Peregrino hacia la Luz que viene
Un nuevo año litúrgico comienza. El Adviento abre ante nosotros el sendero de la esperanza. Se trata de esperar la llegada de Jesucristo a nuestra vida de un modo nuevo y con el corazón bien dispuesto. Es el tiempo de la espera activa, de la vigilancia confiada y de la esperanza que se hace camino. No caminamos solos: el Señor mismo ha querido salir a nuestro encuentro. Él viene, una y otra vez, para renovar la historia, para encender la fe apagada, para levantar la mirada de quienes han perdido el rumbo.
El Adviento 2025 se enmarca en el Año Santo, signo de gracia y renovación. Ser “peregrinos de esperanza” significa ponernos en marcha, reconociendo que nuestra vida es un camino hacia el encuentro con Dios. El peregrino no se instala, no se acomoda: avanza, confía, busca. Vive de la promesa. Así queremos vivir este tiempo: como una Iglesia que espera a que llegue su Señor, que evangeliza y camina en sencillez, con el corazón enamorado y los ojos fijos en la meta.
Somos invitados a celebrar, en un único y progresivo movimiento, el Adviento, la Navidad y la Epifanía. Desde el primer domingo de Adviento hasta la fiesta del Bautismo del Señor que es el domingo siguiente a la Epifanía, celebraremos la misma Buena Noticia: la venida del Señor, y es que Cristo ha querido hacerse presente en nuestra historia para experimentar los frutos de su salvación.
El Jubileo nos recuerda que toda vida cristiana es un itinerario pascual: salir de la esclavitud de la tristeza o del egoísmo, atravesar los desiertos del miedo y la indiferencia, y entrar en la tierra de la comunión, donde Dios habita con su pueblo. El Adviento es esa travesía interior: una llamada a dejarse guiar por la Luz que no se apaga, a purificar el corazón, y a caminar como familia de bautizados hacia el encuentro con el Emmanuel.
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” (Is 9,1).
Este año nos acompaña el evangelista San Mateo, cuyo relato ilumina el Adviento desde la plena continuidad entre la promesa antigua y su cumplimiento en Cristo.
El evangelista incluye genealogía y relatos que sitúan a Jesús en la historia de Israel (la infancia, la huida a Egipto, la vuelta a Nazaret). Por eso, el Adviento ayuda a encarnar el misterio de la Encarnación en la historia humana concreta; enseña a las personas y comunidades a reconocer la providencia en los caminos difíciles.
Su discurso escatológico (capítulos 24–25) desarrolla insistentes exhortaciones a la vigilancia y al juicio final (parábola de las vírgenes, talentos, juicio de las naciones). Meditarlo en adviento nos permite escuchar de nuevo la llamada a la vigilancia propia del tiempo de espera: estar despiertos y ser responsables hacia los hermanos.
Cada paso del Adviento es un paso hacia la santidad cotidiana:
• Despertar la fe dormida.
• Cambiar el rumbo cuando nos desviamos.
• Alegrarnos con la presencia de Dios que renueva todo.
• Acoger con ternura al Dios que viene a salvarnos.
El Señor viene. Su venida no se impone, se ofrece. La esperanza es una lámpara que se mantiene encendida mientras aguardamos su paso. Esta lámpara no se enciende sola. Se alimenta de la oración, de la caridad y de la confianza. Cada comunidad, cada familia, cada bautizado es llamado a custodiar esa luz, a mantenerla viva frente al viento del desánimo.
Encendamos la esperanza
Encendámosla con gestos de servicio, con palabras que consuelan, con silencios que escuchan. Encendámosla juntos, como pueblo peregrino de Dios, sabiendo que cada paso, cada vela, cada oración nos acerca al misterio del Amor que se hace carne.
“Ven, Señor Jesús, y fortalece nuestros pasos cansados.
Haz de tu Iglesia una lámpara encendida en la noche del mundo.
Que caminemos juntos, peregrinos de esperanza,
hasta encontrarte cara a cara.”
Acción Católica General
Material para preparar la venida de nuestro Señor Jesús
«Encendamos la esperanza» (Adviento 2025)







