P: La polémica generada en torno a tu libro Jesús, una aproximación histórica dejó desconcertados a muchos. ¿Qué fue lo que ocurrió y cómo están las cosas ahora?
R: Jesús siempre provocará interrogantes y desafíos. No es tampoco extraño que surjan polémicas y disensiones. Pero pienso que alimentar polémicas como la que se ha provocado con mi libro, nos distraen de lo esencial y no nos conducen a la conversión a Jesucristo… Yo estoy contento porque la polémica ha logrado que muchas personas se hayan planteado la necesidad de conocer y de seguir mejor a Jesús.
P: En todo caso, son más los que han oído hablar de tu libro que los que lo han leído. ¿Cuál crees que es su aporte principal, entre tantos otros que ya se habían escrito?
R: He recibido miles de testimonios de personas que, al leer el libro, se han sentido «tocadas» por Jesús. En muchos momentos he sentido que Jesús está vivo, que su Espíritu sigue actuando en los corazones, que su Evangelio tiene fuerza transformadora… El testimonio de estas personas ha reforzado mi fe, me ha hecho sentir la presencia viva de Jesús. Ha sido una gozada. Lo que más impacta a los lectores es encontrarse con un Jesús tan humano, cercano y accesible. En contra de lo que se ha dicho, el libro no hace daño. Es exactamente lo contrario. La reacción generalizada es esta: Jesús es tan humano que no es como nosotros. Algún misterio debe encerrarse en él. Solo Dios encarnado puede ser tan humano, tan compasivo, tan sincero y auténtico, tan fiel, tan interesado por el ser humano. Muchos me escriben diciendo que ahora creen más en el Dios encarnado en Jesús.
P: Según nos decías en el encuentro que compartimos, «conocer a Jesús nos tendría que llevar a hacer nuestra su espiritualidad». Según tu parecer, ¿cuáles son las claves de la espiritualidad de Jesús?
R: Lo primero que diría es que el centro de la espiritualidad de Jesús no lo ocupa propiamente Dios, sino «el reino de Dios». Jesús no separa nunca a Dios de su proyecto de transformar el mundo. No invita a la gente a «buscar» a Dios, sino a «buscar el reino de Dios y su justicia». No pide simplemente «convertirse» a Dios sino «entrar» en la dinámica del reino de Dios.
En segundo lugar diría que su experiencia de Dios como Padre lleva a Jesús a vivir dos actitudes fundamentales: la confianza total y absoluta en Dios, que le hace vivir de manera innovadora, creativa y audaz al servicio del reino de Dios; y la docilidad incondicional para cumplir su voluntad que consiste en trabajar por una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos.
Por eso, según Lucas. Jesús, ungido por el Espíritu de Dios, se siente «enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia». Vivir ungidos por el Espíritu de Jesús es vivir cambiando la vida, haciéndola mejor y más humana. Es estar siempre a favor de las personas y en contra del sufrimiento, del mal y de la injusticia. Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir curando heridas, haciendo el bien, potenciando la vida. Dejarse conducir por su Espíritu es vivir defendiendo a los débiles, acogiendo a los excluidos, creando siempre comunión, igualdad, acogida y fraternidad. Nunca separación, exclusión o excomunión.
P: Aterrizando en el contexto de crisis múltiples que vivimos hoy, hay una pregunta inevitable: ¿cómo se mira el futuro «como Jesús» cuando parece que no hay futuro?
R: Con una confianza absoluta en la acción de Dios que sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas. Dios no está bloqueado por ninguna crisis. Sigue buscando caminos que solo él conoce para encontrarse con cada persona, esté donde esté. Nadie vive olvidado o abandonado por Dios. Este es el dato decisivo, no nuestros proyectos o planes pastorales.
P: En concreto, ¿cómo crees que podríamos alentar, en nuestro entorno social y eclesial, la esperanza que brota de Jesús?
R: Hemos de abandonar ya una lectura del momento actual en términos casi exclusivos de crisis, secularización, desaparición de la fe, etc. Cristo resucitado tiene fuerza para engendrar una fe nueva. No sabemos qué nacerá ni cómo será. El cristianismo es mucho más que lo que ha podido dar en veinte siglos. Jesucristo no ha dado todavía lo mejor. Puede ser una verdadera sorpresa en la sociedad que está emergiendo.
P: También nos has animado a preguntarnos «por qué caminos quiere encontrarse Dios con las personas que se alejan de la Iglesia hoy». ¿Desde tu experiencia y tu reflexión, qué intuiciones nos puedes compartir?
R: A mi juicio, es un grave error «volver hacia atrás», hacia una cultura pasada, para vivir la fe desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas, pensadas y configuradas en otras épocas y para otras épocas que no son la nuestra. Para acoger y comunicar hoy el Evangelio de Jesús hemos de aprender a creer desde la sensibilidad, la inteligencia y la libertad de esta nueva cultura; poner el Evangelio de Jesús en contacto con las preguntas, miedos, aspiraciones, sufrimientos y gozos de nuestros tiempos. La fe nueva que necesita la cultura moderna no nacerá como «clonación» de la fe pasada. Brotará de la fuerza que tiene el Evangelio para engendrar «vida evangélica» en medio de esta sociedad. La fe renace constantemente cuando hay fidelidad al Espíritu de Jesús.
P: Te agradecemos por el tiempo que nos has dedicado, José Antonio. Después de este encuentro y desde lo que nos conoces, ¿qué mensaje nos dejarías a los que buscamos a Jesús desde las comunidades Adsis?
R: No me siento con autoridad para dejaros mensaje alguno. Solo desearos que viváis vuestro carisma de manera creativa y audaz. Leed el Evangelio de Jesús en vuestras comunidades como una llamada que os invita cada día al gozo de la conversión a él. Vuestra vida se decidirá en los próximos años en vuestra capacidad para «volver a Jesús» con más radicalidad y más gozo.
Revista ADSIS, Entrevista a José Antonio Pagola (Junio 2009)
JESÚS: MISERICORDIA ACTIVA
La Iglesia necesita hallar hombres y mujeres que «no pasen de largo» ante el sufrimiento y el abandono de sus hermanos-@s, sino que se muestren cercanos y activos en la misericordia, derramando el bálsamo del Amor y la Esperanza que sane las heridas de la indiferencia. Debemos estar seguros de que, con Jesús, es posible la vida más humana y digna para todos. Las «urgencias» del sufrimiento no deben hacerse esperar, es lo primero que hacía Jesús, la Verdad de su vida, fiel a la voluntad del Padre.
¿Qué es lo que Jesús quiere que construya hoy en mi vida?, y ante todo: ¿Sobre qué cimientos he de ir remodelando, todo cuanto es voluntad de Dios? Para ello, analizo tres ideas fundamentales:
1.- La memoria:
Una gracia que tenemos que pedir, es recuperar la memoria de lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Hay momentos vitales de nuestra historia de amistad con Jesús, los cuales, debemos reavivar con todo el corazón y la mente. Él nunca nos ha dejado solos, incluso en medio de tantas pruebas y sufrimientos.
Qué bueno es recordar con gratitud, el mensaje de amor que Jesús nos ha invitado a testimoniar en nuestra vida. Un amor que es luz en el camino de la vida.
2.- La esperanza:
Existe siempre un peligro que puede ensombrecer la fe: es la tentación de considerarla como algo del pasado, algo valioso e importante pero que ya pasó, forma parte de otra época, como si creer en Jesús Resucitado, fuera la historia escrita de un libro miniado, exhibido y conservado en un museo.
Historia si, vivificante, la fe nace y renace en el encuentro con Jesús, en la experiencia del amor y misericordia que ilumina todas las situaciones de la vida. Es bueno que revivamos todos los días este encuentro vivo con el Señor.
Nos vendrá bien leer la Palabra de Dios y abrirnos a su amor en el silencio de la oración.
Nos vendrá bien dejar que el encuentro con la ternura del Señor ilumine el corazón de alegría: una alegría más fuerte que la tristeza, una alegría que resiste incluso ante el dolor, transformándose en paz.
Todo esto renueva la vida, que se vuelva libre y dócil a las sorpresas, lista y disponible para el Señor y para los demás.
Jesús nos conoce, nos ama de verdad, y desea liberar nuestro corazón del peso del miedo y del orgullo. Dejándole entrar, seremos capaces de irradiar amor.
De esta manera, hemos de dar continuación a la misión, sentir que somos «enviados» al mundo, ofrecer la gran historia del Evangelio de Jesús, en este tiempo de Misericordia,
3.- El AMOR: Identidad del cristiano:
«Mirad cómo se aman».
La vida del discípulo de Jesús se basa en esta roca de amor recibido de Dios, ofrecido al prójimo.
El rostro de la Iglesia se rejuvenece, se vuelve en verdad atractivo viviendo la Misericordia.
El amor concreto es la tarjeta de visita del cristiano: otras formas de presentarse son engañosas e incluso inútiles, porque todos conocerán que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros (cf. Jn 13,35).
Estamos llamados ante todo a aunar voluntades, construir sin desfallecer caminos de comunión, a tender puentes de unión y superar tantas barreras como nos separan.
Que los creyentes demos ejemplo colaborando en mantener relaciones de mutuo respeto, afables y honestas, de diálogo y escucha, a sabiendas de que «la única manera de participación posible que los discípulos del Señor han de buscar, será la de ofrecer un corazón lleno de amor y misericordia»
El profeta Isaías, nos ha recordado que el Espíritu del Señor está siempre con el que lleva: la buena noticia a los pobres, da consuelo a los afligidos y cura los corazones desgarrados (cf. 61,1-2)
Dios habita y permanece en el corazón, cuando se ama. Dios habita donde se atiende con entrega y compasión, a los débiles, pobres y abandonados.
Se necesitan cristianos que no se dejen abatir por el cansancio ni se desanimen ante la adversidad, sino que estén disponibles y abiertos, dispuestos a servir con generosidad y altruísmo. Hay una gran necesidad de hombres y mujeres dispuestos a dar su tiempo y dedicación a los abandonados.
Se necesitan hombres y mujeres de fiel voluntad, que con hechos, no sólo con palabras, ayuden al prójimo en sus carencias y abandono.
En este tiempo especial de Misericordia, hemos de sentirnos interpelados y responder a la llamada de quien necesita apoyo y esperanza para seguir el camino, con la certeza de que Jesús sale ahora y siempre, «fiador» de la vida y la Misericordia.
Miren Josune