Soñador de un mundo diferente
Jesús no aceptó la cultura convencional de su tiempo. Fue inconformista y rebelde. No aceptó vivir domesticado por la tradición. No vivió según lo política y religiosamente correcto. No se preocupó de vivir seguro, en el marco de lo legal. Se arriesgó a «salirse» de los límites del Imperio Romano y de los esquemas religiosos convencionales. Hay que construir un mundo nuevo y, para eso, hay que deconstruir el mundo viejo. Hay que «entrar» en el Reino de Dios y, para eso, hay que «salirse» de otros reinos y dejar de adorar a otros ídolos que nos esclavizan. Un mundo nuevo. ¿Cómo? Una nueva sociedad, ¿para quién? Una nueva Religión, ¿para qué? ¿Es posible? ¿Es un sueño? ¿Qué mundo impulsaba Jesús?
Voy a señalar tres rasgos.
Poner el mundo mirando hacia los últimos
Esto es lo primero. Jesús amó y defendió a los más pobres e indefensos de la sociedad. En esto no hay nada original. Otros muchos han hecho lo mismo, antes y después de Jesús. Lo más admirable es que, por encima de los pobres, Jesús no amó nada más que a ellos, ni siquiera la religión, la ley, la seguridad de su pueblo, la cultura tradicional… ni su propia vida.
Hay que ponerlo todo mirando hacia los pobres: culturas y políticas, religiones e iglesias, pueblos y personas. No hay progreso humano, no hay cultura digna, no hay democracia, no hay bienestar, no hay Iglesia de Jesús, no hay nuevo orden internacional, no hay proclamación de los derechos humanos, no hay nada humano digno de este nombre si no es mirando a los últimos, buscando para ellos una vida digna y dichosa.
No excluir, sino acoger y compartir
El gesto de Jesús que más escandalizó fue que comía con cualquiera. No excluía a nadie. Comía con pecadores, recaudadores y prostitutas. Era inaudito. ¿Cómo un profeta, un «hombre de Dios», podía ser amigo de esa gente? Era una vergüenza, no marcaba las distancias. Cada uno come con los suyos. Jesús no excluía a nadie. No hacía falta ser santo ni ritualmente puro ni mujer honrada. No era necesario lavarse las manos. Jesús no excluía a nadie.
Dios no excluye a nadie: «Vuestro Padre celestial hace salir el sol sobre buenos y malos» (Mt 5,45). Jesús soñaba con un mundo más solidario, fraterno e igualitario, donde nadie excluya a nadie, donde todos se puedan sentar a la misma mesa, donde todos posean la misma dignidad de hijos e hijas de Dios.
Creer en el perdón, acoger el perdón y saber perdonar
El perdón. Jesús creía en la fuerza del perdón. Sin perdón no hay un mundo diferente. Sin perdón la vida se hace imposible. A todos los que se sentaban a su mesa les decía: «Cuando os veáis rechazados por la sociedad, sabed que Dios os acoge. Cuando nadie os perdone vuestra indignidad, sentid sobre vosotros el perdón inagotable de Dios. No os lo merecéis. No lo merece nadie. Pero, Dios es así. Compasión y perdón. Por eso, también vosotros, perdonad, no condenéis, no juzguéis, perdonad a vuestros enemigos, perdonad setenta veces siete. Sed originales. Amaos los unos a los otros. Perdonaos los unos a los otros. Perdonad también al que está en contra vuestra. Perdonadle una vez, y otra, y otra. Siempre. Amad también a vuestros enemigos».
Un mundo nuevo, diferente. ¿Un sueño? ¿Un mundo imposible? ¿Un mundo que podemos sembrar alrededor nuestro y crear entre nosotros? Ese es el desafío de Jesús.
José Antonio Pagola
CREER EN LA MISERICORDIA, PARA TRANSFORMAR LA VIDA DE CADA HOMBRE Y MUJER, QUE SUFREN EN SILENCIO SUS CARENCIAS.
Leyendo y meditando sobre este precioso comentario, en el cual, se tiene la sensación de estar oyendo al mismo Jesús, he de decir: ¿Qué más hemos de escuchar para hacer creíble las palabras de un seguidor de Jesús?
La asignatura pendiente que el mundo está pidiendo a ¡gritos! es la sincera revolución del AMOR, que la Iglesia, parroquias, personas de todo credo y condición han de vivir con sincera y profunda convicción y coherencia.
En esta NUEVA realidad, estamos muchos dispuestos como diría el Papa Francisco a «ARMAR LÍO», a no callar ni resignarnos ante tanto dolor y sufrimiento causado y recibido.
Difícilmente puede haber pesar por el daño y heridas causadas, sino hay la CONVERSIÓN sincera y honesta de ponernos ante el Señor, decirle una vez más: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo».
Necesitamos vivir la misericordia, con gestos que hablen por sí mismos, con actitudes de verdadera coherencia, abrir puertas, dejar entrar a quienes están dispuestos-as a dejar a Dios que «ponga a cada cual en su sitio», sin privilegios ni trato de favor, sin la exclusión que deja fuera, teniendo en nuestro corazón preferencia los y las más heridos y abandonados.
¿Cuándo será posible encontrar en nuestras Iglesias, comunidades y grupos, hogares de amor y visible Misericordia?
Grupos de Jesús, aquí estamos, en la seguridad de que tenemos un buen «timonel» lleno de Misericordia. Mirar con el corazón el sufrimiento que nos rodea, que está cerca de nosotros, en ese rostro, imagen de Dios, que es cada hombre y mujer que llaman con su lamento, a la puerta de nuestra misericordia.
Las URGENCIAS del AMOR no deben hacerse esperar.
Gracias José Antonio Pagola, por alumbrar el Camino, la Verdad y la Vida de Jesús, Dios le mantenga en su Misericordia.
Miren Josune