LO QUE ALGUNOS DICEN HOY
También en el nuevo milenio sigue resonando la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No es para llevar a cabo un sondeo de opinión. Es una pregunta que nos sitúa a cada uno a un nivel más profundo: ¿quién es hoy Cristo para mí? ¿Qué sentido tiene realmente en mi vida? Las respuestas pueden ser muy diversas:
«No me interesa. Así de sencillo. No me dice nada; no cuento con él; sé que hay algunos a los que sigue interesando; yo me intereso por cosas más prácticas e inmediatas». Cristo ha desaparecido del horizonte real de estas personas.
«No tengo tiempo para eso. Bastante hago con enfrentarme a los problemas de cada día: vivo ocupado, con poco tiempo y humor para pensar en mucho más». En estas personas no hay un hueco para Cristo. No llegan a sospechar el estímulo y la fuerza que podría él aportar a sus vidas.
«Me resulta demasiado exigente. No quiero complicarme la vida. Se me hace incómodo pensar en Cristo. Y, además, luego viene todo eso de evitar el pecado, exigirme una vida virtuosa, las prácticas religiosas. Es demasiado». Estas personas desconocen a Cristo; no saben que podría introducir una libertad nueva en su existencia.
«Lo siento muy lejano. Todo lo que se refiere a Dios y a la religión me resulta teórico y lejano; son cosas de las que no se puede saber nada con seguridad; además, ¿qué puedo hacer para conocerlo mejor y entender de qué van las cosas?». Estas personas necesitan encontrar un camino que las lleve a una adhesión más viva con Cristo.
Este tipo de reacciones no son algo «inventado»: las he escuchado yo mismo en más de una ocasión. También conozco respuestas aparentemente más firmes: «soy agnóstico»; «adopto siempre posturas progresistas»; «solo creo en la ciencia». Estas afirmaciones me resultan inevitablemente artificiales, cuando no son resultado de una búsqueda personal y sincera.
Jesús sigue siendo un desconocido. Muchos no pueden ya intuir lo que es entender y vivir la vida desde él. Mientras tanto, ¿qué estamos haciendo sus seguidores?, ¿hablamos a alguien de Jesús?, ¿lo hacemos creíble con nuestra vida?, ¿hemos dejado de ser sus testigos?
José Antonio Pagola
Después de leer la reflexión de José Antonio, siento la necesidad de dedicar unos minutos a contestar y dejar por escrito las respuestas a las preguntas del último párrafo:
«Muchos no pueden ya intuir lo que es entender y vivir la vida desde él. Mientras tanto, ¿Qué estamos haciendo sus seguidores?»
Esta es mi intención, es lo que quiero y a lo que dedico, lectura reposada del Evangelio diaria y contrastar mis hechos con la vida de Jesús.
«¿hablamos a alguien de Jesús?»
No, bueno con algún creyente, pero me cuesta, decir que Jesús es el motor y la referencia de vida para mí, tengo la sensación de que es algo que no viene a cuento, que no va a interesar. Soy una persona de acción, cuento lo que hago, mis hechos, pienso que no que tengo que decir donde están mis convicciones.
«¿lo hacemos creíble con nuestra vida?»
Ya me gustaría…, pero dudo que alguien, piense que mi forma de vivir y actuar tenga como referencia al Jesús del Evangelio, bueno alguien sí, mi mujer, algún familiar muy cercano, algún amigo íntimo.
«¿hemos dejado de ser sus testigos?»
Me gustaría contestar que no, siempre estoy con el deseo que seguir a Jesús…, pero luego hago lo que puedo.
«Jesús sigue siendo un desconocido».
Recuerdo ahora la frase de Jesús a la samaritana: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, puede ser que tú le hubieras pedido a él y el te habría dado agua viva».
Si conocieras…
Todos tenemos responsabilidad en esto, hemos ido envolviendo a Jesús en pronunciamientos teológicos… se nos ha ido alejando…
Urge encontrarnos con él, con JESÚS VIVO y saber acercarlo a los hermanos, porque él, como a la samaritana, nos sigue diciendo: Dame de beber… Nos espera.