Identidad de los Grupos de Jesús
Volver juntos a Jesús
Nuestro objetivo principal en los Grupos de Jesús es vivir juntos un proceso de conversión individual y grupal a Jesús, ahondando de manera sencilla en lo esencial del evangelio.
Esto es lo primero y decisivo: hacer juntos un recorrido que nos lleve a conocer mejor a Jesús y a sintonizar vitalmente con él.
Más en concreto, queremos arraigar nuestra vida con más verdad en su persona, su mensaje y su proyecto de hacer un mundo más humano: lo que Jesús llamaba el «reino de Dios».
Reunidos en el nombre de Jesús
Nuestra experiencia se alimenta de la promesa de Jesús: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Estos grupos se reúnen en nombre de Jesús, el Cristo resucitado. Él nos convoca y alienta. Él ocupa el centro.
Estos grupos son de Jesús. No tienen otro nombre ni protector. No se encuadran en la espiritualidad particular de ningún movimiento ni asociación religiosa.
Son espacios de libertad, abiertos a quienes quieren vivir la experiencia de volver a Jesús, «recuperando la frescura original del evangelio» (EG 1) escuchado desde las inquietudes, problemas, sufrimientos y esperanzas de las mujeres y los hombres de hoy.
Estos grupos, atraídos por Jesús, se sienten llamados por él a ser pequeño «fermento» de una Iglesia más evangélica al servicio de un mundo más humano.
En un clima de amistad
Hacer juntos este recorrido, buscando a Jesús, es una experiencia renovadora que se vive en un clima de amistad fraterna.
Algunos ya nos conocíamos, otros no. Aquí nos sentimos todos atraídos por Jesús. Él es el primero que nos dice: «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15,14).
Nadie está por encima de nadie. Nadie es superior a los demás. En el grupo convivimos mujeres y hombres, creyentes convencidos y personas en búsqueda, laicos y presbíteros…
Poco a poco, el evangelio va despertando en nosotros la comunicación y el diálogo, la confianza mutua y la alegría.
Queremos vivir de la herencia que nos dejó Jesús: «Os dejo la paz, os doy mi paz» (Jn 14,27). Queremos aprender a vivir en el clima de paz que necesita hoy la Iglesia de Jesús para anunciar la Buena Noticia de Dios en medio de un mundo lleno de discordias, conflictos y guerras.
Espacios de conversión a Jesucristo
Entendemos los grupos de Jesús como un espacio de conversión en la vida de la persona. Tratamos de vivir nuestra fe cristiana como un proceso de recuperación de nuestra identidad irrenunciable de seguidores de Jesús. Esta es la dinámica que inspira, unifica y configura la actuación y el compromiso de estos grupos: vivir lo que vivió Jesús; creer en lo que él creyó; dar importancia a lo que él se la daba; mirar a la gente como la miraba él; tratar a todos como los trataba él; invocar al Padre como lo hacía él; contagiar esperanza como él la contagiaba.
Abriendo caminos al proyecto humanizador del Padre
A lo largo de nuestro recorrido en estos grupos vamos descubriendo que no es posible seguir a Jesús sin identificarnos con el proyecto del reino de Dios, que constituye la pasión que animó su vida entera; hacer un mundo más justo y fraterno, más digno y dichoso para todos, empezando por los últimos. Por eso, en estos grupos nos sentimos llamados a «buscar el reino de Dios y su justicia», sabiendo que lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6,33). Esta pasión por el reino de Dios marca y configura la espiritualidad de estos grupos y nuestro compromiso en los diversos ámbitos de la vida familiar, social, cultural o política.
Al servicio de la renovación evangélica de la Iglesia
En estos Grupos de Jesús amamos a la Iglesia, pues es nuestro hogar, la sentimos como «germen, signo e instrumento del reino de Dios» (Juan Pablo II). Por eso no nos reunimos para vivir encerrados en nosotros mismos, pensando solo en nuestros problemas o hablando solo de nuestras cosas. Los Grupos de Jesús nacen, viven y crecen con la voluntad de contribuir a impulsar en el interior de la Iglesia una conversión radical a Jesucristo.
Nos unimos al papa Francisco, que nos dice que «Cristo siempre puede, con su verdad, renovar nuestra vida y comunidad, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales». También nosotros creemos como él que «Jesucristo puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y sorprendernos con su constante creatividad divina» (EG 11). Por eso nos esforzamos por contribuir, sobre todo con nuestra propia conversión, a construir una Iglesia más fiel a Cristo: una Iglesia más sencilla, fraterna y acogedora; una Iglesia samaritana, compasiva, «amiga de pecadores»; una Iglesia donde la mujer ocupe el lugar querido por Jesús; una Iglesia que lleve a Jesús y nos enseñe a confiar en el Padre. Una Iglesia de corazón grande en la que cada mañana nos pongamos a trabajar por el reino, sabiendo que Dios «ha hecho salir su sol sobre buenos y malos» (Mt 5,45).
En medio de una crisis sin precedentes
En la sociedad occidental, la crisis se ha extendido a todos los dominios de la existencia humana. La actitud más generalizada ante el futuro es la incertidumbre y una difusa inquietud. Dentro de esta crisis general es fácil detectar la crisis de la religión y, en concreto, del cristianismo. Esta crisis se está produciendo en un nivel profundo: Dios ya no es el fundamento del orden social y el principio integrador de la cultura moderna. La fe en Dios se está diluyendo en la conciencia del hombre moderno. El deslizamiento hacia la indiferencia y el agnosticismo parece imparable. En estos momentos en que se están produciendo cambios socioculturales sin precedentes es necesaria en la Iglesia una renovación sin precedentes. Ya no bastan pequeñas reformas. Si los seguidores de Jesús no aprendemos a vivir y a anunciar nuestra fe en medio de la cultura secular de nuestros tiempos, ¿no corre el riesgo de irse diluyendo entre nosotros en los próximos años?
La renovación evangélica de las comunidades cristianas
El futuro de la fe entre nosotros se jugará en buena parte en las parroquias y comunidades cristianas. Con ser muy importante, no bastará la actuación de la jerarquía. La profunda renovación evangélica que necesitamos no puede ser impulsada solo por decretos. Las decisiones que se tomen habrán de ser acogidas por corazones abiertos al Espíritu de Jesús. Y esto es precisamente lo que hemos de cuidar y trabajar en los grupos y comunidades del pueblo de Dios: procesos de conversión al Evangelio, estilo de vida profético, aprendizaje de una convivencia fraterna, corresponsabilidad y creatividad en el pueblo de Dios, valoración de los gestos de solidaridad, salida a las periferias existenciales… Es Jesús quien salvará a su Iglesia. A este Jesús queremos acoger y seguir en estos grupos que llevan su nombre.
Comprometidos en iniciar la reacción
Es el momento de reaccionar. Eso que los sociólogos llaman «crisis religiosa» es, al mismo tiempo, el «gran signo de los tiempos», aunque todavía no sepamos leerlo con espíritu profético: la gran oportunidad para que se despierte en la Iglesia la conciencia de la necesidad de conversión y renovación. Dios está llevando a la Iglesia hacia una situación nueva, incluso en contra de nuestra voluntad. Dios la está despojando de seguridad y poder mundano. Dentro de unos años será más pequeña y más frágil. Tendrá que aprender a vivir en minoría. Sabrá por experiencia lo que es ser perdedora y vivir marginada. Desde esa pobreza podrá aprender a dar pasos humildes hacia una conversión profunda a Jesucristo y a su Evangelio. Los Grupos de Jesús han nacido con la voluntad de contribuir modestamente, junto a otros grupos y comunidades, a iniciar esa reacción.
Orientados hacia un futuro nuevo en la Iglesia
En los Grupos de Jesús nos sentimos llamados a preparar de manera callada y silenciosa una renovación evangélica que será cada vez más necesaria. Desde estos grupos queremos contribuir, junto a otras iniciativas, a la maduración de hombres y mujeres laicos del pueblo de Dios, que se vayan capacitando para ponerse al servicio de la Iglesia en la gran tarea de promover una renovación evangélica en unos tiempos en que contará cada vez con menos presbíteros. Ese será nuestro lugar eclesial. Desde esta actitud de servicio, hombres y mujeres, miembros laicos del pueblo de Dios, pueden ser de gran importancia para hacer circular en el interior de una Iglesia en crisis y en medio de una sociedad cada vez más increyente la fuerza renovadora del Espíritu de Jesús.
El compromiso de promover los Grupos de Jesús
Los Grupos de Jesús, junto a otras experiencias e iniciativas, podrán contribuir en estos tiempos difíciles a que el Espíritu de Jesús resucitado pueda impulsar lo que el papa Francisco llama «un dinamismo evangelizador que actúa por atracción»6. Desde la crisis de un cristianismo a veces tan alejado de Jesucristo y de su Evangelio nacerán nuevos seguidores de Jesús que, alentados por su Espíritu, harán nacer una Iglesia nueva que tomará decisiones creativas y renovadoras que nosotros no somos hoy capaces de tomar ni siquiera de imaginar.
Esta y no otra es la razón de nuestro compromiso por favorecer la creación de nuevos Grupos de Jesús. Hemos de hacerlo ahora mismo, sin esperar a que los grupos de la primera generación hayan terminado su recorrido. Lo podemos hacer dando a conocer a otros nuestra experiencia, invitándolos y ayudándoles a poner en marcha un nuevo Grupo de Jesús. Naturalmente, como diremos más adelante, al terminar nuestro recorrido nos podremos plantear si desde nuestro grupo podemos poner en marcha dos o más grupos nuevos. No podemos perder tiempo. Hoy es posible poner en marcha un Grupo de Jesús. Dentro de algunos años será más difícil.
Unidos «en red» con los demás Grupos de Jesús
En esta web, los Grupos de Jesús podemos conocernos, comunicar nuestras experiencias y enriquecernos mutuamente.
También podemos ayudar a todas aquellas personas interesadas en vivir este mismo proceso a que formen ellos mismos nuevos Grupos de Jesús y a que participen compartiendo su andadura.
De este modo, «en red», compartimos la dinámica de “Iglesia en salida” que promueve el papa Francisco.
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