Invocar a Dios como Padre
Este es el rasgo más original de la oración cristiana y proviene del mismo Jesús (Lucas 11,2). La oración del cristiano siempre se dirige a un “Dios personal”. Misterio trascendente y santo, pero Misterio de amor personal, concreto, atento a los anhelos y necesidades del ser humano. Los seguidores de Jesús nos comunicamos con “Alguien” con rostro personal, un Tú.
Oramos a Dios “con la confianza de hijas e hijos”. Los cristianos no rezamos a un Dios lejano y distante, frío o indiferente. Nos dirigimos a un Padre que “sabe lo que necesitamos antes de pedírselo” (Mateo 6,8).
Oramos “desde la responsabilidad de sentir a todos hermanos”. No oramos a Dios “mi Padre”, sino “nuestro Padre”: Padre de todos, sin excluir a nadie. Un Dios grande, universal, que ama a todas y a todos (Mateo 5,44-45).
Invocar a Dios como Padre desde el espíritu de Jesús no es una “neurosis infantil” que nos castra a sus seguidores, sino una fuente de autonomía, de libertad y responsabilidad para trabajar por un mundo más humano, más digno y dichoso para todos: lo que Jesús llamaba “el reino de Dios”.
La oración de Jesús
La oración del “padrenuestro” es la única oración que Jesús dejó en herencia a sus seguidores. Es una oración en la que Jesús nos descubre su experiencia más íntima de Dios y su preocupación por el mundo.
La estructura de la oración es muy sencilla:
Comienza con una invocación al “Padre de los cielos”. Dios no está ligado al templo de Jerusalén ni a ningún otro lugar sagrado. No pertenece a un pueblo o raza privilegiada. No es propiedad de ninguna religión.
Luego Jesús expone tres grandes deseos centrados en el proyecto del reino de Dios.
“Santificado sea tu nombre”: Que tu nombre de “Padre” sea reconocido y respetado.
“Venga tu reino”: Esta es la pasión que anima la vida entera de Jesús.
“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”: Que cuanto antes se haga realidad entre nosotros ese mundo justo y fraterno que tú quieres para todos tus hijos e hijas.
Después, le hace al Padre cuatro peticiones, identificado con las necesidades más urgentes de la familia humana.
Danos a todos el alimento que necesitamos para vivir.
Necesitamos tu perdón y tu misericordia. Queremos vivir como hermanos.
Danos tu fuerza. Que no caigamos derrotados en la prueba.
Líbranos del mal. Somos responsables de nuestros pecados pero también víctimas. El mal y la injusticia están también en las estructuras e instituciones.
Es la oración de vida plena e inspirada con Dios. Sin embargo, se hace difícil alcanzar esa plenitud. Jesucristo es el mismo Dios en carne humana. Una relación de causalidad divina que personalmente es difícil para no decir imposible poder alcanzarla. ¿Cómo se puede alcanzar esa vida plena e inspirada?