La condición homosexual
El homosexual es, ante todo, un ser humano con su dignidad personal, con un destino y una vocación a crecer y realizarse como persona, lo mismo que el heterosexual. Su peculiaridad tiene su raíz y manifestación más clara en que su pulsión sexual está orientada hacia personas del mismo sexo.
No hemos de confundir la condición homosexual con una enfermedad. La homosexualidad no lleva consigo de por sí ningún rasgo de patología somática o psíquica. En 1973, la American Psychiatric Association concluyó su estudio afirmando que la homosexualidad no puede ser catalogada como enfermedad. En 1990, la Organización Mundial de la Salud la eliminó definitivamente de la lista de enfermedades.
Tampoco hemos de confundir la condición homosexual con actuaciones anómalas o desviadas, como por ejemplo la pederastia, el sadismo, la prostitución, la promiscuidad, la violación… Lo mismo que no confundimos la condición heterosexual con ese tipo de actuaciones. No hemos de admitir que se hable de los homosexuales en clave de “perversión”, “desviación”, “inversión”.
Promover una mirada más humana, misericordiosa y justa sobre la experiencia homosexual
Es en los teólogos, moralistas y pastores, donde se aprecia una voluntad más firme de repensar la actitud de la Iglesia para promover una valoración más justa y más humana. Solo señalaré tres perspectivas.
El teólogo moralista Pablo Romero ha recordado recientemente que la Iglesia ha de introducir la conciencia de que la orientación homosexual es “una realidad recibida” (de la vida, del azar, de la naturaleza, de Dios…). Por eso la persona homosexual no podrá aceptarse a sí misma como don o como criatura agradecida a Dios si no puede reconocer que su orientación sexual concreta es “don de Dios” desde el que está llamada a realizarse. La persona homosexual es la primera que ha de ser educada y ayudada a pasar de una posible homofobia a una valoración positiva de su diferencia sexual o, si es creyente, a una aceptación agradecida a Dios de su propio camino.
Como reacción a una moral de carácter objetivo y negativo: “Lo que evidencia la bondad moral de una relación viene dado por la capacidad que tiene de expresar de manera profunda, auténtica y convincente el mundo interior de las dos personas; de crear las condiciones para un desarrollo de una verdadera interpersonalidad, la cual solo se realiza en la medida en que se abandona la tentación de tratar al otro como objeto, y se reconoce a la vez su unicidad irrepetible y su inestimable dignidad” (Gianni Piana).
En esta misma línea, Paolo Gamberini afirma que el objetivo de la ética que se ha de proponer a las personas homosexuales consiste en “favorecer el crecimiento de las relaciones más auténticas según las condiciones. El creyente homosexual deberá optar por lo que le aproxime más a lo mejor de la relación que está viviendo: con su propio cuerpo, con los otros y con Dios”. Desde esta perspectiva, el bien moral consistirá en potenciar las relaciones con los otros y con el mundo, consigo mismo y con Dios.
Promover la acogida en las parroquias y comunidades cristianas
Hemos de trabajar para hacer que en nuestras comunidades cristianas se acoja, se escuche y se acompañe a toda persona homosexual, necesitada –como todos– de acogida, escucha y amistad.
Comunidades cristianas donde sean valoradas por su dignidad personal sin que su orientación sexual sea motivo de rechazo, discriminaciones, recelos, lenguajes ofensivos…
Comunidades cristianas donde puedan encontrar cauces adecuados para crecer como seguidores de Jesús, dando testimonio de su vida cristiana e integrándose activamente al servicio de la comunidad.
Comunidades cristianas en las que puedan encontrar amigos y amigas con los que poder compartir momentos difíciles de soledad, rupturas, discernimientos, toma de decisiones.
Comunidades cristianas que sepan solidarizarse y defender a toda persona homosexual de la estigmatización, la hostilidad, las humillaciones o burlas que pueda sufrir en nuestro entorno social o eclesial.
Comunidades cristianas comprometidas en concienciar a la Iglesia y a la sociedad para que se respeten los derechos de la población homosexual y se promueva todo lo que favorezca su convivencia digna y justa en medio de la mayoría heterosexual.
Deseo terminar con un mensaje que quiero comunicar a la comunidad homosexual en nombre de Jesús. Es lo más importante que yo puedo decir:
“Cuando os veáis rechazados en la sociedad o en la Iglesia, sabed que Dios os está acogiendo. Cuando os sintáis condenados por algunos sectores, sabed que Dios os mira con ternura. Cuando os sintáis solos, olvidados, pequeños y débiles, escuchad vuestro corazón y sentiréis que Dios está ahí, con vosotros. Aunque nosotros os olvidemos, Dios no os abandonará jamás. No lo merecéis. No lo merecemos nadie, pero Dios es así: misericordia insondable y bendición para todos”.
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA, 4. Caminos de evangelización, capítulo 10
Buenas días.
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