Cristianos que han abandonado la oración
Hay cristianos que han abandonado prácticamente la oración. Han aprendido a vivir sin relacionarse con Dios. Ya no se comunican con él. Algunos se dan cuenta de su situación, pero no saben cómo reaccionar. Incluso sienten necesidad de rezar en momentos de apuro y dificultad, pero no les sale nada de dentro: ¿qué se puede hacer después de tantos años sin rezar?, ¿se puede recuperar la oración?
El deseo de Dios no desaparece tan fácilmente en el fondo de la persona. A veces parece haber quedado muerto para siempre. Otras brota de nuevo inesperadamente, aunque sea de forma débil o callada. Lo primero es atender ese deseo, aunque sea débil. No apagarlo ni dejarlo de lado. Ese deseo de Dios es ya una «oración en germen». Si la persona le presta atención y acoge ese deseo, está ya orando, pues su corazón se está orientando hacia Dios.
A veces, orar no es más que prestar atención a ese «gemido del Espíritu» que ora en nosotros sin palabras. Lo importante no es hablar mucho, sino escuchar, atender, percibir la presencia de Dios. Lo decisivo es escuchar y reconocer la presencia inconfundible de Dios. Ponernos en su presencia.
«Abrir la puerta» significa decir un pequeño «sí», aunque sea todavía un «sí» débil, tímido, casi imperceptible; no seguir ya caminando tan solo por la vida; aceptar la compañía de alguien a quien todavía apenas conozco; dejarme acompañar por su Presencia.
Quien poco a poco se va orientando hacia Dios tiene que dar un día un paso muy concreto. Hemos de empezar a hablar con él. Ya no se trata de reconocer su Presencia, pensar en Dios, hablar de Dios a otros, sino de hablarle yo personalmente a él, como un Tú a quien invoco con confianza.
Al principio puede ayudar recitar una oración conocida y amada como el Padrenuestro o el Avemaría, pero deteniéndonos en cada expresión y tomando conciencia de lo que decimos. O también tomar algunas expresiones breves entresacadas de los evangelios: «Creo, Señor, ayuda a mi poca fe»; «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero».
Luego es más fácil pasar de estas expresiones a otras que le nacen a uno mismo: «Dios mío, te necesito ahora más que nunca». «Te doy gracias porque, a pesar de todo, tú me entiendes y me quieres». «Dios mío, enséñame a vivir».
Cristianos que oran rutinariamente
La fe de no pocos está como estancada. Viven una vida cristiana descuidada que no cambia desde hace muchos años. Su oración es rutinaria. Ya no alienta ni transforma su vida. ¿Qué se puede hacer para purificar y reavivar esta oración que muchas veces es la oración de casi todos?
La oración, trato de amistad con Dios: Como dice Carlos de Foucauld: «Orar es pensar en Dios amándolo». Es decir, acoger el amor de Dios, gustarlo, disfrutarlo, agradecerlo y celebrarlo. ¿Es esto complicado? Según Teresa de Jesús: «No todos son hábiles para pensar, todos lo son para amar». No se trata de hacer arduos ejercicios mentales o aprender difíciles caminos. Solo dejarse amar.
Orar desde la vida real: No podemos rezar de la misma manera con el corazón deprimido o con el ánimo sereno, cuando nos pesa la vida o cuando nos sentimos felices, cuando vivimos con miedo o cuando experimentamos paz, cuando pedimos perdón o cuando damos gracias. Todas nuestras oraciones y rezos van cobrando otra vida cuando recogen y expresan nuestro vivir diario.
Reavivar la oración vocal: Es bueno repetir oraciones de creyentes de otros tiempos, recitar salmos que rezaron otros hombres y mujeres… Pero esas palabras las tengo que hacer mías si quiero elevar a Dios mi corazón. Para ello he de detenerme a recitarlas lentamente, frase a frase, tomando conciencia de lo que digo y saboreando su contenido.
Aprender a meditar: Meditar es pensar en algo, reflexionar en algún aspecto de la vida, pero de tal manera que nos lleve hacia Dios. No es un ejercicio puramente mental. No se trata solo de pensar, sino de pensar en ese Dios que sabemos nos ama.
Orar siempre: Antes que nada se trata de tener una actitud permanente de oración: vivir sin olvidar que tengo un Dios Padre. Naturalmente, para mantener esa disposición cristiana de fondo se necesitan tiempos y momentos concretos de oración. Cada jornada es como un pequeño resumen de nuestra vida: Por eso es importante disponer de algún tiempo de oración en cada jornada.
P José Antonio, gracias por tu artículo «Cristianos que han abandonado la oración» que nos ayuda a tres cosas:
Una a revisar con sinceridad que lugar ocupa la oración en mi vida. Cómo es mi oración actualmente, me ayuda a crecer en la fe, en el seguimiento de Ntro Señor y por último, la importancia de reavivar mi oración…
Y en este caso, aprovechando, tomando en cuenta la sugerencias que nos das… Muchas gracias y con el favor de Dios, trataré de recuperar la necesaria práctica de una oración viva…
Saludos y bendiciones