¿Qué es necesario tener en cuenta para cultivar una espiritualidad laical?
Seguidor de Cristo
La fuente de toda vocación cristiana está en la adhesión incondicional a Jesús y a su Evangelio. Esto exige una espiritualidad de seguimiento y discipulado.
Seguir a Cristo es identificarse con él, adherirse a su persona, dejarse configurar por él, inspirarse en su Espíritu, mirar la vida como la miraba él, tratar a la gente como él la trataba, poner la esperanza donde la ponía él, defender su causa… Irse haciendo “cristiano”.
Al servicio del Reino de Dios
Seguir a Cristo es ponerse al servicio del Reino de Dios, que es el objetivo al que se entregó, por el que vivió y murió Jesús. Esto tiene diversas exigencias.
Lo primero es renunciar a toda clase de ídolos y falsos dioses (dinero, bienestar, poder) para rendir nuestro ser solo a Dios.
Exige, además, trabajar por una sociedad donde reine Dios. Si reina Dios, no pueden reinar los fuertes sobre los débiles, los ricos sobre los pobres, los varones sobre las mujeres, el Primer Mundo sobre el Tercero…
Miembro activo y responsable del Pueblo de Dios
El laico se ha de sentir sujeto de pleno derecho en la comunidad eclesial. Está animado por el Espíritu que alienta a toda la Iglesia.
Es importante el esfuerzo por discernir y encontrar la propia vocación, el servicio que cada uno puede realizar, individualmente, con su pareja, en un grupo o movimiento.
Enviado al mundo
El laico se siente enviado al mundo donde ha de desarrollar su misión a través del testimonio y del compromiso transformador.
Esto exige descubrir la espiritualidad conyugal, vivir la vocación cristiana de madre o padre, descubrir el valor cristiano del trabajo y la profesión secular, la importancia de la transformación de la sociedad, el valor cristiano del ocio y del tiempo libre… El laico cristiano ha de tener muy claro que está llamado a ser testigo, apóstol, militante, agente transformador.
Enraizado en la Palabra de Dios y en la Eucaristía
Es de gran importancia el contacto frecuente con el Evangelio, a solas o en grupo. También la Eucaristía dominical participada de manera gozosa, activa, consciente, comulgando con Cristo y con la comunidad.
Solo así se puede escuchar a Dios en los acontecimientos, ver a Cristo en los pobres, hacer una lectura creyente de la realidad, comulgar con hombres y mujeres, crecer en el servicio al Reino de Dios.
Radicalidad evangélica
Todos estamos llamados a seguir a Cristo según el espíritu de las bienaventuranzas. No hay estados más o menos perfectos, sino formas diversas de escuchar y vivir la llamada al seguimiento.
Lo que sí hemos de destacar es algunas virtudes y actitudes que reclaman hoy un cuidado más especial… Así, la misericordia, la honradez, la libertad personal, el desprendimiento, la lucha incansable por la justicia, la cercanía y solidaridad con los más necesitados, el perdón y la actitud de reconciliación, la esperanza.
La formación
Solo con una formación y capacitación adecuadas, podrán los laicos, educados desde otras claves y otra sensibilidad, adquirir personalidad, seguridad e iniciativa dentro del Pueblo de Dios.
José Antonio Pagola, La hora de los laicos (Pastoral renovada)








