OVEJA PERDIDA
Yo fui una de esas ovejas perdidas
en oscuro callejón sin salida.
En malos pastos consumía mis días
por los malos caminos de la vida.
Corría tras los cantos de sirenas.
Quería probar toda clase de néctar.
Los errores de mi mala cabeza
me hundieron en la mayor vileza.
Cuando estaba más desesperado,
Yo vi tu rostro y sentí tu mano.
Oí tu voz decir: «Estás a salvo».
Dios mío, ¿cómo puedes amar tanto?
Señor del perdón, Dios mío del amor,
único auxilio en la desolación.
Señor de los caídos con deshonor,
tu felicidad es nuestra redención.
Jesús Díaz Insúa
Grupo de Jesús – A Coruña