Jesús: viento que trae la luz de una nueva esperanza.
La luz penetra diáfana en nuestro corazón, nos acompaña y guía en la oración.
Jesús, llena mi vida de tu luz inefable, de tu misericordia y amor
que se abren camino a la verdad de las obras, los gestos y palabras.
Sin tu luz, no podemos amar en verdad, como tú quieres;
todo afecto se convierte en torpeza, en fallido intento, en error.
Cuántas veces el amor se refugia en la sombra y oscuridad,
negando tu luz y tu verdad.
Hablamos de amor, y dejamos que la indiferencia deje “tirado” al otro
en los arcenes de la vida, “pasando de largo”, ignorando que existe.
Hablamos de tu luz y verdad, y nos hacemos “amigos” de la doblez y ambigüedad,
la cautela y astucia, buscando cubrir todo de apariencia.
Hablamos de certezas, seguros en la apariencia de nuestros triunfos,
de tantos logros vacíos de honesta verdad.
Tu luz penetra en la oscuridad, al encuentro de nuestra debilidad,
de nuestra vulnerabilidad, para dejar al descubierto nuestro “desván”
lleno de dudas, incertidumbre.
Nos encuentras temerosos, agazapados,
sin coraje para asumir tu Palabra en nuestra vida, vivirla con coherencia.
Silencio, escuchemos a Jesús, nos invita a orar unidos,
dejando que su luz nos envuelva,
como el suave susurro de un viento nuevo, lleno de amor.
Ahora sí, tu luz sigue aquí, penetra en nuestro nuestro interior,
escucho el pálpito de mi corazón, sereno, acompasado,
en la certeza de que la luz me guía y tu amor me acompaña.
En tu Palabra hallo la verdad, en tu luz el Camino,
en tu amor la vida resucitada.
Tu amor acompaña mi vida, me ayuda a salir al encuentro del otro.
Que ninguna “oveja” de las que tú, Señor, has puesto en mi camino,
se quede fuera, perdida y abandonada, por falta de mi apoyo y misericordia.
Espíritu de Amor:
Que todo nuestro obrar, nuestro pensar y sentir,
estén impregnados de tu luz y la verdad de tu misericordia.
Nadie puede ver al viento, pero su abrazo nos envuelve.
Nadie puede modelar al fuego, pero su luz y calor nos inunda.
El adiós del Amigo nos sumerge en su presencia más intensa.
Se fue pero no nos dejó solos,
se marchó pero ahora habita en lo más íntimo de nuestro ser.
Es el Espíritu quien despierta tus sueños,
destejiendo la maraña de miedo que forjaste entre tus sombras.
La esperanza sobreviene y, a pesar de los pesares,
tras la batalla perdida, perdura la victoria más hermosa;
aquella que levanta nuestras almas
y acuna nuestra sonrisa en las entrañas de Dios.
Quien llama a tu puerta, es el Espíritu de Jesús,
te pide que le respondas.
Gracias, por tantas veces como abres “la ventana”,
dejas que entre la luz de nuestras lamparitas;
en ellas está Jesús.
Miren Josune Martínez
EL AMOR DE JESÚS EN LA TRINIDAD Y EL MISTERIO DE DIOS.
Después de contemplar, la «familia gozosa de Dios», la Trinidad en el Amor del Padre, el Hijo y Espíritu Santo, el oculto misterio de Dios se nos va revelando, abrièndose paso a la Luz, que desde el principio de la Creación, penetra los espacios sombríos, la oscuridad del alma, las múltiples razones de todo cuanto es incomprensible y sin sentido, donde tantas veces nos preguntamos: ¿dónde está el amor de Dios ahora?.
La Palabra que ya existía antes de que fuéramos creados y llamados a la vida, aleteaba a través del Espíritu su aliento y acción creadora, pronunciando el ¡Hágase!, de la voluntad de Dios, en cada elemento y masa informe, por donde la energía del amor penetraba, dándole vida y forma, creando su espacio vital.
Así, el Amor de Dios iba transformando el caos y sin sentido, se alegraba y gozaba con la Creación, contemplando cuanto iba configurando la esencia y ser de todos los elementos y criaturas vivientes, hasta exclamar lleno de júbilo que, absolutamente todo, «era bueno, muy bueno».
Acontece que el Amor de Dios nunca ha dejado de estar activo, permanece a través de la historia de cada ser humano, dando aliento de Misericordia.
Aliento permanente también en medio del caos que origina la torpeza, debilidad y error de todo hombre y mujer, y son causa de desorden y sufrimiento.
Dios, que nos hizo libres y nos llamó a engendrar vida, a crear espacios, en los cuales, la vida tuviera su habitat donde existir, ha querido que la tierra fuera la «casa común» de la Humanidad.
No podía faltar su Amor lleno de Misericordia, visible en la certera Sabiduría de su Providencia, en los signos de los tiempos y en el presente y pasado de la historia, con el devenir de tantos pueblos, razas y culturas, saliendo tantas veces al paso, en ayuda y apoyo de los males que aquejan a la Humanidad. Podemos decir que el ser de Dios, «aliento de vida» que acompaña su Misericordia y Amor, no tienen otro destinatario que la Humanidad de ayer, hoy y siempre.
No podemos entender el misterio de la Trinidad, si falta amor en nuestra vida, andamos perdidos mirando a un cielo que parece «intratable», indiferente al clamor de tantos hombres y mujeres.
Sin embargo, el Amor de Dios no ha estado nunca ausente de la vida que Él mismo creó, sinó en el mismo corazón del hombre y la mujer, en su vida llamada a crear y hacer fecundo su Amor y Misericordia.
Podemos entender, como Jesús expresaba el deseo del Padre en su oración: «… Si, Padre, así te ha parecido bien, que todos sean UNO, como tú y yo somos UNO».
Es la unidad en el Amor, la que nos identifica con el Padre, nos convierte en hermanos y hace posible el aliento del Espíritu.
En el Amor y Misericordia, Dios muestra su rostro cercano, el mismo que Jesús nos hizo ver y palpar a través de su vida. Es la verdadera certeza de Dios y la Trinidad, la cual hemos llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Era necesario que la Palabra creadora del amor de Dios y su aliento de vida, fueran realidad visible y cercana. Jesús nos ha desvelado el Misterio de Dios, con un leguaje comprensible, capaz de acogerlo los pequeños y sencillos. Es la Sabiduría que habita en el corazón, la que nos muestra esa presencia de Dios, en el testimonio de nuestra vida, de ahí que, cuando no amamos, no decidimos ser misericordia para quien nos necesita, el rostro del Amor de Dios desaparece, la vida se convierte en un caos de absurda realidad, llenando de sombras el misterio de Dios.
Con cuanta razón, el Papa Francisco expresa el sufrimiento de la Humanidad doliente, insta a convertir las parroquias en «hospitales de campaña», donde se realicen abundantes gestos de Amor y transfusiones de profunda Misericordia.
Escuchar a Jesús, es también conocer el mensaje de la Trinidad, quitar el velo del Misterio que Jesús nos ha revelado a través de su Amor y Misericordia, la misma que desde el principio no ha tenido Dios, Padre y Madre.
No hace falta ir más allá de la razón, el camino es otro, escuchar a Jesús, dejar que su Amor nos transforme el corazón, para poder decir: ¡Qué bueno es vivir así, en la Misericordia!
Luego, ya sabemos, el devenir de todos los días, se irá llenando del aliento del Espíritu, soplando fuerte aquí y alla, otras como caricia de una suave brisa.
Miren Josune
Somente uma questão: por que é que as ilustrações, como a desta reflexão tão profunda, são sempre (e ainda!) de acordo com um paradigma estético/doutrinal que projecta (ainda!) a ideia de uma cristandade que já não tem sentido e que, aliás, os Grupos de Jesus felizmente também já não nos propõem? Não é possível visualizar com imagens/ilustrações do nosso tempo, que falam da nossa contemporaneidade? Jesus, quando nos falou do Amor Infinito, do Reinado de Deus e da sua amabilidade profunda e total para com todos, utilizou sempre ideias ou imagens conhecidas e do ambiente quotidiano dos seus contemporâneos… Por que não o fazemos hoje?