CON ALEGRÍA
Y CONFIANZA
El Concilio Vaticano II presenta a María, Madre de Jesucristo, como «prototipo y modelo para la Iglesia», y la describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. Desde esa misma actitud hemos de escuchar a Dios en la Iglesia actual.
«Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza de una Iglesia envejecida y gastada. ¿Ya no es Jesús Buena Noticia? ¿No sentimos la alegría de ser sus seguidores? Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.
«El Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de nuestros días. Solo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano. Dios está también con nosotros.
Esta Iglesia, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha abandonado. Con él todo es posible.
«No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a una sociedad descreída. Miedo a un futuro incierto. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez evangélica.
Es urgente construir una Iglesia de la confianza. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia poderosa, sino humilde. También en nuestras comunidades hemos de escuchar las palabras que escucha María: «No temas».
«Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo, sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue, sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: hemos de ayudar a los hombres y mujeres de hoy a descubrir a Jesús.
Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza. María ha de ser nuestro modelo.
José Antonio Pagola
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Marina Ibarlucea
ES POSIBLE PARA DIOS
Domingo 4° de Adviento. Ciclo B
Cuando las certezas humanas se tambalean y tenemos la clara impresión de que la realidad nos supera, los hombres y mujeres de fe, acudimos a Dios-Padre rogando nos muestre su fiel Providencia. Cuántas veces, la Misericordia se acerca hasta nuestra pobre fragilidad humana, para ayudarnos a descubrir el sentido de la vida, en lo pequeño y vulnerable.
María presiente, que pronto Dios será una certeza real, sentida en el pálpito de vida habitando en sus entrañas. El tiempo de la espera ha ido anhelante transcurriendo, y en medio del ritmo acompasado, José ha estado atento, arropando a su esposa. Con destreza, sus manos han ido dando forma a la pequeña cuna, donde recostará sobre un lecho de heno, el Amor sublime de Dios encarnado en la vida.
En el umbral de la Navidad, todo ser humano anhela vivir en el AMOR, siente la necesidad de compartir la alegría gozosa y expresar los gestos de ternura y solidaridad, que hacen la vida más humana y digna, más justa y fraterna.
Multitud de soledades aguardan sin decirlo, en lo profundo del corazón, que alguien querido y añorado tome la iniciativa, tenga un gesto de AMOR, de cercanía y acogida, de presencia cálida, llena de consuelo y ternura. No cerremos el corazón a la carencia y necesidad del otro.
La Esperanza de nuestra fe, ha de ser, un canto de confianza en el Amor y Misericordia del Padre. Enmanuel ha venido a quedarse en la historia de la Humanidad, a decirnos que no hemos de poner «candados» a las puertas, allí donde el hombre y mujer esperan una respuesta. Escuchemos las palabras del Papa francisco: «la indiferencia es arma letal que deja tras de sí, a seres humanos abandonados a su suerte».
Hallemos tiempo para el silencio interior, donde escuchar el susurro del Espíritu que nos dice hoy: ¿qué ha de nacer en nuestra vida? ¿cuál el deseo y actitud honesta de hacer fecundo el bien?, disponiendo la voluntad para poder responder: ¡HÁGASE!.
¡Madre del Amor, gracias por tu hijo Jesús!
Miren Josune