Los pobres en la sociedad actual
La pobreza no es fruto de la escasez. En la sociedad moderna hay medios sobrados para satisfacer las necesidades de todos. Si se comparte, hay para todos. La pobreza actual es el resultado de un determinado tipo de desarrollo. Los pobres son, cada vez más, un “producto calculado” del sistema. Se acepta como algo normal e inevitable que el desarrollo y el bienestar de un sector de la población traiga consigo la exclusión de otro sector.
Este planteamiento socioeconómico va configurando la sociedad actual de manera nueva, provocando poco a poco la aparición de tres sectores diferenciados.
El sector integrado. Son los que, de momento, están seguros dentro del sistema. Tienen trabajo, dinero, posición social, nivel de vida asegurado. Son los integrados en el engranaje. Normalmente prefieren no pensar en las víctimas de la crisis económica: amigos, compañeros, familiares que van quedando marginados. Solo piensan en su propia familia. En este sector crece fácilmente la indiferencia y el individualismo.
El sector amenazado. Son los que ven ya en peligro su futuro laboral y su estabilidad social. Viven al día. Con contratos temporales, jubilación anticipada, trabajos precarios. Con hijos que van creciendo y no encuentran trabajo. Se ven con dificultades para cumplir sus proyectos. En cualquier momento pueden caer en el camino irreversible que lleva a la pobreza.
El sector excluido. Son los que han quedado ya fuera. Sin trabajo y sin posibilidad de integrarse en la sociedad del bienestar. Este sector se va empobreciendo progresivamente a nivel económico, social, cultural. No pueden mantener el nivel de vida de antes. Su vida familiar se deteriora. Pierden la confianza en sí mismos. No esperan gran cosa de la sociedad. Nunca pensaron encontrarse en este túnel sin salida. Hoy no ven futuro a sus vidas.
Algunas convicciones cristianas
El seguimiento a Jesús nos lleva a mirar a los pobres de una determinada manera y a comprometer la vida a su servicio. Vamos a recordar tres elementos básicos en nuestra fe.
Creer en Dios significa trabajar por el pobre
El libro de Judit lo resume bien: “Tú eres el Dios de los humildes, defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados” (Judit 9,12). Por eso, cuando Jesús anuncia la llegada de un Dios que quiere reinar entre los hombres, se dirige a los pobres como los primeros que han de escuchar este anuncio como una buena noticia: “El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para dar una buena noticia a los pobres” (Lucas 4,18).
El carácter privilegiado de los pobres no se debe a sus méritos, ni siquiera a su mayor capacidad para acoger el mensaje de Jesús. La pobreza, por sí misma, no le hace a nadie mejor. La única razón es sencillamente que son pobres y están abandonados, y Dios, Padre de todos, no puede reinar en la humanidad sino buscando justicia y vida digna precisamente para estos hombres y mujeres a los que nadie trata de manera justa y digna.
Si de verdad reina Dios entre los hombres, en esa misma medida los poderosos no reinarán sobre los débiles, los ricos no explotarán a los pobres, los varones no abusarán de las mujeres, los países del bienestar no oprimirán a los pueblos pobres de la tierra. Por otra parte, si reina de verdad Dios y reina su amor y su justicia, ya no reinarán el dinero, el lucro, el propio bienestar, como «señores absolutos».
El pobre, memoria viviente de Jesús
Así nos lo recordaba el Concilio Vaticano II: “La Iglesia descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y doliente» (Lumen gentium 8).
Pablo VI llega a decir que son “sacramento de Cristo”. Esto significa que no hemos de buscar a Cristo solo en los sacramentos o en las páginas del evangelio. Los pobres son un “lugar cristológico”. A Cristo se le encuentra hoy en el sector excluido. Cristo nos habla hoy desde esa situación de pobreza y sufrimiento. Desde ellos, Jesús nos interpela y nos invita al amor comprometido.
Las preguntas que hemos de hacernos son graves: si no estoy en comunión con los pobres, los indefensos, los abandonados de esta sociedad, ¿por qué caminos comulgo con Cristo? Si no miro con amor a los pobres, si no los defiendo, si no estoy cerca de ellos, ¿a que Jesús miro con amor, a qué Jesús defiendo, a qué Jesús estoy siguiendo? Si, de alguna forma, mi vida no es compromiso a favor de los pobres, ¿cómo entiendo y vivo mi adhesión a Jesucristo?
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA, 4. Caminos de evangelización, capítulo 7