VOLVER A BELÉN
En medio de felicitaciones y regalos, entre cenas y bullicio, casi oculto por luces, árboles y estrellas, es posible todavía entrever en el centro de las fiestas navideñas «un niño recostado en un pesebre». Lo mismo sucede en el relato de Belén. Hay luces, ángeles y cantos, pero el corazón de esa escena grandiosa lo ocupa un niño en un pesebre.
El evangelista narra el nacimiento del Mesías con una sobriedad sorprendente. A María «le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo». Ni una palabra más. Lo que realmente parece interesarle es cómo se acoge al niño. Mientras en Belén «no hay sitio» ni siquiera en la posada, en María encuentra una acogida conmovedora. La madre no tiene medios, pero tiene corazón: «Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre».
El lector no puede continuar el relato sin expresar su primera sorpresa: ¿En este niño se encarna Dios? Nunca lo hubiéramos imaginado así. Nosotros pensamos en un Dios majestuoso y omnipotente, y él se nos presenta en la fragilidad de un niño débil e indefenso. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos ofrece en la ternura de un recién nacido. ¿Cómo sentir miedo de este Dios? Teresa de Lisieux, declarada en 1997 doctora de la Iglesia, dice así: «Yo no puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí… ¡Yo le amo!».
El relato ofrece una clave para acercarnos al misterio de ese Dios. Lucas insiste hasta tres veces en la importancia del «pesebre». Es como una obsesión. María lo acuesta en un pesebre. A los pastores no se les da otra señal: lo encontrarán en un pesebre. Efectivamente, en el pesebre lo encuentran al llegar a Belén. El pesebre es el primer lugar de la tierra donde descansa ese Dios hecho niño. Ese pesebre es la señal para reconocerlo, el lugar donde hay que encontrarlo. ¿Qué se esconde tras ese enigma?
Lucas está aludiendo a unas palabras del profeta Isaías en las que Dios se queja así: «El buey conoce a su amo; el asno conoce el pesebre de su señor. Pero Israel no me conoce, no piensa en mí» (Isaías 1,3). A Dios no hay que buscarlo en lo admirable y maravilloso, sino en lo ordinario y cotidiano. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.
Los pastores nos indican en qué dirección buscar el misterio de la Navidad: «Vayamos a Belén». Cambiemos nuestra idea de Dios. Hagamos una relectura de nuestro cristianismo. Volvamos al inicio y descubramos un Dios cercano y pobre. Acojamos su ternura. Para el cristiano, celebrar la Navidad es «volver a Belén».
José Antonio Pagola
Este artículo me llevó al pesebre de Belén de hace muchos años atrás cuando yo aún era una niña. Recuerdo que recibí de obsequio esa navidad la Biblia del niño,tendría yo la edad de 9 o 10 años. Cuánto me impresionó ese obsequio! Pero eso es para otro artículo. Llevándome en este viaje en el tiempo recordé que tomé un momento para sentarme muy cerca de las piezas que componían ese pesebre. Estaba sola porque creo si no no me hubieran permitido estar tan ahí, cerquita! Y de pronto me vi tan conmovida observando al pequeñito niño Jesús, dormido, todo ternura, su pañal cubriendo tan poco, su cuna tan precaria. Vino a mí una reflexión que llevo dentro todo este tiempo y no le había dado importancia sino hasta ahora, recuerdo me pregunté ¿cómo ese pequeño y dulce bebé puede ser el hijo de Dios? De Dios que es tan malo?!
Ahora lo recuerdo y pienso que lejos estamos de esa fe que nos ubicaba debajo de un dios perverso que nos ponía pruebas de continuo y hasta parecía divertirse con nuestros errores. Claro.! Ese dios ya no es mi Dios, nuestro Dios, y agradezco infinitamente a este Dios de la vida por ser el Todoamoroso que necesitamos para realmente ser luz en el mundo! Este Belén de ahora es el que me enamora cada día.! Con la historia de amor más bonita.! María, José, el niño y un Padre que tanto nos ama que se hace familia. Feliz navidad!
Que difícil es volver acercarse a Dios a los que llevan muchos años lejos de El, pero sin embargo El está siempre cerca de todos.
Porque ellos creen que ya han visto la película, que una vez vista , ya se la saben.
La Fe no es una película, que una vez vista ya no nos interesa.
La Fe debe ser como la música, que cuanto mas se repite, mas nos entusiasma, e incluso nos animamos a cantarla y trasmitirla.
Celebrar la Navidad es volver a cantar nuestra Fe.
Es verdad que no acabamos de enterarnos de como es Dios .Nos cuesta aceptarlo en un niño indefenso , vulnerable …Que Dios haya querido compartir la aventura humana , haciéndose uno de nosotrros….Que su amor por la humanidad sea incondicional y gratuito .No es sólo que nos ame sino que El es el Amor mismo y nunca podrá dejar de amarnos .
Nos ha resultado a veces mucho más cómodo alejarlo a las Alturas, Omnipotente, Lejano, Todopoderoso al que alabar con oraciones e incienso
Pro el Niño de Belen , COMPROMETE . Nos motiva con su Ternura .Es todo promesa de futuro, ilusión, esperanza .oportunidad para trabajar por un mundo más humano
Es bueno caer en la cuenta y como dice el artículo , saber que «celebrar la Navidad es volver a Belen »
Que así sea