La actuación de Jesús en el mundo de los enfermos mentales
Hemos de recordar cómo era considerada la enfermedad psíquica en aquella sociedad. En la mentalidad semita, todo enfermo es un ser humano al que le está abandonando el espíritu de Dios, ese aliento vital con el que Dios sostiene a cada persona. La situación del enfermo psíquico es todavía más trágica. Este enfermo ha quedado tan vacío del espíritu de Dios, que su persona ha sido invadida por Satán y los espíritus malignos. Satán es el Malo por antonomasia, la personificación de lo que destruye los planes salvadores de Dios, el que destruye al ser humano y lo atormenta. Los hebreos hablan de Satán cuando se refieren a una persona sometida a un mal inexplicable y misterioso, que provoca miedo y resulta amenazador para todos. El enfermo psíquico es un hombre abandonado por Dios y poseído por el mal. Alguien del que hay que defenderse y huir.
En este contexto sociorreligioso, Jesús hace sitio en su propia vida a estos hombres y mujeres que no tienen sitio en la sociedad y, según la creencia popular, ni siquiera en el corazón de Dios. Este es el dato fundamental. El enfermo psíquico es el prototipo del “abandonado”. Pues bien, Jesús acoge y hace sitio precisamente a estos enfermos que viven en el mundo sin que el mundo sea para ellos un hogar, los que no tienen sitio en ninguna parte, los enfermos rehuidos, los que no saben a quién recurrir. Jesús les va a mostrar que no están solos y abandonados.
Concretamente destaco cuatro rasgos en la actuación de Jesús en el mundo de la enfermedad mental: 1) Jesús acoge a estos enfermos y les hace sitio en su vida; 2) se esfuerza por salvar lo que parece perdido; 3) los defiende de su desvalimiento y los libera del mal; 4) los incorpora a la convivencia.
Grandes líneas de acción
La actuación de Jesús permite trazar algunas líneas básicas de acción evangelizadora en el mundo de los enfermos psíquicos.
Acercarnos al enfermo mental
Ha crecido, sin duda, la sensibilidad hacia el enfermo depresivo, el demente senil, el alcohólico o el drogadicto afectado en su personalidad, pero no se observa, al menos en la misma medida, un cambio de actitud y un mayor acercamiento hacia el enfermo psíquico. Son los más necesitados, pero también los más desconocidos y temidos.
En la raíz de este distanciamiento del enfermo mental está operando un conjunto de connotaciones negativas que es necesario abordar de forma más positiva. Está, en primer lugar, la imagen de peligrosidad, asociada a la enfermedad mental desde tiempo inmemorial, que empuja rápidamente al aislamiento y la custodia del enfermo para defender a la sociedad de su amenaza. Por otra parte, es fácil considerar al enfermo demenciado como alguien incapacitado para toda comunicación y crecimiento personal. A todo esto se suma la idea generalizada de que la enfermedad mental es incurable.
De ahí, la necesidad de impulsar en el interior de las parroquias y comunidades una mayor sensibilidad y un cambio de mentalidad que nos acerquen al mundo del enfermo psíquico y a sus familias.
Introducir la bendición de Dios
No basta con hacernos más presentes en el mundo de la enfermedad mental. Es necesario preguntarnos cómo ha de ser esa presencia y qué ha de aportar para que sea evangelizadora, como la de Jesús.
Sin negar los caminos de la asistencia psiquiátrica o de la sabiduría psicológica, sino incluyéndolos, hay un camino para llegar a la vida rota del enfermo mental: la compasión activa, el amor paciente, la comunicación que transmite bendición.
Bendecir es hacer que el enfermo esté envuelto en amor, aunque no siempre pueda captarlo de forma consciente. El enfermo necesita saber de alguna forma que, haga lo que haga y diga lo que diga, siempre hay para él gracia y misericordia, siempre habrá alguien que cuide de él y busque su bien.
Defender al enfermo psíquico y apoyar a la familia
Desde las comunidades cristianas hemos de saber defender la dignidad de la persona psíquicamente enferma. Esto significa concretamente defender el derecho del enfermo a la asistencia sanitaria adecuada; a la mejor calidad de vida posible; a un cuidado integral de sus diversas necesidades familiares, sociales, religiosas…
Es necesario todo un trabajo de concienciación para cambiar la actitud social ante el enfermo mental. Es necesario acoger y estar cerca de estos enfermos, sin marginarlos; apoyar a la familia y proporcionarle los recursos y la ayuda necesaria como primer soporte de su inserción; atender a los enfermos psíquicos sin hogar, que transitan de una parte a otra sin estar debidamente atendidos en ninguna parte.
Uno de los lugares donde mejor puede mostrar la Iglesia su rostro evangélico hacia estos enfermos es en la acogida religiosa. Ayudar humildemente a que también en esa persona se dé el encuentro con el misterio de Dios.
Quiero recordar también a los enfermos psíquicos sin techo, los transeúntes, que están aumentando cada vez más y que necesitan apoyo terapéutico y seguimiento más cercano. No basta con la ayuda material desde Cáritas. Es necesaria una intervención más especializada.
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA, 4. Caminos de evangelización, capítulo 9