El cristianismo no es un sistema, sino una experiencia de comunión vital con el Resucitado, y la Iglesia no es Iglesia sino cuando se compromete, incluso a nivel de sus estructuras fundamentales, en desarrollar y hacer fecunda esa experiencia en medio del mundo.
La historia del cristianismo es la historia de una experiencia que se contagia y se transmite de unas generaciones a otras. Si…
el magisterio solo se preocupa de asegurar la ortodoxia sin suscitar la adhesión viva a Cristo,
la teología se reduce a exponer correctamente la doctrina sin despertar la experiencia,
la exégesis interpreta con precisión el texto bíblico sin ayudar a acoger las palabras de Jesús, que son “espíritu y vida” (Jn 6,63),
la acción pastoral se concentra en ofrecer práctica religiosa para responder a demandas de seguridad,
… se está ignorando lo esencial y decisivo, y la Iglesia no está ofreciendo el manantial del que brota la verdadera vida cristiana.
La resurrección necesita de creyentes que se responsabilicen del testimonio y que, con su existencia renovada, la introduzcan en la historia. La experiencia del Espíritu del Resucitado suscita testigos.
El testigo…
Es un convertido al estilo de vida y a la causa de Jesús.
Vive de la experiencia pascual, pero lo hace comprometiéndose en el camino que llevó a Jesús hasta la cruz y la resurrección.
Su testimonio solo es creíble cuando su existencia concuerda con el camino prepascual que llevó a Jesús hasta la vida del Padre.
La misión que nace del Resucitado exige hoy un desplazamiento mayor a la vida real y a los problemas de las gentes, y una implicación más decidida en las grandes preocupaciones de nuestro tiempo:
la defensa de la vida y de los derechos humanos en todos los pueblos,
la paz,
el sufrimiento de la exclusión,
el cuidado de la Tierra,
la solidaridad entre los pueblos,
la crisis de la familia,
la dignidad de la mujer…
Se ha de ver con claridad que la Iglesia se interesa más por el bien y la dicha de los hombres y mujeres de nuestro tiempo que por su propia seguridad y porvenir.
José Antonio Pagola, La llamada de Cristo resucitado a su Iglesia (Pastoral renovada)