No todos los cristianos nos hacemos la misma idea de Jesús. Cada uno de nosotros vamos elaborando nuestra propia imagen de su persona y su mensaje, condicionados por nuestra psicología personal, el ambiente familiar y social en el que hemos ido creciendo, y sobre todo por lo que podemos reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que hemos oído a predicadores y catequistas.
Sin embargo, la imagen que nos hacemos de Jesús tiene una importancia decisiva pues condiciona nuestra manera de entender y de vivir la fe. Una imagen empobrecida, unilateral, parcial o falsa de la fe nos llevará a vivir nuestra fe de manera empobrecida, unilateral, parcial o falsa. De ahí la importancia de conocer lo mejor posible los rasgos y el perfil humano de Jesús para no quedarnos en tópicos o visiones erróneas de Jesús.
Por otra parte, es un error pensar que uno cree en Jesucristo solo porque ha aceptado desde niño las fórmulas dogmáticas que afirman la condición divina y humana de Jesús. Precisamente, porque reconocemos en Jesús al Hijo de Dios encarnado en su humanidad, nos hemos de esforzar por conocer sus rasgos humanos. Si no conocemos el lenguaje humano de Jesús, sus parábolas, su mensaje del reino de Dios…, no se conocerá en nuestras parroquias y comunidades la Buena Noticia que Dios nos ha querido revelar por medio de su Hijo encarnado. Si no conocemos la trayectoria profética de Jesús curando enfermos, defendiendo a los pobres o perdonando a los pecadores, no sabremos sus seguidores cómo hacer un mundo más humano, justo y fraterno, según el deseo de Dios.
El objetivo de este artículo es describir de manera breve el perfil humano de Jesús, destacando algunos rasgos importantes. No es una descripción exhaustiva, pero nos puede ayudar a recuperar de manera concreta nuestra identidad de discípulos y discípulas que aprenden a vivir su estilo de vida, y de seguidores y seguidoras que siguen de cerca sus pasos abriendo caminos al proyecto de Dios, empeñado en hacer un mundo más humano.
Judío de Galilea
Jesús nació durante el reinado del emperador Augusto, antes de la muerte de Herodes el Grande en la primavera del año 4 a. C. No es posible precisar el año exacto. Los historiadores lo sitúan entre los años 6 y 4 de nuestra era. Murió crucificado en Jerusalén probablemente el siete de abril del año 30, y fue el prefecto Poncio Pilato quien dictó la sentencia de su ejecución.
Aunque dos evangelistas sitúan su nacimiento en Belén por razones teológicas, Jesús nació casi con toda seguridad en Nazaret. Sus padres se llamaban María y José. Su lengua materna fue el arameo. No sabemos si sabía leer y escribir. Conocía también el hebreo, la lengua literaria en la que estaban escritos los libros sagrados que se leían en la sinagoga. Según un sector creciente de investigadores, Jesús hablaba también algo de griego, sobre todo si trabajó en la reconstrucción de Séforis, importante ciudad de Galilea, que solo distaba cinco kilómetros de Nazaret. Jesús creció en la pequeña aldea de Nazaret en la zona montañosa de la Baja Galilea. Aprendió a creer en Dios en el seno de su familia y en las reuniones religiosas que se celebraban el sábado. No asistió a ninguna escuela de escribas ni fue discípulo de ningún maestro de la Ley. Cuando transmite su mensaje no cita a ningún rabino. Él comunica su propia experiencia de Dios por medio de parábolas, símbolos y comparaciones extraídas de la naturaleza o de la vida diaria de los campesinos.
Jesús no fue exactamente un carpintero al estilo de nuestros días. Era un artesano cuya actividad abarcaba diversos trabajos. Probablemente recorría los pequeños pueblos del entorno construyendo pequeñas casas, reparando las techumbres estropeadas por las lluvias, construyendo puertas y ventanas de madera, reparando yugos y arados.
LA SABIDURÍA DE JESÚS
La que no hace daño, ni actúa con doblez, esa que llama a los hechos por su nombre sin herir, con el respeto debido. Sabiduría del corazón noble que busca el bien de las personas, reconocer su dignidad y derechos.
Su Sabiduría no era como el saber humano, dice la Escritura en boca de los escribas y maestros de la Ley: «habla con propiedad, con autoridad, este saber es Nuevo».
Tanto es así que hace exclamar a Pedro, aquélla profunda frase: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna.
Jesús, arrodillado, aguanta la tensión, no pierde el señorío, las piedras están preparadas, fijos los ojos en la mujer, «escribe» o hace «garabatos», no está la situación para medir su saber.
El corazón es quien manda y el suyo no admite réplica: ¿Quién esté libre de pecado, tire la primera piedra?
Ocurre que algun@s, demasiados, primero tiran la piedra y después, se van por ahí, a cometer el pecado. ¡No le da tiempo a Jesús a escribir nada!
Jesús, siempre nos ayudará a saber interpretar «los renglones torcidos de Dios», leer las verdaderas intenciones del corazón de las personas, escribir la historia y los hechos, no sólo desde el saber humano, sino en la coherencia y el testimonio de las obras: de su Evangelio.
Para eso está la oración
No es seguro que supiera leer y escribir, cierto es que al oírle expresar su Sabiduría, les hacía exclamar a sus coetáneos: ¿de dónde le viene su saber, no es hijo de José, el carpintero y de su madre María, una humilde mujer? Y todos estaban asombrados de sus palabras.
Solo sé que no se nada y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”. Sócrates.
Tú si que sabes Jesús, la Sabiduría del corazón, esa que escondes a los sabios de este mundo, y se la revelas a los sencillos y humildes.
Pues es todo lo que puedo aportar de luz, me quedo con Jesús y la mujer, las piedras parece que por esa vez, se quedaron ocultas en los bolsillos.
También ahora se cumple el dicho: «tiran la piedra y esconden la mano».
La grandeza del saber humano, su auténtica finalidad, no reside en el conocimiento adquirido, ni en el desarrollo de las propias capacidades, radica en hacer del propio saber, una realidad más justa y humana, más acorde con las necesidades específicas de toda persona, su esperanza y anhelos.
Se han escrito ríos de palabras, pronunciado largos y elocuentes discursos, promulgado leyes y decretos, establecido normas de conducta, ¿qué otra sabiduría necesita el ser humano? Nos la muestra Jesús, a través de la actitud de los gestos sencillos, sin embargo, llenos de grandeza humana. Ahí es, donde nos invita Jesús a «tomar partido», salir fiador del débil, defendiendo su dignidad y derechos. Y para ésto es necesario una gran sabiduría, la que habita en el corazón, fina sensibilidad, capaz de entretejer los hilos de un entramado de circunstancias, conveniencias, prejuicios e intereses.
¿Nos atrevemos a escribir así, desde la sabia misericordia? Que cunda el ejemplo de Jesús, nos hará bien a tod@s, sobretodo a los que necesitan más comprensión y misericordia, y menos rezumar de fría «sapiencia», no vaya a ser que tanto conocimiento, nos haga olvidar la Verdad que Jesús nos ofrece y enseña.
Hay un dicho que alguien escribió y dice así: «fuí al mundo a encontrarme con el saber de los hombres, cuando estuve de vuelta, me dí cuenta de que era menos hombre».
Miren Josune
Me intriga si no sabía leer cómo escribía en la tierra cuando dijo …el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Gracias.
Si no sabía leer como es que pasó varias veces a leer en la ceremonias de la sinagoga?
En Belén existen piedras labradas que indican que allí nació Jesus
En esos tiempos existían pocas techumbres puesto que no había árboles, era una zona desértica , las habitaciones eran muy angosras para techar con arbustos . La habitación principal generalmente era una cueva con un cobertizo. Lo que cada casa debía tener era un depósito de agua para beber y las abluciones en los meses de sequía.