el comentario de la hermana Patricia, quien me antecede con su interesante comentario. Ella hace referencia a tres palabras claves, las cuales hacen una perfecta trilogía. Yo he querido expresarlas en una singular conceptografía o ‘ecuación simbólica’:
[Amor a Dios] = [Adoración] + [Admiración];
Hay una urgente necesidad de un ‘diálogo profundo’ para con Dios para producir en nuestro ser interior, ese ‘entendimiento agente’ y percibir todo el simbolismo que representa el relato de los magos [Adoración].
¿Magos o científicos?
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Tres personajes con espiritualidad de comunión [Amor a Dios], de la cual surgen esas formas simbólicas (los regalos de los magos) cuyo ‘entendimiento paciente’ nos debe conducir a tomar parte de la escena -aquí y ahora- la idea de aprendizaje, cual magos-sabios; la idea de crecimiento, cual reyes-virtuosos y la idea de perfección, cual seres humanos llamados a la santidad.
De otra parte, es interesante revisar la biografía de p. Pierre Teilhard de Chardin. Cuyo pensamiento y obras tuvo valoraciones negativas y positivas.
Hoy en los albores del siglo XXI, observo con preocupación como personas se volcan cada vez más a la astrología y al misticismo para tratar de descubrir «secretos» relacionados con el espiritismo y la reencarnación, entre otras manifestaciones que nos alejan de Dios. Y nadie critica sus elucubraciones, mas bien se toman como palabra cierta, y algunas han llegado al escenario mundial obteniendo reconocimientos convirtiéndolas en seres cuasi-dioses de gran admiración y hasta adoración por ello.
Como nos cuesta en el ‘contexto del descubrimiento’ hacer un esfuerzo mínimo para acercarnos al Dios verdadero, en especial al Dios niño para adorarle y admirarle con todo el esplendor de la verdad que representa -la «Epifanía del Señor»-.
Es extraño pensar cuán cerca podemos estar de Dios, y como nos cuesta descubrir su fórmula amorosa:
[AMOR DE DIOS] = [CARIÑO] + [CARIDAD] + [COMPROMISO]
Ese [CARIÑO] manifiesto por ser criaturas hechas a imagen y semejanza de Él. Seres humanos para interiorizar y comprender la Palabra: «Al principio existía la Palabra…».
Esa [CARIDAD] que debemos mostrar en nuestro caminar, ya que nunca andamos solos sino en compañía de Él. Ser apóstoles para dar testimonio de la Palabra «…y la Palabra era Dios.».
Ese [COMPROMISO] que debemos asumir como discípulos suyos, en imitación a María la «Virgen de Pentecostés» -madre y modelo de discípulo- para escuchar la Palabra, interiorizarla y luego anunciarla al mundo «y la Palabra se hizo carne…».
En el contexto de la justificación, debemos desarrollar ese ‘entendimiento paciente’ para conceptualizar la ‘idea de Dios’ -para muchos, es una idea construida por el hombre, fórmula del ateísmo vulgar- considerando y/o enmaterializando la «idea de Dios» para que se haga REALIDAD ÚLTIMA, primero en nuestro ser interior, interiorizándola y seguir profundizando en los valores cristianos y en su fundamentación. Y luego, para dar testimonio tal como lo hizo María que es «un catecismo viviente».
Muchas veces nos asalta la duda, fomentando estos valores cristianos en medio de la crisis social que se vive, percibiendo con terror como se impone de manera irracional muchos preceptos religiosos sustentados en la superstición.
Hay que llamar la atención en especial a nuestros hermanos separados, quienes han relativizado los valores para que vuelvan sus miradas a lo esencial en el ser humano.
Y a manera de conclusión. Son necesarias personalidades como las del p. Pierre o del abate Georges Lemaître (1894-1996), sacerdote católico y el más famoso astrónomo belga, quien amaba el vino y la buena mesa y era una figura popular en la Pontificia Academia de Ciencias. Pero, a igual que los ‘alquimistas medievales’ el resto de los hombres de ciencia fueron remisos en prestar atención a su teoría del «átomo primordial».
Saludos y muchas bendiciones,
Gustavo «Panter» González
Me resulta muy interesante este artículo pero sólo puedo pensar en mi experiencia aunque entiendo que no se puede generalizar. Creo que en cuestión de fe más que en cualquier otra cosa hay que hacer la experiencia personal. Es verdad que este mundo en que vivimos nos pone difícil muchas veces el sentir a Dios en una experiencia movilizadora hasta sentir la Adoración, la necesidad de adorar. Pero si estamos en este mundo y este es nuestro tiempo, ya sabrá Dios por qué! Creo no necesitamos demasiada creatividad para encontrarLe y maravillarnos por su Grandeza en alguna situación.
Creo, humildemente porque he experimentado que sólo sentí la necesidad de adorarLo cuando nuestra relación creció y Su amor inmenso fue tan evidente que se hizo necesidad en mi. Mi ser comenzó a necesitar su presencia, comenzó la búsqueda del silencio, del espacio apropiado, del momento esperado durante todo el día. Pero todo comenzó con la relación, con atender mi relación con Él, y relación es amor. Sucede lo mismo con nuestros hermanos. Cuántas veces nos negamos a alguien porque no nos cae bien o porque no queremos intentarlo más y de pronto sucede lo impensable, nos conocemos mejor, mejora el diálogo, hay puntos en común y aparece el amor, aparece Él y su dinámica del Amor que todo lo puede.
Es un desafío para las comunidades ayudarnos los unos a los otros en esta tarea de motivar ése amor y generar esos espacios de reflexión que son tan importantes como el Alimento de cada domingo. Amar, Adorar, Admirar, creo son parte del círculo virtuoso de un corazón enamorado de Dios. Con esta experiencia interior el Misterio encuentra tierra fértil y todo se vuelve lo que debe ser y las posibilidades de ser amor para los demás se vuelven reales e infinitas.