ABRIENDO CAMINOS AL REINO DE DIOS
El reino de Dios está cerca (Marcos 1,15)
Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros sufrimientos, conflictos y desafíos. Dios es una presencia buena y amistosa que busca abrirse camino entre nosotros para construir una vida más humana.
Es posible un mundo diferente. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de sufrimiento y muerte que trazan los poderosos.
Es posible otra economía más humanizadora, fraterna y solidaria. Es posible un mundo alternativo más cercano al que Dios quiere para sus hijos e hijas.
Convertíos (Marcos 1,15)
Dios pide nuestra colaboración. Hemos de despertar de la indiferencia y movilizar todas nuestras energías para cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. Somos los seres humanos los que hemos de cambiar la trayectoria de la historia.
La ciencia no tiene conciencia; la economía carece de compasión; los dogmas del capitalismo neoliberal son inhumanos. Solo acogiendo el reino de Dios caminaremos hacia una convivencia mundial más humana.
Creed en esta Buena Noticia (Marcos 1,15)
Hemos de tomar en serio la Buena Noticia de Dios y creer en la fuerza liberadora de su Proyecto. Hemos de introducir en el mundo la confianza. Dios sigue atrayendo al ser humano hacia una vida más digna. No estamos solos.
Dios está sosteniendo también hoy el clamor de los que sufren y la indignación de los que reclaman justicia. Necesitamos profetas del reino, creyentes indignados, centinelas vigilantes para escribir con nuestra vida un relato nuevo de la historia humana, alentado por la esperanza de Dios.
Buscad el reino de Dios y su justicia (Mateo 6,33)
Esto ha de ser siempre lo primero. Lo demás es relativo. No podemos dejar el mundo en manos de quienes imponen cruelmente su injusticia. El sufrimiento de las víctimas ha de ser tomado en serio. No puede ser aceptado como algo normal pues es inaceptable para Dios.
Hemos de buscar incansablemente la justicia de Dios que reclama la vida para quienes son asesinados por el hambre y exige dignidad para los pueblos excluidos de la convivencia mundial.
Buscar la justicia de Dios exige: promover la conciencia crítica, reaccionar ante la manipulación informativa, luchar contra el escepticismo, denunciar los abusos, pensar el futuro desde la libertad de Dios que no tiene por qué seguir los caminos que le marcan los poderes financieros ni los mercados.
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo (Lucas 6,36)
El Padre mira nuestro mundo con compasión. Es sensible al sufrimiento de sus hijos e hijas. Es su compasión maternal la que le mueve a buscar un mundo diferente donde sea posible el «buen vivir» de todos.
Jesús nos llama a vivir como ese Padre: atentos al sufrimiento de tantos seres humanos, explotados sin piedad por los poderosos y olvidados por la indiferencia de las religiones.
Hemos de introducir en el mundo la compasión activa y solidaria, reaccionando contra el pragmatismo político que se desentiende del sufrimiento y se vuelve cada vez más ciego, y contra la ilusión de inocencia que adormece a las religiones.
La compasión lucida, responsable y comprometida es la fuerza más decisiva para humanizar la vida y transformar la economía.
DESDE EL EJEMPLO, POR UNA ECONOMÍA SOLIDARIA.
Con frecuencia, el sentimiento de solidaridad, no deja de ser un propósito o pronunciamiento de «buenas intenciones», el «mea culpa» protocolario. Proclives a dar soluciones, emitir discursos, echar la culpa a la mala gestión de los gobiernos, instituciones, cuando no la banca, tan difícil de mantener su fluidez y equilibrio en los mercados, la bolsa con sus oscilaciones de vértigo, al borde del crac financiero, las temidas crisis que gravitan y amenazan con echar por tierra las economías más frágiles y vulnerables, tantas situaciones que abocan al conflicto, a buscar el pan de cada día tratando de salir adelante a duras penas.
¡»Sálvese quien pueda»!
Podemos, si, pensar que el caos existente, aboca a una buena parte de la humanidad, a tener que sobrevivir bajo mínimos de precariedad y escasez.
Y mientras, se alzan voces, se emiten grandes y elocuentes discursos, elaboradas consignas y pancartas, en pro de la justicia, la distribución de la riqueza, y el derecho de todo ser humano a cubrir sus necesidades básicas: alimento, casa, vestido, sanidad y educación. Multitud de seres humanos, siguen muriendo por culpa de la miseria y pobreza, a la cual se ven abocados, y cuya causa, es un orden social, donde todo se compra y vende, todo se trafica, negocia, manipula, dando lugar a no pocas tensiones y enfrentamientos, violencias que provovan la desestabilización social, incidiendo en las familias más vulnerables y en los grupos, alterando los cimientos de una sana convivencia, cuyo efecto y desenlace es la temida guerra.
¿Qúe hemos de hacer nosotr@s, cristian@s del Siglo XXI?
Creo tendríamos que cambiar el discurso estéril y nada práctico, por actitudes concretas de fiel y responsable compromiso.
Es fácil «arreglar el mundo» desde lejos, alzar nuestra voz llena de indignación, descargar la propia conciencia, con las monedas sobrantes de nuestra cartera. Sin duda, hay mucha hipocresía en tanto discurso de galería, por demás inoperante. No es posible ser cristianos y seguir las corrientes imperantes, debemos pues, cambiar, vivir el Evangelio de manera cercana, empezando por gestos sencillos:
1- Visitar a un enfermo.
2- Ofrecimiento y ayuda puntual.
3- Gesto de interés por el otro.
4- Compartir un tiempo de ocio.
5- Felicitar la Navidad, Paskoa,
cumpleaños.
6- Acogida y encuentro.
7- Acompañar la soledad.
8- Reducir caprichos, vestuario,
consumos varios.
9- Cubrir una necesidad urgente.
10- Hacer el bien y ser siempre
agradecidos.
11- Alegrarse con el otro, saber
reconocer sus cualidades,
talentos y carisma, su buen
hacer.
Pequeños detalles que hacen la vida más amable, gratificante y plena.
Hemos de ser para los demás, esa presencia amable y buena, llena de misericordia y equidad, y a través de ella, mostrar la verdadera imagen de Dios, el rostro de su Amor.
Una economía solidaria, estará llamada a valorar al ser humano, por la misericordia que albergue en su corazón, y no por la cuenta bancaria o los bienes que posea.
Ricos y pobres, habrán de saber renunciar a la codicia, ambición que acapara y acumula para sí, lo que necesita el otro.
La cultura economicista, pone como pretexto la necesidad de hacer recortes, rebajar servicios, suprimir ayudas, a costa de los más vulnerables.
Nadie quiere arriesgar, dar sin recibir nada a cambio, y no sólo en el orden material, tambièn en el trato intercultural y religioso, existe un muro de contención, la barrera que nos separa, aísla, causando recelo, miedo y desconfianza. Es la economía de los afectos, de la empatía, de la acogida fraterna, que deja fuera multitud de hombres y mujeres, viviendo la soledad y abandono.
Hay quienes tienen mucha prisa en «coger el tren, barco u avión» e irse a solucionar problemas al otro lado del mar y las fronteras. Seamos honestos, tenemos la carencia muy cerca, allí donde discurre nuestra vida, y sabemos que el otr@ nos necesita, llama a la puerta, nos encuentra tantas veces con el corazón «ocupado» en sí mismo, indiferente al llanto y súplica, de quien sólo busca un poco de Misericordia, sin precio ni moneda de cambio.
La Iglesia es una Casa grande y espaciosa, sin embargo, quienes la habitan, se han olvidado de hacer que sea para tod@s, un hogar cálido, donde se viva la ternura y alegría, la convivencia fraterna. La solución de los problemas que afectan a la Humanidad, pasa por vivir de modo coherente la propia vida.
El Papa Francisco, desde el inicio de su ministerio Petrino, no hace otra cosa que poner en evidencia, los males que afligen a una buena parte de hombres y mujeres de este mundo. Insta a trabajar con esfuerzo y tesón, por implantar un orden social justo y bueno para tod@s, hacer posible una Nueva Civilización, más fraterna y solidaria.
No se trata de buscar culpables, juzgar y condenar; la denuncia puede ser un revulsivo puntual para la conciencia, más no es suficiente. Los cristianos hemos recibido un mandamiento, el DNI del Amor y la Misericordia.
Si quienes conformamos los Grupos de Jesús, nos dejamos habitar por el Espíritu del Amor, permaneciendo en él, y llenos de Misericordia, es seguro que seremos un referente válido, dentro y fuera de los templos y parroquias.
Dichosos los misericordiosos, que van por la vida vacíos de sí mismos, mirando y valorando a las personas por lo que son, no por lo que tienen.
Ell@s alcanzarán misericordia.
Miren Josune