¿Por qué se han marchado?
No siempre es fácil saber lo que ha sucedido en el interior de cada persona. Por lo general, los que se marchan se van colocando “fuera de lo cristiano”. No se sienten concernidos por la Iglesia. Muchos la miran desde la distancia. Otros dicen haber roto con ella. Algunos hablan de su rechazo y hostilidad. Algunos han ido olvidando lo que es creer. Otros tienen la sensación de que no podían creer, no les salía de dentro. Otros no han querido creer: han vivido rechazando lo cristiano…
No siempre es fácil saber qué es lo que desencadena el alejamiento o la ruptura. No lo sabe ni la misma persona. Sin embargo, escuchando con atención a las personas, se pueden indicar algunos itinerarios que han conducido a no pocos hacia el alejamiento.
– Deslizamiento inconsciente hacia la indiferencia. La fe de muchos nunca ha sido una decisión personal. Se decían “cristianos” porque entonces todos lo eran. Luego se alejaron porque los tiempos parecían pedirlo así. No han sabido reaccionar ante un nuevo clima social. Poco a poco se han ido deslizando de una “religión sociológica” a una “indiferencia sociológica”.
– Distanciamiento de la práctica religiosa. Para bastantes, la religión estaba reducida a una práctica ritual vivida de manera bastante externa y mecánica. Cuando, por diversos factores, descuidaron la práctica religiosa, la fe se fue desmoronando. Comenzaron a mirar a la Iglesia como desde lejos.
– Crisis moral. En algunos, lo determinante ha sido una crisis de orden moral: las ideas de la Iglesia sobre las relaciones sexuales, el matrimonio o el placer les parecían estrechas y anticuadas.
– Conflicto con la Iglesia. En bastantes aparece en primer plano la conflictividad con la Iglesia. A veces se trata de un desacuerdo profundo con su actuación, percibida como intolerante, rigorista, poco comprensiva y machista…
– Crisis ideológica. Una formación científica de carácter agnóstico, un ambiente hostil a lo religioso, la militancia en un partido impregnado de ideología contraria a la fe, les fueron alejando de un cristianismo percibido como retrógrado y alienante.
– Descuido de la fe. Otras veces todo empieza con la dejación y el descuido de la religión. Atrapada en una red de actividades, problemas, relaciones, centros de interés…, la persona va descuidando lo religioso.
¿Por qué vuelven?
Son muy pocos los que hablan de “vuelta”. Lo que mejor define su experiencia es la búsqueda. Son personas que buscan “algo” más auténtico en sus vidas. En medio de una sociedad a veces tan frívola y unidimensional, estos hombres y mujeres son testigos de una búsqueda espiritual.
No siempre hay un acontecimiento reciente y preciso que los ha puesto en camino. Bastantes hablan de una fuerza o una llamada que les viene trabajando desde hace tiempo. Algunos han vivido durante años con insatisfacción interior. Otros no han dejado nunca de hacerse preguntas. Bastantes han vivido con sensación de vacío y sinsentido. Algunos llevan tiempo buscando más verdad en su vida.
Nosotros hablamos de los que “vuelven”, pero lo que estas personas buscan no es volver al pasado. Su objetivo no es propiamente un retorno. Quieren vivir una experiencia nueva, teniendo en cuenta su pasado, pero buscando fundamentar su fe sobre bases nuevas. No se acercan para retomar las creencias y prácticas de otros tiempos, sino para buscar algo más auténtico que lo que conocieron.
Hacia una respuesta pastoral
Necesidad de una atención específica: Hemos de precisar bien la identidad de estas personas que “vuelven”. No son catecúmenos que piden el bautismo… no son simplemente practicantes… no son necesariamente unos convertidos, sino personas en las que se ha despertado la necesidad de buscar. No están en una actitud pasiva o rutinaria; hay en ellos un deseo de verdad y autenticidad.
Acompañar en la búsqueda espiritual: Es necesario revisar el pasado; conocer mejor la fe; superar prejuicios, recelos y resistencias; aprender a creer de otra manera; vivir una experiencia nueva con Dios; iniciarse en el seguimiento a Cristo; aprender a orar y celebrar; asumir una dirección nueva para el futuro; ir refundando su fe.
Reconstruir la relación con la Iglesia: Ir pasando de experiencias negativas a otras más positivas donde la Iglesia aparezca más humilde y fraterna, más alegre y esperanzada, más espiritual y evangélica.
Algunas actitudes: La acción pastoral con los que vuelven solo es posible desde una acogida cálida y abierta a cada uno; una escucha sincera de lo que viven, sienten y piden; una atención grande a su biografía personal, su trayectoria pasada, su temperamento; un respeto exquisito a su libertad y a sus decisiones; comprensión y cercanía a sus luchas e indecisiones; una valoración sincera de los pasos que van dando; un diálogo real en el que todos aprendemos dando y recibiendo.
Lo que nos enseñan: Los que vuelven nos enseñan que la Iglesia ha de ser un espacio de libertad del que algunos se alejan libremente. No es una institución obligatoria y coercitiva, sino una comunidad abierta, siempre respetuosa y acogedora. Los que vuelven nos enseñan mucho acerca de Dios y de su increíble gratuidad. Dios respeta a cada persona, pero no la abandona. Sigue haciendo su trabajo en la Iglesia y fuera de ella.
“A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para todos y cada uno con su vida a cuestas” (Francisco, EG 47).