Tomás contestó:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
–¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.
Juan 20, 28-29
Como ordenas salir al sol cada mañana,
amanece en mí, Señor;
aparta la oscuridad que te niega,
que tus rayos iluminen mi alma
y la acaricien con tu manto tibio.
Deja que tu luz inunde mis espacios más cerrados,
mis pensamientos de arena,
mis ojos que se ciegan,
mis palabras que tiemblan,
mis oídos que dudan,
mis miedos que me atan…
“¡Señor mío y Dios mío!”
Me deseas paz y te creo,
como luz te muestras y te creo,
mas a veces necesito rozar tus llagas
para sentir tu realidad.
Ya ves, qué débil y pequeña;
ya ves, qué grande y agradecida
cuando cada mañana me abraza tu amanecer.
Mercedes Maroto