¿NOS ATREVEREMOS A COMPARTIR?
Los medios de comunicación nos informan cada vez con más rapidez de lo que acontece en el mundo. Conocemos cada vez mejor las injusticias, miserias y abusos que se cometen diariamente en todos los países.
Esta información crea fácilmente en nosotros un cierto sentimiento de solidaridad con tantos hombres y mujeres, víctimas de un mundo egoísta e injusto. Incluso puede despertar un sentimiento de vaga culpabilidad. Pero, al mismo tiempo, acrecienta nuestra sensación de impotencia.
Nuestras posibilidades de actuación son muy exiguas. Todos conocemos más miseria e injusticia que la que podemos remediar con nuestras fuerzas. Por eso es difícil evitar una pregunta en el fondo de nuestra conciencia ante una sociedad tan deshumanizada: «¿Qué podemos hacer?».
Juan Bautista nos ofrece una respuesta terrible en medio de su simplicidad. Una respuesta decisiva, que nos pone a cada uno frente a nuestra propia verdad. «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo».
No es fácil escuchar estas palabras sin sentir cierto malestar. Se necesita valor para acogerlas. Se necesita tiempo para dejarnos interpelar. Son palabras que hacen sufrir. Aquí termina nuestra falsa «buena voluntad». Aquí se revela la verdad de nuestra solidaridad. Aquí se diluye nuestro sentimentalismo religioso. ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir lo que tenemos con los que lo necesitan.
Muchas de nuestras discusiones sociales y políticas, muchas de nuestras protestas y gritos, que con frecuencia nos dispensan de una actuación más responsable, quedan reducidas de pronto a una pregunta muy sencilla. ¿Nos atreveremos a compartir lo nuestro con los necesitados?
De manera ingenua creemos casi siempre que nuestra sociedad será más justa y humana cuando cambien los demás, y cuando se transformen las estructuras sociales y políticas que nos impiden ser más humanos.
Y, sin embargo, las sencillas palabras del Bautista nos obligan a pensar que la raíz de las injusticias está también en nosotros. Las estructuras reflejan demasiado bien el espíritu que nos anima a casi todos. Reproducen con fidelidad la ambición, el egoísmo y la sed de poseer que hay en cada uno de nosotros.
José Antonio Pagola
Gracias por esta «túnica» compartida, José Antonio. Cala hondo, puede ayudarme.
Quisiera más bien decir que la palabra no es para destruir y que la misericordia de DIOS es para siempre.
¡Al fin! después de varios meses sin Internet puedo degustar de estas interesantes reflexiones. Además de poder enviarles mis opiniones al respecto.
Más que difícil, nos resulta una «locura» tratar de seguir el ejemplo de Juan el Bautista. En especial, cuando experimentamos grandes necesidades básicas y hasta vitales como es el caso del agua potable. Es obsceno lo que ocurre en materia de alimentación, cuando revisamos estadísticas mundiales en la actualidad.
En cuanto a la tan mentada «NUEVA NORMALIDAD», mucha gente no la entiende porque presupone que antes hubo alguna condición o situación normal en el mundo. He sido un estudioso y seguidor de ciertas estadísticas mundiales desde hace varios años, y la «respuesta terrible» -no de Juan, sino la que dan dichas estadísticas- es que al día de hoy hay más de 856 millones de personas desnutridas y en valor contrapuesto existen casi 1.720 millones de personas con sobrepeso en el mundo,
De otra parte, al día de hoy (martes 7 de diciembre de 2021, a las 17 horas GTM en Caracas) la cifra de muertes por hambre es superior a 21 mil personas! Tales estadísticas «nos ofrece una respuesta terrible en medio de su simplicidad. Una respuesta decisiva, que nos» tiene que llamar la atención más que lo que ha significado la ‘pandemia de la COVID-19’ que ha azotado a la humanidad desde el 2020, pareciera ser más impactante que la ‘pandemia del hambre’ que ha azotado a la humanidad desde hace varios siglos.
En cuanto a esas estadísticas se «necesita valor para acogerlas. Se necesita tiempo para dejarnos interpelar. Son cifras (no palabras) que [nos] hacen sufrir. Aquí termina nuestra falsa «buena voluntad».» Como seres humanos que somos «hechos a imagen y semejanza» del Altísimo. «Aquí se revela la verdad de nuestra » falta de solidaridad, se nos cae la ‘careta’ de cristiano, Nuestro «sentimentalismo religioso» lo mostramos solo dentro del templo, en especial cuando recibimos la comunión en especie, pero al salir de él… ¿Qué nos pasa?
Sencillamente nos ponemos la ‘careta’ de fariseo porque no deseamos compartir lo que poseemos, y además, buscamos excusas argumentando que para poder resolver esa situación del hambre, ello escapa de nuestras posibilidades humanas, ya que se trata de un problema estructural-mundial.
Pero considero que no perdemos nada, más bien ganamos en gracia y bondad si desde nuestra pequeña ‘iglesia doméstica’ -la familia- iniciamos ese cambio de ‘actitud’ y ‘aptitud’, para dejar de ser «normales» y parecernos un poquito al «loco». Esos dos cambios, son como dos alas de una misma ave que nos permitirán emprender vuelo hacia el derrotero de un nuevo modo de ‘vivir viviendo’, tal como Juan nos lo demuestra desde el desierto. Un cambio de actitud para dejar de ponerme ‘caretas’, y un cambio de aptitud para acondicionar mi corazón y mi mente hacia la solidaridad, con ‘espiritualidad de comunión’ y amor al «próximo» (el prójimo).
Saludos y bendiciones
Gustavo «Panter» González – Caracas – República Bolivariana de Venezuela
PD: Pueden consultar dichas estadísticas en https://www.worldometers.info/es/
¿Qué podemos hacer?.
Nuestra crítica dura, se dirige a quienes ostentan el poder, ya sea político, religioso, empresarial. Que fácil nos resulta ver la viga en el ojo ajeno. Y que difícil esa autocrítica que nos pone cara a cara con nuestra cruda realidad.
Queremos poder, queremos prestigio, queremos dinero, queremos más. Y las palabras de Juan nos resultan intolerables, nos molestan, rompen esa falsa apariencia de bondad, de buenas personas preocupadas por la marcha de nuestro mundo, hipocresía vestida en el fondo de fracaso, de nuestro fracaso.
Juan llama una vez más a nuestra puerta, el sabe de nuestra miseria. Nos propone un cambio, nos emplaza a una mirada nueva, a un corazón renovado, ‘ponte en marcha, y ama’.. Su propuesta nos asusta, porque pone patas arriba todo mi mundo bien montado…
¿Qué podemos hacer?
El que tenga dos túnicas que reparta una, el que tenga comida que la comparta…