OJOS NUEVOS
El relato del ciego de Siloé está estructurado desde la clave de un fuerte contraste. Los fariseos creen saberlo todo. No dudan de nada. Imponen su verdad. Llegan incluso a expulsar de la sinagoga al pobre ciego: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios». «Sabemos que ese hombre que te ha curado no guarda el sábado». «Sabemos que es pecador».
Por el contrario, el mendigo curado por Jesús no sabe nada. Solo cuenta su experiencia a quien le quiera escuchar: «Solo sé que yo era ciego y ahora veo». «Ese hombre me trabajó los ojos y empecé a ver». El relato concluye con esta advertencia final de Jesús: «Yo he venido para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
A Jesús le da miedo una religión defendida por escribas seguros y arrogantes, que manejan autoritariamente la Palabra de Dios para imponerla, utilizarla como arma o incluso excomulgar a quienes sienten de manera diferente. Teme a los doctores de la ley, más preocupados por «guardar el sábado» que por «curar» a mendigos enfermos. Le parece una tragedia una religión con «guías ciegos» y lo dice abiertamente: «Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán al hoyo».
Teólogos, predicadores, catequistas y educadores, que pretendemos «guiar» a otros sin tal vez habernos dejado iluminar nosotros mismos por Jesús, ¿no hemos de escuchar su interpelación? ¿Vamos a seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas sin vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús que nos abra los ojos y el corazón?
Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.
José Antonio Pagola
*Los ojos de Jesús contrastan con los ojos/la mirada de los fariseos y la del ciego curado:
-La mirada de Jesús, capaz de descubrir la ceguera del ciego que le excluye,
-contrasta con la mirada de los «judíos» (los fariseos) que excluyen al ciego curado, «no ven» al ciego, capaz de dar razón de su identidad; y no quieren reconocer/confesar a Jesús como «Luz del mundo»
-como hace el ciego curado: «Yo he venido para que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos»
Gracias, una vez más, porque se pone el punto de mira en el lugar preciso.
Es verdad que no necesitamos que nos prediquen y defiendan verdades «de manera autoritaria y con un lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas… «¿Vamos a seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas, sin vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús?»
«Testigos que contagien, aunque sea de manera humilde esa pequeña experiencia del Evangelio »
Es poner justo e dedo en la llaga y hacernos recapacitar…
El último párrafo de la reflexión (Necesitamos creyentes de verdad…), es magistral .
Muchas gracias de nuevo y un abrazo