¿Cómo recuperar la esperanza?
Hemos de recordar que la esperanza se puede perder y se puede recuperar. No es un rasgo temperamental, aunque es verdad que no todos tenemos la misma energía o potencial de esperanza. La esperanza es, muchas veces, una conquista, fruto de un trabajo esforzado y paciente.
La reacción más normal ante un problema es buscar cuanto antes alguna solución, aunque sea parcial, provisional y no completamente satisfactoria. Esa pequeña solución contribuye sin duda a crecer en esperanza. Pero hay situaciones y problemas que no tienen propiamente solución. No se pueden modificar los datos objetivos de la realidad. No se puede hacer nada. Estamos ante una situación insoluble. Entonces las personas pueden adoptar actitudes muy negativas como la rebelión, la protesta y el rechazo, la ansiedad, el aislamiento…
Cuando la situación problemática no puede ser modificada, hemos de preguntarnos si la persona no puede tal vez cambiar el modo de vivir aquel problema. Dentro de esa situación dolorosa e inevitable, ¿no puede vivir algo positivo?, ¿todo ha de ser negativo y destructor?, ¿no puede esa persona comunicarse más con alguien?, ¿no puede pasar de una visión confusa a una visión más clara y ordenada de sus problemas?, ¿no puede adoptar una actitud menos pasiva, más comprometida y responsable? El problema sigue ahí. No ha cambiado la situación. Pero la persona puede vivirlo tal vez de otra manera más positiva y constructiva.
Hay que recordar que las situaciones son casi siempre bastante complejas. Las cosas no son nunca totalmente buenas ni totalmente malas. Las mejores experiencias pueden encerrar aspectos negativos, y las peores pueden generar efectos beneficiosos. En buena parte depende de cómo las vivamos.
Actitudes para generar esperanza
Acoger: La persona se siente más segura, con más fuerza y más resortes cuando se siente acogida. Por muy difícil que sea su situación, por muy graves que sean sus problemas, por muy hundida que se encuentre, si percibe que ya no está del todo sola, que puede contar con alguien, que su vida interesa de verdad a alguien, en esa persona se puede despertar un germen de esperanza.
Escuchar: Tal vez lo primero que necesita la persona que ha perdido la esperanza es sentirse escuchada, poder desahogarse y compartir con alguien su desesperanza. La escucha libera de la soledad, la incomunicación y el aislamiento. La escucha libera de la confusión y el desconcierto. La escucha suaviza heridas del pasado, alivia el sufrimiento. La escucha ayuda además a recuperar la dignidad perdida o maltratada.
Acompañar: Una persona que está sufriendo una crisis que pone en peligro su esperanza. Lo primero que busca es que comprendamos los sentimientos que está viviendo. Que captemos bien lo que está sufriendo. Está pidiendo además que de alguna manera compartamos su sufrimiento desde una actitud de empatía, que sintonicemos con lo mal que está. Quiere que la acompañemos a buscar juntos caminos de solución.
Sembrar signos de esperanza
Cuando una persona va pasando poco a poco de la desesperanza a la esperanza, lo que cambia no es la realidad del problema. El problema sigue ahí. Lo que cambia es la actitud de la persona. La esperanza no brota porque ya hemos encontrado una solución para el problema. La fuente de la esperanza está en otra parte. La esperanza no está asociada propiamente a una solución o “receta” que se ha encontrado al problema. Es más bien una fuerza interior, una aceptación nueva de la situación, una confianza diferente que da un talante nuevo a toda la persona, a pesar de que el problema siga ahí.
Pero esta esperanza necesita unos puntos de apoyo, unos signos donde poder fundamentarse. Signos tal vez pequeños y modestos, pero que pueden ayudarla a iniciar un cambio de actitud: recursos nuevos, sugerencias, valores, posibilidades no ensayadas, horizonte más amplio, nuevas relaciones y apoyos.
La persona tiene que captar estos signos antes que nada en sí misma. Experimentar que puede vivir aquella situación de otra manera, que tiene recursos y posibilidades en los que no había pensado, que puede “convivir” con aquel problema de manera más digna y positiva, que aquella situación tan dolorosa puede ayudarla a madurar y crecer…
La persona puede, además, captar signos de esperanza en otras personas. Tal vez descubra que puede contar con personas en las que no había pensado. Hay personas que la escucharán y apoyarán. Tal vez no está tan sola como creía. Puede confiar. La persona se ha podido expresar, ha podido hablar de su problema, se ha sentido escuchada y acogida, ha experimentado una relación diferente.
Una persona que acoge, escucha y acompaña, ella misma se convierte en signo de esperanza. Hay personas que transmiten y contagian esperanza no solo con sus palabras, sino con su presencia, su modo de ser y de vivir, su manera de mirar la vida, su forma de tratar a las personas. Comunican esperanza. Contagian la fuerza interior que llevan dentro, la esperanza que las mueve a ellas mismas. Contagian salud, paz, armonía, serenidad, bienestar. Generan esperanza. Es una suerte encontrarse con esas personas.
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA, 4. Caminos de evangelización, capítulo 4