El GVJ Shemá-Effetá ha terminado la sexta etapa del proceso de Grupos de Jesús, titulada “Llamados a seguir a Jesús”, que incluye los temas 32 a 36. Como final de etapa, ha hecho una evaluación cuyos resultados nos comparten.
Evaluación sexta etapa «LLamados a seguir a Jesús»
Llega un nuevo momento para evaluar “nuestra” escucha y adhesión a Jesús (en su apremiante y concreta llamada personal/grupal a seguirlo cada vez “más” de cerca). Ya pudimos conocer su estilo de vida, su pasión por Dios, su entrega a los que sufren, su Proyecto del Reino…
¿Estuve, en todo este tiempo, atento/a a las llamadas que el Dios de Jesús fue dirigiéndome conforme fui transitando este “proceso” que se hace camino con/junto a otros? ¿Sí? ¿No? ¿Cómo?
Procuré estar muy atenta a las llamadas del Dios de Jesús. No quiero decir con esto que siempre lo logré. Pero, finalmente, lo intenté. Realmente es de gran ayuda estar en un grupo como este. Sola no hubiera podido. Mil gracias a todos.
Creo que sí estuve más atento a las “llamadas” de Dios a través de la vida de cada día –sobre todo en esta última etapa compartida–: Lo sentí mucho más cerca de mí a través de la compañía de mi familia.
He tratado de estarlo. De ser más sensible a las mociones que el Espíritu Santo va suscitando en mi vida a través de mis hermanos.
Lo he intentado, y me ha ayudado el contrastar lo que Jesús percibía como el Reino de Dios y los “reinos” que tenemos hoy en día. Está claro que queda mucho por hacer. Las llamadas son, a veces, a tomar una actitud vital ante los problemas cotidianos que se nos presentan, tomando finalmente decisiones que sostengan nuestra fidelidad al Reinado de Dios.
Sí, a través de la escucha, la solidaridad y la justicia con nuestros prójimos, empezando por los de mi familia.
En todo momento no he estado atenta, si bien, me ha quedado mucho más del Espíritu de Dios que antes de trabajar las lecturas en este grupo.
¿Me mostré enteramente disponible para mi grupo? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?
Creo que la mayor parte del tiempo sí estuve disponible para el grupo. Por la razón que, a esta altura, siento ya de verdad a todos como a hermanos muy queridos.
Por el rol temporal que me correspondió desarrollar, sí estuve 100% disponible para mi grupo. Sentía que era gran responsabilidad mía el comprometernos decididamente a caminar en conjunto, animados por un solo Espíritu.
No. Últimamente tuve algunos inconvenientes debido a mis estudios universitarios; a veces he descuidado al grupo por las tareas y exámenes, pero en mis oraciones siempre están presentes.
He estado disponible para mi grupo. El mostrarlo es otra cosa. Confieso no ser muy expresivo emocionalmente.
No, a pesar de que estuve pendiente de compartir a tiempo mis aportes y orar por todos los miembros del grupo, hubo mensajes que se quedaron sin poder compartir con el resto del grupo por negligencia, no respondí del todo al llamado.
Siempre se falla en algo. Lo que sí puedo afirmar es que cada vez más me siento unida al grupo.
¿Cómo fuimos abriendo juntos caminos “específicos” a este Dios que quiere construir un mundo más digno, justo y fraterno?
No cabe duda de que Dios nos habla a través del otro: Gracias a la erudición de unos o a la buena predisposición de los otros; y a mí, nada… me hicieron reflexionar, en más de una ocasión, de que debería esforzarme un poco más.
Creo que, “limitados” por la pandemia global, cada uno procuró –en la medida de sus posibilidades– compartir con los demás aquello que iba pensando, sintiendo y haciendo conforme iba de camino. El “toque” de cada uno contribuyó al “mosaico” conformado finalmente por todos.
Cambiando de actitud y dejando que Jesús me moldee para ser más misericordioso como Él.
Para mí ha sido un camino donde conocer mejor a Jesús. Los diferentes puntos de vista de los miembros del grupo ayudan a verle de diferente manera a la que uno podría verle, a veces, a solas. Hay algunas congruencias y otras tantas diferencias, pero todo ayuda en verdad a nuestra conversión, una conversión que tiene que ser personal o no lo es.
La confianza, el respeto y la fraternidad del grupo han sido pilares fundamentales para crecer en comunidad y abrir caminos al Amor de Dios.
Con el trabajo constante.
¿Qué dolor(es)/sufrimiento(s) siento que me llegaron en este último tramo del camino por colaborar estrechamente con el Reino de Dios y su “perfecta” justicia? ¿De qué manera lo(s) afronté?
El darme cuenta de lo, a veces, “mecánico” de mi oración… Del hacer las cosas en modo “automático”. Me hicieron darme cuenta de lo lejos que aún estoy de lo que Jesús espera, todavía, de mí… Y, de nuevo, la sensación o vivencia de ser un sólo grupo: esto del “todos en uno” me anima a querer parecerme a alguno de mis hermanos más aventajados en las cosas del Señor.
Sin lugar a duda, caer gravemente enfermo por el “nuevo” coronavirus (mi familia entera y yo) fue una dura prueba para todos nosotros. Nuestra fe marcó la diferencia a la hora de encarar frontalmente la enfermedad y sus terribles consecuencias para nuestras vidas (y lo que vendría). Más que siempre, nos sentimos misteriosamente “unidos” a los dolores del mundo entero y los sufrimientos de tanta gente que, como uno, procura sortear de la mejor manera las dificultades del día a día. ¡Dios es Amor y es Fiel!
El dolor de los marginados y oprimidos. No hice nada en concreto más que rezar.
He aprendido que no hay que ser impaciente y que, al abandonarme confiadamente a la Divina Providencia, no se siente dolor, sufrimiento o frustración. A menudo, las frustraciones llegan por tratar de imponer a los demás mi punto de vista, mi voluntad, y no dejar que, como rezamos en el Padre nuestro, se haga realidad ese “Hágase Tu Voluntad”.
Coincidencia o no de esta pregunta con la pandemia que seguimos sufriendo, se evidencia con mucha tristeza a los “descartados” de nuestra sociedad: durante la pandemia, en la poca atención de los que sufren por parte de los poderes del Estado (se aprovecharon de esta dura crisis para robar aún más los ya de por sí limitados recursos financieros, dejando sin insumos a hospitales y centros asistenciales); después con las vacunas, se antepone el dinero por sobre el hombre (sin dinero, no hay vacunas), cuando en verdad todo debería estar al alcance de todos, sin distinción alguna.
Me da paz la cercanía a los miembros del grupo.
¿Cómo percibo que Jesús me llama hoy a ser su “testigo”?
En lo poco o mucho que puedo aportar en mi parroquia y en la familia. Mi manera de vivir debe ser congruente con lo que profeso creer. Mi actuación debe ser la de una perfecta seguidora de Jesús, no solo de una fan, sino de verdadera testigo.
Siento que el Dios de Jesús hoy me llama a ser Su “testigo” en medio de la cotidianidad de la vida de cada día: procurando ser mejor en muchos aspectos de mi vida. Me llama hoy a trabajar más mi interior.
Siendo un instrumento dócil que se deje utilizar por Él, con una fe que se demuestre trabajando por los demás.
Tengo impreso eso de que “muchos son los llamados y pocos los elegidos”. A esta altura de mi vida, siento que eso de ser misionero o evangelizador no es para mí. Mi testimonio tiene que ser el vivir como si el Reino ya hubiese llegado, con amor y servicio. Una vida bien vivida puede ser también un testimonio valioso.
Hoy estoy llamado a ser “testigo” de Jesús por todo lo que hemos vivido como grupo, como padres, como hermanos.
Intentando ser mejor.
¿Dónde, cómo, con quién/es alimento mi vida-misión por el Reino?
Gracias a un llamado especial de Dios a ser Ministra Extraordinaria de la Sagrada Comunión, tengo la oportunidad de vivir más cerquita del Sagrario. Debido a la pandemia del COVID-19, estuve inactiva por un año, pero gracias al semáforo epidemiológico de mi país, ahora de nuevo tengo la oportunidad de volver a recibir a Jesús sacramentalmente. Por lo menos una vez a la semana, poco a poco, y cuidando de todos…
Sin lugar a duda en Shemá-Effetá, con mis compañeros de camino, compartiendo esto que somos y que tenemos para donar a los otros… Hasta conformar ese necesario “nosotros”, para identificarnos los unos con los otros y llevar adelante la misión, más allá incluso de nuestro itinerario.
En el hogar, cuando rezamos en familia. En el templo, cuando participamos de la Eucaristía. En las comunidades virtuales de fe.
Viendo todas las cosas de diferente manera, la vida, las personas y los encuentros como fuentes de alimento para la pasión inagotable por el Reino.
En la “Fracción del Pan. Ahí se sintetiza el Amor de Dios hacia nosotros. Jesús quiso quedarse en un pedazo de pan para que entendamos que el Reino de Dios está en el amor a nuestros hermanos al compartir, al obrar por ellos con justicia.
Cada vez que voy a la Iglesia, me siento más en comunión con todos.
Alguna(s) otra(s) observación/es que deseo acá dejar plasmada(s).
Bendito sea Dios que, aún en medio de las enfermedades y contrariedades de la vida de cada día, encuentra el “modo” de hacernos llegar Su mensaje de Amor y Su llamado a cooperar en la instauración y propagación de Su Reino.
Nos estamos acercando, de a poquito, hacia el final del camino trazado; un “final” que, en realidad, será un nuevo “inicio” para cada uno.
Necesitamos más apertura al Espíritu de Dios, estar más dispuestos para que nos dejemos sanar interiormente.
Para mí es importante que el ego no sea un estorbo para el desarrollo del Reinado de Dios.
La tecnología ha ayudado en la búsqueda del Reino Dios en tiempos, como éste, de pandemia.
Estoy segura de que la Iglesia (Institución), algún día, responderá ante Dios por lo machista que es; y, entre esto, está la segregación que ha sufrido la figura de la mujer en ella. La única mujer que venera es la Virgen.
Aurora, Carlos, Édgar, Manuel, Wilmer y María José
GVJ Shemá-Effetá