Jesús encontró en las aldeas de Galilea una acogida entusiasta. Su mensaje de un Dios Bueno que quiere un mundo más justo y fraterno y su preocupación por curar a los enfermos y liberar a la gente del sufrimiento provocaba en aquellos campesinos sencillos sorpresa y admiración. Los discípulos soñaban ya con un éxito total. Jesús, por el contrario, solo pensaba en cumplir la voluntad del Padre hasta el final. Sabía que en Jerusalén todo sería diferente.
Por eso empezó a explicar a sus discípulos lo que le esperaba. Su intención era subir a Jerusalén, a pesar de que allí iba a «sufrir mucho» por parte de los dirigentes religiosos. Incluso llegarían a ejecutarlo. Pero Jesús confiaba en su Padre. Su muerte entra en los designios de Dios, pues es consecuencia inevitable de su empeño en abrir caminos a su reino. Pero el Padre «le resucitará». No se quedará pasivo e indiferente ante aquel crimen.
Jesús se dirige a sus discípulos y les dice unas palabras que hemos de escuchar bien si queremos seguir a Jesús con realismo. «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con la cruz y me siga». Si alguien quiere caminar tras los pasos de Jesús y seguirlo de cerca, ha de hacer dos cosas.
En primer lugar, «negarse a sí mismo». Esto no significa mortificarse, castigarse a sí mismo, y menos aún anularse o destruirse. Quiere decir olvidarse de sí mismo, no vivir pendiente de los propios intereses, liberarse del propio «ego» para encontrar su verdadera personalidad en la adhesión radical a Jesús.
En segundo lugar, «cargar con la cruz». Esto no significa sin más aceptar los sufrimientos que todos los humanos hemos de aceptar tarde o temprano en la vida (una enfermedad, una desgracia…). Quiere decir más bien ir asumiendo los sufrimientos que nos irán llegando como consecuencia de nuestro seguimiento fiel a Jesús.
Por eso no hemos de confundir la «cruz» con cualquier sufrimiento, adversidad o malestar que se produce en nuestra vida. La «cruz cristiana» consiste en seguir a Jesús aceptando las consecuencias dolorosas que nos puede traer: inseguridad, conflictos, rechazos, persecución… Es decir, aceptar el destino doloroso que tendremos que compartir con Jesús si realmente seguimos sus pasos.
José A. Pagola, Grupos de Jesús
Capítulo 33: «Cargad con la cruz»