Hace ya bastantes años, el teólogo J. B. Metz comentó que los cristianos de las sociedades desarrolladas vivimos cautivos de una religión burguesa. Desde hace algunas décadas venimos interiorizando actitudes como el bienestar, la seguridad, el individualismo, el éxito… que disuelven actitudes genuinamente cristianas como la lucha por una sociedad más humana, la solidaridad con los que sufren, la defensa de los pobres o el amor desinteresado.
Hoy se habla ya de un «cristianismo estéril» que no cambia los corazones, de una práctica religiosa que nos tranquiliza y nos confirma en nuestro bienestar; haciéndonos cada vez más indiferentes al sufrimiento de los pobres y hambrientos; viviendo un amor privado y excluyente que ha renunciado a la justicia para todos.. Un cristianismo cada vez más sordo a la llamada de Jesús a comprometernos en el proyecto de humanizar el mundo. El proyecto de Dios que Jesús llamaba «el reino de Dios».
Con una audacia desconocida en Israel, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a proclamar: «Está llegando el reino de Dios». Jesús está ya experimentando la fuerza salvadora de Dios abriéndose camino entre nosotros para hacer nuestra vida más humana, digna y dichosa para todos. El Padre no quiere dejarnos solos con nuestros problemas, conflictos y contradicciones.
Por eso, toda la vida de Jesús será una llamada a la esperanza. No es verdad que la historia tenga que discurrir necesariamente por los caminos de injusticias, abusos y sufrimientos que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo diferente más justo, más solidario y fraterno, porque Dios lo quiere así.
No podemos seguir viviendo como si Dios no estuviera actuando en el mundo. Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Hemos de despertar nuestra responsabilidad. Es posible dar una nueva dirección a la historia, porque Dios nos está atrayendo a todos hacia un mundo más humano. Él puede hacernos capaces de salir de otros «falsos reinos» –poder, dinero, consumismo, violencia…– para entrar en la dinámica del reino de Dios.
Pero no pensemos nunca que el reino de Dios es fruto de nuestro esfuerzo. No. Hemos de «creer» en la Buena Noticia del proyecto humanizador del Padre, es decir, hemos de confiar en el poder transformador del ser humano si realmente se deja atraer por Dios. No estamos solos. Dios está sosteniendo el clamor de los que sufren y la indignación de los que reclaman justicia. Esta es la llamada que hemos de escuchar en nuestras comunidades cristianas.
José Antonio Pagola
Jesús, Maestro interior. 5. Espiritualidad del Reino 17-26