Todos deseamos una sociedad más humana donde gocemos de abundancia de posibilidades, donde no padezcamos escasez de alimentos o medicinas. Una sociedad donde no reine la injusticia, la impunidad y la corrupción. ¿Será esto posible? ¿Cómo podemos vivir en medio de este drama que atraviesa el país y que nos está robando el futuro y la esperanza? Si la pesadumbre y la desesperanza logran vencernos y apoderarse de nuestro ánimo, entonces los victimarios de esta historia, y tantos empecinados por la ideología dominante y el dinero mal habido, lograrán vencernos.
Pero un camino alternativo sí es posible. Cuando alguien ha logrado vivir de un modo distinto en una sociedad tan fracturada y en medio de un régimen opresor como el nuestro, entonces se abre de nuevo la esperanza. Por eso, queremos resaltar actitudes concretas que derivan de la persona histórica de Jesús, de su modo de vivir y actuar. No se trata de resaltar a una figura creyente, sino a una persona que vivió en medio de situaciones cargadas de violencia y desaliento que parecían no tener futuro. ¿Qué podemos encontrar en la praxis de Jesús que nos ayude a sobrellevar lo que vivimos?
- Jesús fue «honesto con su realidad». Reconoció el peso de un ambiente socioeconómicamente fracturado, culturalmente dividido y cargado de violencia religiosa y política (Mc 14,1). En ese contexto califica de «zorro» al sistema político (Lc 13,31) y reclama a las autoridades religiosas que habían «abandonado» a su pueblo (Mt 9,36). Entiende, al igual que Juan, que la realidad ya no daba más y necesitaba de un cambio (Mt, 3,7; 21,13).
- Jesús nunca dejó de «creer» que había que hacer de la vida en esta tierra como él imaginaba que era la del cielo (Mt 6,10; Lc 11,2). Es decir, dotarla de calidad de vida y vivir aquí con abundancia y nunca con escasez (Jn 10,10). Nunca dejó de pensar que las cosas podían ser mejores. Esta esperanza simbólica provenía de su servicio a los pobres, a las víctimas y a tantas personas cansadas de luchar en esta vida. Hablando con ellos aprendió a ver la realidad desde otra perspectiva y a luchar por ella.
- Jesús nunca dejó de «hacer cosas» que apostaran por construir espacios en los que otros podían estar presentes con sus pensamientos, oraciones y acciones sin ningún tipo de discriminación ni exclusión. Su forma de tratar a los demás atraía porque aliviaba el desgaste, el agobio y la extenuación que consumen nuestra voluntad y entendimiento. Jesús siempre «incluía» y nunca menospreciada al otro.
- Jesús, viviendo así, «no perdía tiempo en trivialidades» sino que apostaba por «proyectos trascendentes». Nunca se afanaba en tratar de convencer al necio de corazón. Invertía su tiempo en lo que era verdaderamente valioso, en la búsqueda de soluciones y en la construcción de espacios comunes.
- Hacer las cosas como Jesús las hizo no es algo exclusivo de los cristianos. Su estilo es «paradigma de humanidad» porque nos da a conocer el modo más humano de ser, algo que no se alcanza mediante la indiferencia ante los problemas o la mera superación de pensamientos negativos. Menos aún se alcanza al distanciarnos de los supuestos adversarios y pecadores, o criticar siempre al que piensa distinto.
Se trata de construir una vida buena, no polarizada, porque mi libertad se mide y se realiza en el modo como vea y trate al otro, con sus dolencias y potencialidades. Ahora bien, vivir así dependerá solo de cada uno de nosotros y lo que queramos dejar como legado en esta historia.
Rafael Luciani
www.teologiahoy.com
(13/06/2016)
La pregunta entra de lleno en nuestro ser más personal e íntimo: ¿CÓMO HE DE VIVIR PARA NO DESESPERAR?
Sin duda, cada persona tiene su razón y sentimientos, sus circunstancias y realidad, también su respuesta.
Para mí, la desesperación no es lo mismo que perder la Esperanza. Cuando clamamos: ¡no puedo más, estoy desesperado!, estamos tratando de expresar un estado de «oscuridad del alma», en el cual, la Misericordia de Dios parece haberse ausentado de nuestra vida, no tener donde asirnos con fuerza, en medio de la zozobra y deriva de nuestra frágil barkitxuela.
La desesperación es el límite de nuestra resistencia, la impotencia de no poder salir a flote y superar una situación, enfermedad, pérdida… Sufrimiento que nos «clava» en la Cruz y nos hace exclamar: ¡Dios mio, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
Me pregunto: ¿cuánto tiempo puede durar el estado de desesperación y la ausencia total de Esperanza? ¿Qué necesito encontrar en mi vida, para no entrar en un tunel sin salida, estar al borde del precipicio y caer al vacio?
Creo es peligroso que un ser humano «toque» los límites de su existencia, tanto si han sido líbremente queridos y buscados, como si ha sido víctima de la acción de otros.
La desesperación tiene salida, aunque sintamos que nos hundimos, que ya no podemos más, incluso que nada nos sirve nuestro libre albedrío, hay una «mano» llena de amor que no nos suelta del todo, a pesar de respetar nuestra libertad, su Misericordia nos sostiene, nos ayuda a vencer todas nuestras resistencias.
Creemos, por eso esperamos. No es efímera la esperanza, sino que va señalando el horizonte último de la vida, el dintel de una puerta abierta y diáfana, la cual, estamos llamados a atravesar.
«La esperanza es el sueño del hombre y la mujer despiertos» (Luther King) Despiertos que no desesperados, porque en la promesa que nos hizo Jesús, de llamarnos ¡dichosos!, se cumple la Esperanza de este mundo, el anhelo más profundo de todo ser humano de sentirse amado.
Perder la Esperanza sería lanzarnos al abismo de la nada y el sin sentido, el suicidio del Dios que nos habita. Es la triste realidad, de quienes pretenden robar la Esperanza, destruyendo de raíz, el sentimiento de amor y entrega en la Misericordia. Sin esta realidad, capaz de transformar la vida de las personas y los pueblos, estamos, si, abocados a vivir en la angustia y la desesperación.
No veo otro camino, otra forma de actuar, que salir al encuentro del ser humano, llenar su vida de gestos de misericordia. Creer que es posible hacer fecunda la Esperanza, es dejar que la Misericordia de Dios tenga rostro de hombre y mujer.
Nuestro querido Papa Francisco nos ha repetido en varias ocasiones: NO SE DEJEN ROBAR LA ESPERANZA, Y NO SE LA QUITEN A NADIE.
Tengo un sueño, humano, sencillo, posible: que los Grupos de Jesús, sean Escuelas y Universidades de Misericordia, donde no haya lugar a la desesperación y sufrimiento.
Gracias por las aportaciones hechas con rigor, descritas en profundidad y cercanas a las realidades de nuestro mundo, son sin duda, lamparitas que se alimentan de una Luz diáfana y transparente: Jesús Resucitado.
Con Jesús no es posible el error. Si nos empujan, resbalamos y caemos hasta la desesperación, si brotan de nuestros ojos «ríos» de lágrimas, tú, el otro, yo, hemos de estar preparados en «URGENCIAS», las que no deben hacerse esperar: LA MISERICORDIA.
Miren Josune